Libertad y conciencia crítica Hoy

Libertad y conciencia Crítica Hoy

João Batista Libânio


I. Conciencia y libertad

En el maravilloso proceso evolutivo, la vida alcanza su punto cumbre en el ser humano. Éste se caracteriza por su conciencia y libertad. Por la conciencia se hace presente a sí mismo. Sabe quién es, que existe, que se constituye sujeto, fuente de decisiones. No se confunde con ningún otro ser. Sólo se identifica totalmente consigo mismo. Todo lo demás se muestra diferente a él. Somos identidad inconfundible. La conciencia mantiene encendida tal llama. Cuando se apaga, nos hundimos en la noche de la locura o de la inconsciencia enfermiza. La conciencia en la tierra cesa en la muerte, cuando se abrirá al infinito de Dios. Hasta entonces estamos haciéndonos, siendo.

Junto a esa presencia de nosotros mismos ante nosotros mismos, surge la percepción de que nos autodeterminamos. Tomamos decisiones. Nos percibimos como responsables últimos. Ayer actuamos, y la acción permanece en el horizonte de nuestro existir más allá de aquel momento. Somos libres.

El instante de claridad en la decisión se nos impone como algo evidente. Si alguien nos preguntase por el sujeto de determinada acción, responderíamos: soy yo. Ahí se muestra el eje de la libertad. Decidimos no simplemente sobre una cosa, sino sobre nosotros mismos.

Todo eso suena evidente. Andaríamos entonces de claridad en claridad. Las decisiones se harían transparentes a la conciencia y la libertad las asumiría responsablemente. Para la Escolástica, es así como actúan los ángeles: no pueden arrepentirse después de que deciden; la totalidad de su ser se orienta en determinada dirección, sin fisuras.

Nosotros somos diferentes. La presencia de nosotros ante nosotros mismos no es plena. Nos la dificulta el hecho de que somos espíritu en materia, ligados al tiempo y al espacio. Además el pecado nos mancilló en la transparencia del actuar y la concupiscencia quebró nuestra integridad. Nos falta claridad total sobre nosotros mismos. Tenemos que reflexionar sobre nosotros para, en un segundo momento, adquirir una creciente percepción de nosotros mismos, de nuestras decisiones. A ese proceso lo llamamos «conciencia crítica».

II. Obstáculos de la conciencia crítica

1. Falta de claridad sobre la interioridad. Obstaculiza la conciencia el hecho de no distinguir bien lo que nace de la libertad humana y lo que viene de la naturaleza. Atribuimos acciones a la naturaleza que, en última instancia, surgen de la libertad humana, y viceversa. Más: a veces atribuimos a Dios lo que brota de las leyes de la naturaleza. El no discernir entre la acción humana, la fuerza de la naturaleza y el actuar de Dios bloquea la conciencia crítica y el ejercicio de la libertad. Tal confusión proviene, algunas veces, de la interpretación literal de la Escritura, que refleja otro momento cultural. No es raro que nos preguntemos si un accidente ocurrió por castigo de Dios por nuestros pecados, en vez de analizar sus causas naturales.

2. Situación familiar. La concepción machista y patriarcal de la familia bloquea la conciencia crítica. La autoridad del padre impide que otros miembros de la familia desarrollen su propia conciencia crítica y el ejercicio de la libertad. Presos del miedo, terminan siguiendo simplemente las prescripciones y órdenes del padre. Donde reina el patriarcalismo, no se forma la conciencia crítica. La verticalidad de la autoridad restringe el campo de la libertad y de la autonomía, base imprescindible de la conciencia crítica.

3. Visión religiosa tradicional mágica. Al peso de la naturaleza y de la familia se suman las tradiciones religiosas mágicas. Éstas atribuyen lo que nos ocurre a acciones puntua-les de Dios, de Nuestra Señora, de los ángeles, de los santos, de los demonios. Tales tradiciones, no raramente, se ven confirmadas por las predicaciones del clero y otros líderes que explotan la credibilidad popular. Se interpreta como bendición o castigo de Dios lo que sucede con las personas que siguen o no la pauta trazada por las instituciones religiosas. El imaginario religioso termina por anular libertad humana.

4. Círculo ideológico: práctica y teoría se fortalecen sin distancia crítica. La dificultad de desarrollar una conciencia crítica deriva también de que con frecuencia vivimos dentro de un círculo ideológico. Nuestras acciones se alimentan de motivaciones, argumentos, razones que nos enseñaron y que aceptamos como normales. Gestos, que políticamente nos alejan del compromiso transformador de la realidad, se justifican con la buena conciencia de haber hecho un acto de caridad. Las estructuras de explotación continúan ahí.

Paulo Freire desarrolló el método de «concientización» precisamente para ayudar a las personas a tomar conciencia de sus derechos y de su dignidad ante la situación de opresión a que están sometidas, encubierta por el discurso alienante. Sin la alerta concientizadora, confirmamos la ideología dominante introyectada. La libertad se enrosca en la tela ideológica.

5. Las trabas del inconsciente. El psicoanálisis freudiano y otros enfoques psicológicos estudian la persona humana y la profundidad de sus decisiones. Llaman la atención hacia sus pulsiones inconscientes, a veces terriblemente poderosas, que oscurecen la conciencia e impelen a la persona hacia acciones que escapan a su libertad. La persona cree estar actuando con conciencia, libertad y responsabilidad, pero con los recursos técnicos terapéuticos se detectan mecanismos inconscientes que reducen o anulan la libertad. Los actos neuróticos disminuyen la libertad y la conciencia, y los íctus psicóticos las anulan completamente.

III. Entre los extremos

La mayoría de las personas vive entre los dos extremos: la inconsciencia y los procedimientos puramente mecánicos de un lado, y, de otro, la lucidez transparente de la libertad y la conciencia. Eso significa que vivimos en el intersticio entre la consciencia y la inconsciencia, de la libertad y del determinismo. Cabe, pues, preguntarnos cómo caminar en dirección a una mayor claridad de conciencia y de libertad.

1. El recurso a las ciencias. La ciencia nos libera del atraso cultural y de la vinculación ciega a la naturaleza. Acontecimientos que creíamos que eran una acción sobrenatural se explican perfectamente por leyes científicas. Por ejemplo, atribuir la lluvia a la procesión... Las ciencias nos enseñan a distinguir las explicaciones de los fenómenos, del significado religioso que les podemos atribuir. Nos ayudan a liberarnos de mucha culpabilidad. Antes pesaban sobre la conciencia de las personas acciones que hoy sabemos que provienen de determinismos inconscientes o de condicionamientos incontrolables.

2. Dios nos crea libres. El camino a la libertad parte de la conciencia de que la libertad se da, primero en Dios, en grado absoluto e infinito. Y Él nos crea libres para que vivamos en la gracia. Así lo amamos. Sin libertad no nos relacionaríamos con nadie, viviríamos inmersos en los condicionamientos externos o internos.

La libertad con la que Dios nos creó nos permite disponer de nosotros mismos ante Él. Va más allá de la libertad de escoger entre cosas, lo que el sistema capitalista tanto agudiza. Tiene dos formas: «libertad de» y «libertad para».

3. «Libertad de». La «libertad de» no tiene límites ante lo creado. Jesús la mostró en su vida y Pablo la formuló. Nada tan sagrado para el judío como la Ley. Jesús se sintió libre ante ella. Hizo milagros de curación en sábado. Se acercó y tocó a los leprosos. No siguió ritos de lavarse las manos. Conversó con mujeres en público. Se dejó tocar por una prostituta. En su predicación relativizó las prescripciones con duras invectivas contra el espíritu legalista farisaico. En fin, la libertad brillaba en él, siempre que estaba en juego el valor humano de la salud, la acogida, el perdón, la conciencia de su misión.

San Pablo, tocado por la experiencia del Resucitado, lleva al extremo tal libertad. «Para la libertad nos libertó Cristo. Permanezcan firmes y no se dejen atar de nuevo al yugo de la esclavitud» (Gl 5,1). «Sí, hermanos, fueron llamados a la libertad» (Gl 5,13). «No están bajo la Ley, sino bajo la gracia» (Rm 6,14).

4. «Libertad para». La «libertad de» no acaba en ella misma. Existe en vistas a la «libertad para». Ésta no se realiza en la búsqueda de sí, ni en la vida desregulada. Somos libres para Dios y para entregarnos a los hermanos. Ahí la libertad llega a la plenitud. En una palabra: existimos en la libertad para amar. Así completan Pedro y Pablo: «Condúzcanse como personas libres, mas sin usar la libertad como pretexto para el mal. Al contrario, sean siervos de Dios» (1Pd 2,16). «No hagan de la libertad un pretexto para servir a la carne. Háganse esclavos unos de otros, por amor» (Gl 5,13).

5. Conciencia crítica y libertad: grandeza y límites. La conciencia crítica nos ayuda a percibir la grandeza del don de la libertad y los límites. La libertad nos cuesta por causa de la responsabilidad que implica para nosotros y para los otros. Somos configurados por la libertad. Ella construye nuestro existir, de manera definitiva. Sobrepasa el aquí y el ahora. Tiene dimensión de absoluto, que se manifiesta en lo relativo de las decisiones.

Los límites le vienen de las imperfecciones inherentes a nuestro conocer, amar y decidir. La libertad creada se orienta para el fin último. Su grandeza viene de plenificarse en Dios en la eternidad, y de caminar hacia ella por medio de realizaciones en la historia. Sólo conjugando conciencia crítica y libertad procedemos realmente de modo humano y lúcido.

 

João Batista Libânio

Belo Horizonte, MG, Brasil