Liberación y decolonialidad

Liberación y decolonialidad

Rolando Vázquez


La llamada «opción decolonial» lleva consigo una idea de liberación que conjuga el entender las formas históricas de dominación y la dignificación de las alternativas que han sido silenciadas. Plantea que la globalización del capital, de la lógica de la ganancia sobre la vida se inicia con la conquista europea de Abya Yala, los territorios que el conquistador nombró ‘América’. Este proceso de conquista marca el nacimiento de la modernidad, es decir del proyecto de civilización dominante centrado en Europa, en ‘Occidente’.

Desde esa comprensión de la historia se puede entender, por un lado, la continuidad del sistema de dominación desde la conquista hasta el capitalismo global de nuestros días. La opción decolonial nos dice que no hay modernidad sin ‘colonialidad’ (A. Quijano, E. Dussel y W. Mignolo). Esto quiere decir que en el mundo dominado por el modelo occidental no ha habido progreso sin violencia, desarrollo sin destitución. La ‘colonialidad’ viene a nombrar el lado oscuro de la modernidad. Este nombrar nos permite ver que los procesos de destitución, de empobrecimiento, de extracción no son ajenos al modelo histórico de la modernidad occidental, sino que lo constituyen. En el nacimiento del mercado mundial en la colonia vemos que la esclavitud colonial afirma la lógica de la ganancia sobre la vida humana. En otras palabras, la esclavitud colonial muestra con toda crudeza el proceso de deshumanización y muerte al servicio de la ganancia. Mientras la modernidad occidental se auto-proclama la defensora de la igualdad, esta misma modernidad ha llevado en sus entrañas la colonialidad, la destrucción de la vida.

Sucede lo mismo en la relación con la naturaleza. El modelo de la economía mundial moderna se sustenta en la extracción, una forma en la que la naturaleza es entendida como un objeto, como un recurso para la explotación. La lógica de extracción centrada en la ganancia corre también desde el origen de la economía colonial hasta los mega-proyectos del neoliberalismo de nuestros días. Volvemos a decir que no hay modernidad sin colonialidad.

La devastación de la naturaleza y el empobrecimiento de las comunidades vienen acompañados por el descrédito, por la denigración de los saberes y las formas de relacionarse con el mundo que no pertenecen a la modernidad occidental. El conocimiento occidental es parte fundante del modelo de dominación. La ciencia moderna llama a los otros conocimientos ignorancia, las artes modernas llaman a las otras artes folklor, y así sucesivamente. Mientras la modernidad afirma su conocimiento como el monopolio de la verdad, la colonialidad borra y denigra los otros conocimientos.

El nombrar la colonialidad nos permite reflexionar sobre la denigración y la destitución como parte integral de la modernidad con sus modelos de desarrollo y utopías de progreso. Así la colonialidad nos hace preguntarnos por lo que se está perdiendo. ¿Cuáles son las formas de vida, las formas de relacionarse con el mundo que están siendo violentadas por la globalización de la modernidad occidental? La pregunta por lo que se esta perdiendo es crucial en el camino hacia una liberación que busca abrir alternativas plurales en las que se escuchen las voces silenciadas.

Hacia esto apunta la opción decolonial. Decolonial porque busca liberarse de la colonialidad. Opción porque no pretende afirmarse como una nueva universalidad. Liberarse de la modernidad/colonialidad significa valorar las múltiples formas de relación al mundo que han sido denigradas. Vemos esta liberación en el florecer de las autonomías, como en el caso de las comunidades zapatistas en Chiapas, México. La opción decolonial no busca un modelo único de futuro, una utopía en el sentido moderno de la palabra, sino un mundo intercultural en el que se celebre la pluralidad de saberes y formas de vida.

Pensar desde la colonialidad, significa pensar desde el sufrimiento y la experiencia viva de los que han sido denigrados y violentados por la modernidad. Pensar desde la colonialidad también significa pensar desde la contextualidad histórica de los procesos de destitución y extracción de la vida. Aquí vemos los vasos comunicantes entre la opción decolonial, la teología de la liberación y la filosofía intercultural. Todos ellos son pensamientos que buscan fundarse y hacer visible la apremiante realidad histórica, la realidad encarnada en la vida de las comunidades violentadas, silenciadas, empobrecidas por el modelo de civilización dominante. En la experiencia y pensamiento encarnados se encuentra la voz más clara, la critica más profunda y la esperanza. La Teología de la Liberación en su reflexionar ha mostrado el valor de un pensamiento contextual, histórico y enraizado en la experiencia viva de quienes han sido marginados. Los zapatistas, como tantas otras luchas, nos enseñan que la dignidad y la autonomía son el camino de la esperanza.

La opresión de la modernidad, del capitalismo global, es una opresión que pasa por la fragmentación de los mundos de vida. Es un modelo que sólo reconoce y reproduce un tipo de sujeto, el sujeto económico, el sujeto que busca la ganancia personal. Este sujeto económico se ha convertido en la medida de lo humano. Es un sujeto individualista que busca su propio beneficio y que está en competencia con los demás. Su reconocimiento, su sentido de superación está construido a través de la propiedad, a través de la apropiación, del consumo. Quien no es capaz de acceder o acrecentar sus formas de consumo, debe enfrentarse al estigma y al rechazo social. Así este sistema llama pobres a todos aquellos que no son hombres económicos, a todos aquellos que no son individuos consumidores. Quienes viven en autonomía frente a las mercancías de los mercados globales, son vistos como pobres, sus conocimientos son desacreditados como ignorancia y se plantea que deben ser sometidos a proyectos de desarrollo que los integren al mercado mundial y los conviertan en hombres económicos: en consumidores. Para el sistema moderno/colonial el consumidor es el único tipo de sujeto plenamente reconocido.

Debemos preguntamos qué es lo que se está perdiendo en la imposición del modelo de la acumulación tanto a nivel de la corporación, del Estado y del individuo que buscan acumular. Pensamos que lo que se está perdiendo son las relaciones. El sujeto ejemplar de los modelos de desarrollo, el sujeto individualizado, el individuo consumidor, es un sujeto que ha sido escindido, desenraizado, que ha perdido sus relaciones. El individuo consumidor es un sujeto aislado, separado de sus relaciones con el mundo, con los demás, con la naturaleza y consigo mismo. Su relación al mundo ha quedado limitada a una relación de propiedad; para él, el mundo es una serie de objetos que hay que apropiarse y consumir. Es un mundo sin raíz, sin memoria.

La modernidad/colonialidad se nos presenta entonces como la época de la pérdida de las relaciones, la pérdida de la relacionalidad. Y aquí estamos escuchando el pensamiento de los pueblos originarios que en su noción del Sumak Kawsay, de la vida en plenitud, ofrece una profunda filosofía de la relacionalidad hacia los otros, hacia nosotros mismos, hacia la naturaleza y el cosmos. Frente a la racionalidad del pensamiento moderno y su fundamento en la separación sujeto-objeto, el pensamiento de Abya Yala nos plantea la relacionalidad. Así, cuando nos preguntamos qué es lo que está en riesgo, podemos decir que es fundamentalmente el pensamiento y la práctica viva de la relacionalidad. Hoy en día en las luchas sociales, particularmente en las de los pueblos originarios, se está viviendo el pensamiento de la relacionalidad como autonomía, como una guía para la liberación.

El modelo de dominación moderno/colonial ha marcado una larga época de destrucción de la relacionalidad. Por un lado está la pérdida de la relación del nosotros con los otros, donde la comunidad es la base del sujeto y no la individualidad; donde la relación hombre-mujer no está basada en la separación y la dominación, sino en la relacionalidad. La justicia dentro de la relacionalidad es también el horizonte de los llamados ‘feminismos indígenas’. Por otro lado, está la pérdida de la relacionalidad con la naturaleza, donde la naturaleza no puede ser vista como objeto y mucho menos como mercancía. Y finalmente tenemos la pérdida de la relación interior con nosotros mismos. Estos tres niveles de la pérdida de la relacionalidad, al conjugarse, revelan la pérdida de la relación del ser humano con su cosmología, una relación en la que el sujeto no es ya el centro del mundo, sino que se sabe enraizado y perteneciente a una comunidad y a una memoria, a una naturaleza que lo alimenta, que lo abriga y que lo precede, y a una espiritualidad que lo enlaza y le da plena conciencia de una vida interior en relación con la memoria comunal y la naturaleza que lo preceden.

El individuo consumidor, modelo de lo humano en la modernidad capitalista, es el sujeto desenraizado que ha perdido el nosotros, la relación viva con el mundo y que sobrevive en la superficie del deseo, sin interioridad y sin cosmología. Vista así, la liberación es la lucha por dignificar el vivir en relación.

 

Rolando Vázquez

México DF, México - La Haya, Holanda