Libertad y desarrollo

Libertad y Desarrollo

Jordi de Cambra


El título del artículo que se me ha pedido da pie a iniciarlo haciendo referencia al libro de Amartya Sen Desarrollo y Libertad. Esta referencia está justificada por la influencia que Sen, junto al no tan citado Mahbub ul-Haq, ha ejercido en los Informes sobre Desarrollo Humano del PNUD. Comparto algunas de las tesis generales de Sen, no siempre originales suyas, entre las que destaco las siguientes: la expansión de la libertad es tanto el fin principal del desarrollo como su medio principal; la eliminación de la falta de libertades fundamentales es una parte constitutiva del desarrollo.

Sin embargo, cuando Sen concreta las libertades fundamentales de participación política y económica, aparece mi oposición a sus consideraciones. Ni la libertad política puede quedar reducida a la menguada participación electoral en la deslegitimada pseudemocracia representativa partitocrática, ni la libertad económica se basa en la libertad para participar en los mercados que, según Sen, contribuye de manera significativa por sí misma al desarrollo. La libertad de participación económica está, incluso desde un criterio estrictamente liberal, más restringida que nunca en unos mercados capitalistas cada vez más oligopolistas y negadores, por tanto, del libre mercado. Y, mientras el mercado de la fuerza de trabajo convertida en mercancía esté sometido a la relación de explotación ejercida por los propietarios del capital sobre los propietarios de la fuerza de trabajo, no habrá libertad económica sino servidumbre socioeconómica bajo la aparente libertad de vender la fuerza de trabajo en el mercado de trabajo.

El ambiguo discurso de Sen (libertad de mercado sin excluir la intervención del Estado cuando puede enriquecer la vida humana), su ponderación de la llamada libertad de mercado y su inexistente oposición al imperio del mercado capitalista como causante fundamental de la actual falta de libertades políticas y económicas, le posicionan (de la misma manera que a los Informes del PNUD) como un reformista del capitalismo que, en el mejor de los casos, nos ofrece una búsqueda de un capitalismo con rostro humano o un «desarrollo» dentro de la servidumbre capitalista. Ello no implica dejar de reconocer las aportaciones de los Informes del PNUD y su crítica, aunque muy limitada, del paradigma hegemónico del desarrollo.

El concepto de libertad: cuestiones para debatir.

Libertad se contrapone a necesidad o determinismo. Por ejemplo, en la concepción kantiana se distingue entre el reino de la naturaleza, en el que hay completo determinismo, y el reino de la moral, en el que aparece la libertad. En este sentido, la libertad es una facultad exclusivamente humana.

Libertad es la facultad del ser humano de obrar de una manera o de otra conforme a su propia determinación, por lo que es responsable de sus actos. Es el estado en el que no se está sometido a la voluntad de otro y que supone la ausencia de coacción para hacer una cosa u otra. Podemos distinguir, pues, dos formulaciones de la libertad: positiva («libertad para») y negativa («libertad de», liberarnos de, libertad como independencia de coacciones). En este último sentido, libertad se opone a servidumbre. Las formulaciones positiva y negativa, ¿son opuestas o complementarias?, ¿aumenta necesariamente la libertad si disminuye la no-libertad, la servidumbre o la coacción?

También se entiende la libertad como libertad de elección: no hay libertad sin posibilidad de elección. Pero ¿consiste la libertad únicamente en poder elegir? Por ejemplo, para los escolásticos, la libertad consiste en «elegir bien».

Contra el énfasis individualista de la idea de libertad: el individuo libre sólo puede existir en una sociedad libre: ¿puedo yo ser libre si no somos todos libres?, ¿es la lucha por la libertad un compromiso social?, ¿se pueden separar libertad, solidaridad y justicia social?

Libertad y desarrollo: carácter histórico de las libertades y de las necesidades humanas.

El concepto de libertad es histórico y está condicionado por las diversas dinámicas sociales y culturales. La escala de libertad y no-libertad se transforma histórica, social y culturalmente.

Para Sen, el subdesarrollo es entendido en un sentido amplio como la falta de libertad y el desarrollo es un proceso consistente en eliminar la falta de libertades y en extender las libertades fundamentales que los individuos tienen razones para valorar.

Para Ralph Dahrendorf, la oposición de las formulaciones «negativa» y «positiva» del concepto de libertad sólo se aplica si se entiende, restrictivamente, la libertad como mera posibilidad de autorrealización del ser humano. La ausencia de coacciones arbitrarias no comporta que éste pueda o esté capacitado para aprovechar las oportunidades que se le ofrecen. Esto le lleva a distinguir el concepto problemático de libertad (la libertad existe en una sociedad que exime al ser humano de todas aquellas limitaciones que no proceden de su misma naturaleza) del concepto asertivo de la libertad (la libertad sólo existe si se aprovechan las oportunidades de autorrealización, adquiriendo forma en la conducta efectiva de las personas). Esta última es la que vinculo constitutivamente a la concepción del desarrollo que defiendo.

Para Max Horkheimer la libertad positiva no aumenta necesariamente en la misma medida en que desaparece la no-libertad. El grado de libertad no viene determinado solamente por las posibilidades objetivas, que surgen al eliminar las barreras, sino también por la libertad subjetiva, por la conciencia independiente, por la disposición interior de quien hace uso de ella. Horkheimer, hace ya medio siglo, elaboró un argumento que podemos aplicar hoy a amplios sectores de las sociedades consumistas de los países mal denominados «desarrollados» y de las clases acomodadas (material e ideológicamente) de los llamados países emergentes y de los países calificados eufemísticamente de «en vías de desarrollo». Según Horkheimer, cuanto más se satisfagan las necesidades materiales inmediatas, más se necesita una conciencia independiente para hacer uso de la libertad material ya conseguida. Dejarse dirigir por el colosal mecanismo de manipulación, a través de la publicidad y los medios de comunicación de masas, es una forma de adaptación a una sociedad materialista y consumistamente embrutecida. Con la satisfacción de necesidades materiales no se consigue a la vez el deseo de hacer algo justo («elegir bien» en el sentido escolástico mencionado más arriba) a partir de lo materialmente logrado. Por otra parte, nos enfrentamos a la contradicción interna entre libertad material y espiritual: la libertad material y objetiva no ha comportado simultáneamente el progreso de la libertad interior, subjetiva, incluso más bien ésta ha tendido a disminuir con el «progreso» material en los países económicamente «desarrollados».

Herbert Marcuse va más allá cuando se pregunta: ¿cómo puede satisfacer el individuo sus necesidades sin reproducir su dependencia respecto de un aparato de explotación que, al satisfacer sus necesidades, perpetúa su servidumbre? El advenimiento de una sociedad libre precisa un cambio cualitativo que comporta la modificación de las necesidades: necesidades muy diferentes, incluso antagónicas, de aquellas que prevalecen en las sociedades explotadoras. Cambio en la «naturaleza» del ser humano que es posible porque el progreso técnico ha alcanzado un estadio en el que las necesidades básicas pueden ser universalmente satisfechas. El crecimiento de las fuerzas productivas sugiere posibilidades de libertad humana muy diferentes y más allá de las hoy alcanzadas. Pero el mundo de la libertad humana no puede ser construido por las sociedades establecidas que generan necesidades, satisfacciones y valores que reproducen la servidumbre de la existencia humana. Esta servidumbre «voluntaria» (en tanto que es introyectada en los individuos por las sociedades productivistas-consumistas) sólo puede romperse mediante una práctica política de metódico desprendimiento y rechazo del orden establecido con miras a una radical transvaluación de los valores. Gran Rechazo de las reglas del juego, de la confianza en la buena voluntad del orden establecido, de sus falsos e inmorales consuelos, de su cruel y obscena abundancia que perpetúa la miseria de la gran mayoría mientras exiguas minorías despilfarran y satisfacen necesidades superfluas. La construcción de una sociedad libre depende del predominio de la necesidad vital de abolir los sistemas de servidumbre establecidos y del compromiso vital, de la lucha, por los valores cualitativamente diferentes de una existencia humana libre. La transición de la servidumbre a la libertad presupone la abolición de las instituciones y de los mecanismos de represión. Y esta abolición presupone el predominio de la necesidad de liberación, el surgimiento de un nuevo tipo de hombre con un impulso vital hacia la liberación.

Desarrollo y libertad: el desarrollo como liberación.

No puede haber desarrollo sin libertad: desarrollarse quiere decir emanciparse, liberarse de la servidumbre. Desarrollo es proceso de liberación, es decir, acción de poner en libertad, o no es desarrollo. Libertad y desarrollo tienen, pues, una relación constitutiva. No se puede hablar de desarrollo si éste no implica la libertad de todos y cada uno de los seres humanos para elegir conscientemente su destino individual y colectivo.

El antiparadigma que defiendo se caracteriza por la reivindicación de que el desarrollo no ha de ser definido por ninguna élite (política, técnica, científica) sino por los propios actores sociales implicados, quienes han de ser los protagonistas en la formulación de los objetivos del desarrollo. Para ello, las técnicas más adecuadas son las de investigación-acción participativa que comportan procesos de concientización, educación y capacitación popular, y nos permiten definir nuestras necesidades y nuestra manera de vivir juntos.

Los dos ejes fundamentales del desarrollo como liberación son la equidad y la participación. El objetivo general del desarrollo es construir sociedades política, social, económica y culturalmente equitativas y en armonía con la naturaleza. El medio para alcanzar este objetivo es la participación real de la ciudadanía en la toma de decisiones. Esta participación, como dimensión política de la equidad, implica compartir el poder y se basa en el derecho humano fundamental de decidir cómo queremos vivir. La participación es un acto genuinamente democrático y un proceso de autoaprendizaje individual y colectivo. Una cantidad creciente de alternativas actuales de desarrollo local y las iniciativas más críticas de los nuevos movimientos sociales a escala global responden a estos criterios, exigen una transformación cualitativa del insostenible modelo político, económico y social vigente, y suponen un reto que exige la democracia deliberativa, participativa y autogestionaria como alternativa a la deslegitimada democracia representativa partitocrática. Estamos ante procesos emergentes de liberación con nuevas estrategias de transformación social en las que el ser humano es su fin y su agente esencial. Nos encontramos en los orígenes de un contraproyecto local y global, de un conjunto de utopías realizables, diversas y cada vez más unidas, como proyecto de futuro.

 

Jordi de Cambra

Director del Máster en Desarrollo Humano Sostenible Local y Alternativas a la Globalización Neoliberal,

Universidad de Girona, España.