Los desafíos de las ‘tecnologías emergentes’ *

 

comunidades de base que estudian los libros de Harari

Comunidad almofuentes Zaragoza, España

 

«La inteligencia artificial y la biotecnología están ofreciendo a la humanidad el poder de remodelar y rediseñar la vida. Muy pronto alguien tendrá que decidir cómo utilizar este poder sobre la base de algún relato implícito o explícito acerca del significado de la vida» (HARARI, 21 lecciones para el siglo XXI, Barcelona 2018).

Por qué leer a Harari en la comunidad

¿Por qué reflexionar con el agnóstico, homosexual e historiador de ficciones futuristas Yuval Noah Harari, y no insistir más en el Evangelio, y en Pedro y Pablo, como Dios manda? ¿Está nuestra comunidad dejando de ser no sólo cristiana sino honesta? Para nosotros todo empezó preparando el encuentro de las comunidades de base de España en 2017. Queríamos celebrar la gran historia del origen del mundo y de su evolución y el gran regalo que es la vida, la conciencia y la humanidad. Veníamos ya muy impactados por la perspectiva de los Nuevos Paradigmas, y no encontrábamos cómo resituar el cristianismo y a Jesús de Nazaret. Necesitábamos abrirnos a los planteamientos de nuestro mundo.

Un video sobre Harari sobre los cerebros inorgánicos y las manos biónicas nos dejó aturdidos. Nuestra mente podría desplegarse en multitud de manos robóticas, cual diosa india cibernética de múltiples brazos. Entonces decidimos buscar una comprensión mejor de este futuro que ya está entre nosotros. Hoy ya los coches van solos, los algoritmos componen música, el instrumental biométrico informa de nuestra salud, vemos la realidad aumentada y la mente se enriquece con chips de memoria implantada. Ya es posible leer el pensamiento de otra persona y convertirlo en voz.

Nuestra generación nació a la fe católica en un modelo dogmático y dualista. En los años 60 nos convertimos a un cristianismo de liberación. Pasaron los años, y cuando aún no habíamos realizado los proyectos de justicia y de democracia real, aparece un nuevo desafío: el planeta sucumbe bajo la presión del capitalismo. Y no hemos casi entrado en esta tarea cuando una posible dictadura digital, un mundo frío, de dígitos y robots, parece querer remplazarnos. Por eso nuestra decisión de reflexionar sobre las 21 lecciones para el siglo XXI.

Los desafíos y las lecciones del futuro

Según Harari estamos a punto de convertirnos en una nueva especie transhumana, el Homo Deus. Un ser humano ciborg, modificado genéticamente o agrandado por la Inteligencia Artificial (IA). Si se mira con perspectiva cristiana, son las antípodas de la encamación: no el Dios hecho hombre, sino el ser humano convertido en Dios...

Harari nos pregunta: «¿Cómo se vive en una época de desconcierto cuando los relatos antiguos se han desmoronado y todavía no ha surgido un relato nuevo que los sustituya?». ¿Cómo priorizar las soluciones globales y construir una alianza mundial sin caer en una autoridad única o totalitaria?

Y la primera respuesta debe ser la superación del catastrofismo. La pérdida de los grandes relatos, las armas de destrucción masiva, el colapso ecológico y la irrupción de la info y bio tecnología no pueden hacer que nos abandonemos en la decepción. La robotización del trabajo está creando una inmensa masa de gente irrelevante, una «nueva clase inútil». Los macrodatos procesados algorítmicamente nos conocerán mejor que nosotros mismos, y llegará un momento en que nos confiaremos más a ellos y ellos decidirán por nosotros. Entonces habremos perdido la libertad. La esforzada búsqueda de la igualdad social se resquebrajará ante las nuevas desigualdades llegadas de la ingeniería genética y de la IA. Como en Un mundo feliz. «La globalización borra las fronteras horizontales pero exagera las verticales». Nos será necesaria una regulación de la propiedad de los datos, algo más difícil que redistribuir la propiedad de la tierra, las industrias o las finanzas

A continuación expone Harari los retos políticos. El mundo es cada vez más homogéneo, sólo va quedando una civilización, la determinada por la economía liberal y la omnipresencia de las tecnologías digitales. Tantas conexiones virtuales pueden acabar con el sentimiento de pertenencia a la comunidad. Necesitamos comunitarizarnos, valorar el nacionalismo benigno que nos cohesiona, la fidelidad a los hábitats próximos desde unas lealtades cada vez más amplias. El ultranacionalismo patriotero, la amenaza nuclear, el colapso ecológico, las tecnologías disruptivas, la vida inteligente inorgánica, que surfea por el espacio sin delatar a sus dueños... requieren una nueva identidad global desde donde ampliar los círculos de empatía y construir una política y un relato común.

Verdad, ficción y cooperación

Los últimos apartados del libro se centran en la verdad y en la construcción de una identidad global. Todos los relatos han perecido. El liberalismo y el socialismo, las religiones y otras alternativas espirituales, e incluso el humanismo secular, son ficciones incompletas y contradictorias. El verdadero relato sería el «no relato», pero eso es también otro relato. La verdad sin relato se siente en la meditación que nos conecta con las sensaciones corporales. (Harari practica la meditación Vespasiana)

Los relatos se alimentan de los rituales, gestos mágicos que convierten lo abstracto en concreto y lo ficticio en real. Los relatos o ficciones triunfan por su inoculación en la infancia y su institucionalización hasta convertirse en pesados techos sin base, sólo apoyadas en el poder moral y político. El ritual más efectivo es la celebración del sufrimiento. Sufrir por un relato lo hace realísimo. También la redención por el sufrimiento en el cristianismo es un ritual de este tipo. Pero sufrir por un relato no le da validez.

Si queremos abordar los retos futuros tenemos que cooperar en soluciones globales, y para cooperar es preciso creer en los relatos que nosotros mismos fabricamos. «El poder de la cooperación humana depende de un equilibrio delicado entre verdad y ficción. Si distorsionamos demasiado la realidad, nos debilitaremos, porque obraremos de manera poco realista», pero tampoco alcanzaremos un logro común sin dejarnos motivar por alguna mitología.

La cooperación es más factible desde el humanismo secular. Los valores laicos superan las religiones y las ideologías: el ideal laico se compromete con la verdad científica complementada con la compasión; sospecha de toda jerarquía, pues el sufrimiento y la verdad son iguales para todos; no concede autoridad suprema a ningún texto, institución o líder; es valiente frente a los prejuicios y regímenes opresivos; se aventura en lo desconocido; es autónomo sin hacer dejación de su responsabilidad en un poder superior o ampararse en un protector omnipotente. Pero el laicismo también tiene su sombra, es un ideal demasiado elevado para poderse llevar a cabo. Ante él hay que ser humildes porque «buscar el error es el modo de abrirse a la verdad».

Otro escenario de la esperanza

Terminamos estas notas con la misma intuición del comienzo: lo que hoy sentimos en la comunidad ya no se centra en las ideologías y las religiones; nuestro momento de esperanza ha relativizado los relatos y ve con buenos ojos la coherencia entre el ideal laico y nuestra esperanza. Interpretamos la vida humana en el marco de la evolución cósmica y de la complejidad de lo real. No estamos en una «Historia Sagrada», particular de un pueblo elegido o Iglesia, sino en la «Gran Historia» de todos, que encierra un misterio universal. Un relato basado en los modelos de la ciencia, en las sabidurías populares y en los sueños de esperanza. Hay que sacar a Dios de la Biblia y encontrarlo como misterio en la «Gran Historia». Liberarlo de su iconografía arcaica y de un sentido religioso particular. Somos muy probablemente resultado de un Big-Bang tan misterioso como antes la Creación de la nada; de una sucesión de emergencias tan sorprendentes como la singularidad del relato «Jesús de Nazaret», que mostró un amor enteramente desinteresado tras siglos de antagonismo tribal o reciprocidad calculada. Somos un continuo renacer contándonos ficciones razonables una y otra vez para empatizar más allá de las fronteras tribales, conmovernos con los débiles y escuchar los gemidos de parto de esta tierra enamorada que somos. Y no sabemos si la «otra vida» es la «nueva especie».

* El término «Tecnologías emergentes» o NBIC se refiere al conjunto de la Nanotecnología, la Biotecnología, las tecnologías de la Información y la ciencia Cognitiva.