Los afrodescendientes y las religiones en América Latina

Los afrodescendientes y las religiones en América Latina

Frei David Raimundo dos Santos


Hablar de la relación del negro con las religiones es debatir, inevitablemente, el papel del negro en la sociedad como conjunto, en estos 500 años de historia. En este proceso, la Iglesia defendió el punto de vista del colonizador, y lo hacía a través de la enseñanza de la doctrina cristiana y de la tradición católica, pues consideraba las culturas del pueblo negro e indígena eran inferiores y desprovistas de la presencia de Dios.

La Iglesia Católica, en el período de la esclavitud, siempre defendió la posición superior de los blancos, valiéndose de las leyes y convenciones que les garantizaban los mejores cargos, títulos y otros privilegios.

Desde el siglo XVI, a los negros, los mestizos, cristianos nuevos e indígenas se les impidió ocupar cargos de confianza y de honor, con la excusa de que no tenían tradición católica ni títulos de nobleza. Los argumentos utilizados eran de naturaleza teológica y social. Se afirmaba que estos grupos pertenecían a la raza impura, y que su sangre estaba manchada; de ahí la expresión de “raza infecta”, que aparece en los documentos coloniales.

Todo esto no eran sólo ideas, sino algo que funcionaba en la práctica. Para ocupar cargos, el candidato debía demostrar que era de sangre limpia, o sea, que no tenía ningún ascendiente perteneciente a las razas impuras. Sólo así sería considerado una persona digna de confianza, buena, virtuosa, temerosa de Dios, honrada.

Podemos afirmar que hasta fines del siglo XVIII, persistió en Brasil un racismo de fundamentación teológica que estigmatizaba a todos aquellos que descendían de judíos, negros e indígenas, clasificados como “falsos cristianos”, enemigos del reino y de la Iglesia, además de ser mirados como una amenaza a la fe, a la doctrina y a las buenas costumbres.

Ante esta realidad, la tradición católica ocupó uno de los lugares más elevados en la escala jerárquica de la sociedad cristiana, y el negro tuvo que escoger entre dos alternativas de acción: adaptarse a los valores de la cultura blanca y europea que caracteriza la tradición católica, asimilando los hábitos y costumbres de una cultura que no le pertenecía, o bien rescatar sus raíces en las religiones afro, que mantenían las tradiciones africanas en sus cultos y celebraciones.

Al optar por la experiencia cristiana, dentro de un modelo tradicionalmente europeo, el negro católico dejó de vivenciar toda la riqueza cultural heredada de África, se alejó de las cuestiones raciales graves, como la discriminación y el prejuicio racial, la problemática de la condición social precaria como resultado del racismo enmascarado por el sistema social injusto... Todo ello en función de una actuación limitada de la Iglesia en la cuestión racial y social. La evangelización pasó necesariamente por un proceso de occidentalización, esto es, se hizo viable a partir del deterioro de las tradiciones afro en la población afro-brasileña.

Así las cosas, la Iglesia legitimó teórica, espiritual y prácticamente la esclavitud en Brasil y tiene como tradición histórica la tentativa de cooptación de los sectores populares a favor de estructuras socioeconómicas injustas. La Iglesia pasó a ser considerada un obstáculo para el ideal de liberación, haciendo que las religiones afro ganasen un espacio significativo en la vivencia de la fe de la población afrodescendiente, pues se convirtieron en una forma real de resistencia de los negros.

Éste es el resultado de la influencia de la clase dominante que, dándose cuenta de la fuerza y de la importancia de la religión en la vida del pueblo negro, decidió perseguir la manera propia de comunicarse con Dios de este negro. No aceptaron que si bien los valores del Evangelio deben siempre ser el centro, la manera de celebrar, de alabar y de ritualizar, cada pueblo debe definirla inculturadamente.

Nosotros, negros de Brasil, queremos que haya realmente libertad religiosa para todos. Exigimos, especialmente, que todas las Iglesias que se dicen cristianas, respeten los cultos afrobrasileños. Nuestros hermanos negros y blancos que siguen los cultos afrobrasileños en su forma más próxima al original o en formas sincretizadas, con los nombres más diversos, tienen derecho a su libertad religiosa.

Esta preocupación por la cuestión racial es una respuesta a las necesidades de la población afrobrasileña, tanto en el sentido de luchar por el derecho de ver preservado nuestro espacio propio, cuanto en el sentido de promover la concientización de la población acerca de la cuestión racial.

En una investigación realizada por el Data Folha (1995), se comprobó que el 59% de la población brasileña está formada por afrodescendientes y, de este total, se estima que el 30% es católico; un 20% es católico pero frecuenta otras religiones; otro 20% sigue las religiones afro; un 5% sigue las religiones espíritas; otro 20% sigue las religiones evangélicas y el 5% restante no expresa preferencia religiosa específica.

Estos datos son resultado de una estimación, pues no hay investigación confiable que aborde esta cuestión. El gobierno brasileño la trabaja a través del IBGE, pero es un hecho que la población negra -en Brasil y en el mundo- es muy religiosa.

Se observa también que buena parte de ese porcentaje busca orientación en las religiones evangélicas. Como referencial de lucha por los derechos civiles y raciales tenemos al pastor Martin Luther King, líder de los negros estadounidenses. Preguntamos: ¿por qué un pastor y no un ateo o una persona sin religión se convirtió en símbolo de esta lucha?

La respuesta nos lleva a reflexionar sobre la importancia determinante de las religiones cristianas en la búsqueda y conquista de los derechos civiles y raciales de la población negra estadounidense. Se descubre que los líderes políticos negros estadounidenses, en su gran mayoría, fueron gestados dentro de las religiones cristianas.

Nos queda otro cuestionamiento: ¿por qué en EEUU las religiones cristianas son instrumentos auxiliares en las conquistas de la población negra y en América Latina pocas son las religiones cristianas que desempeñan este papel?

En este sentido, podemos citar como iniciativa a ser secundada el trabajo de la Iglesia Asamblea de Dios y de la Iglesia Metodista. En la década de los 80, el paso más significativo se dio en la Iglesia Metodista, en la que se produjeron articulaciones que dieron como resultado el surgimiento del “Ministerio de combate al racismo de la Iglesia Metodista”. Este “ministerio” es reconocido en más de 10 estados brasileños. El paso más reciente dado por los negros metodistas fue el de conseguir que fuese aprobada en el último sínodo la ley que orienta a las escuelas y facultades metodistas en la línea de dar prioridad a mujeres y a negros en la concesión de bolsas de estudio en sus establecimientos de enseñanza. En Rio de Janeiro surgió una articulación de afrodescendientes provenientes de 5 diferentes Iglesias evangélicas que dentro de algún tiempo debe dar buenos frutos.

Merece la pena recordar que todas estas informaciones son el resultado de observaciones a partir de la realidad de los trabajos realizados por los grupos afro de base. No hay investigación elaborada para medir estos datos.

Racismo actual: Datos del IBEA

Un estudio hecho por el “Istituto de Pesquisa Econômica Aplicada” (IPEA) muestra que la pobreza alcanza al 51% de los niños brasileños de hasta 6 años. Este índice es menor entre los blancos (38%) y mayor entre los negros (65%).

En las demás fases de la vida, las diferencias raciales también son claras: el 61% de los negros de 7 a 14 años son pobres; entre los blancos, el porcentaje es de 33. La diferencia también marca la adolescencia y el inicio de la fase adulta. Viven en la pobreza el 47% de los negros y el 22% de los blancos de 15 a 24 años.

Los jóvenes blancos de 25 años, así como en los años 50 y 70, pasaron 2’3 años más en la escuela que sus compañeros negros de la misma edad. Eso significa que el joven negro vive hoy una situación idéntica a la vivida por su abuelo, que nació en los años 20.

De los 22 millones de brasileños en extrema pobreza (personas que no consumen el nivel de calorías recomendado por la ONU), el 70% son negros. La pobreza no está “democráticamente” distribuida entre las razas, pues los negros representan sólo el 46% de la población concluye el IPEA.