Los garífunas

Los garífunas
Un pueblo que recupera
su memoria y su identidad

Martiniano Lombraria


«Se les llama garífunas. El nombre es fuerte. También ellos lo son». Son relativamente altos, robustos, de mayor braquicefalia, pómulos altos y ojos pequeños.

Llegaron a Honduras en 1797, en número no mayor de 4.000, deportados por los ingleses desde la isla de San Vicente. Hoy constituyen el grupo negro más numeroso de Honduras: 43 comunidades.

Para los garífunas, San Vicente, «Irumai» en su lengua, es su paraíso perdido, de donde proceden. El grueso de la etnia garífuna, unos 250.000, se encuentra en Honduras, su segundo país. Belice cuenta con más de 11.000. Guatemala con unos 5.000. Nicaragua unos 600. Y más de 25.000 residen en varias ciudades de EEUU.

Constituyen el grupo más numeroso de las 7 etnias hondureñas, que suman unas 400.000 personas, en una población de 5 millones, y forman parte de la Federación de Pueblos Indígenas de Honduras.

Son negros que nunca fueron esclavos. Es su mayor orgullo.

Sus antepasados, capturados en África y transportados a las plantaciones, naufragaron cerca de San Vicente en 1636. Se encontraron en esa isla con los indios caribes, que habían exterminado a los arauacos quedándose con sus mujeres y dando origen a los «caribes rojos». Ambas etnias procedían de América del Sur. Los náufragos tomaron como esposas a la nueva raza de mujeres y nació el zambo. Poco después, otros negros salvados de naufragio se unieron a las hijas de esa unión, y surgió el «caribe negro» o garífuna. Pronto esta nueva raza, más fuerte, se impuso y dominó en la isla, que finalmente quedó repartida.

La llegada de colonos franceses e ingleses propició lazos comerciales y también luchas.

El siglo XVIII es para los garífunas su edad de oro.

Derrotados definitivamente por los ingleses, fueron deportados a Honduras, con una rica cultura, mezcla de elementos africanos, de los dos pueblos amerindios y, en menor escala, de europeos.

El poeta hondureño Rigoberto Pardes dice: «Del otro lado lejano, vinieron a ponerle música y color a Honduras. Aquí llegaron. Ahora son de aquí. ¿Ya son de aquí!»

Muy pronto se hicieron «de aquí». Expertos guerreros, tomaron parte en las breves y numerosas batallas antes de la Independencia y las varias décadas posteriores. Desde Trujillo, su punto de desembarco en tierra firme, se desparramaron por ambos lados de la costa atlántica, afincándose junto a las playas. En el siglo XIX, una parte emigra a varios países centroamericanos. En el XX emigran a ciudades estadounidenses.

Lobavagu, «el otro lado lejano», es una crónica teatral estrenada en 1980, representada en el país e internacionalmente con elogiada aceptación, que significa el rescate de una memoria fragmentada por largos anos de sufrimiento y dolor. El grupo popular «Superación» ha encontrado la forma de revivir y difundir la historia garífuna.

La tradición es exclusivamente oral. La escritura es poco conocida. La lengua es fuerte, pero fonéticamente agradable; lingüísticamente está muy alejada de las lenguas indígenas que se hablan en Centroamérica.

El baile ha sido y es una forma a través de la cual el grupo ha tratado de conservar y transmitir todos los elementos de su cultura. Mantienen varios bailes propios: el más popular es «la punta», danza ritual a la muerte, que simboliza también fertilidad.

La mujer se dedica a la agricultura y a la elaboración de productos de la yuca y del coco. El varón a la pesca, la preparación del terreno agrícola y la fabricación de los utensilios propios de su cultura.

Tienen un sentido peculiar de la propiedad. No dividen en lotes los terrenos que habitan. Construyen sus casas donde quiera que el predio lo permite. Las tierras parecen ser de todos y únicamente se individualiza el área de cada morada. Tienen un sentido muy fuerte de vecindario, con relaciones humanas muy intensas. Nunca se oye de crímenes ni de robos cometidos entre ellos. No tienen policía.

De cultura matriarcal, la influencia de la madre es tan intensa que perdura sobre la relación matrimonial: también influyen la tía, la hermana, la abuela: es muy normal que cualquiera de ellas cuide niños de diferentes matrimonios.

La mujer es segura, no acomplejada; mira de frente. Su seguridad se arraiga en su ser agricultora. El varón, menos seguro, refleja la incertidumbre del mar.

La ayuda mutua es básica en las relaciones interfamiliares. El apoyo de toda la parentela es el mejor seguro social: se da como ley obligada y ley Implícita. Mantienen la parentela hasta el cuarto y quinto grado, que les obliga a acoger en casa a todo pariente.

En caso de muerte todos son familia.

Una creencia básica es el concepto de alma, compuesto de tres artes: anigi, especie de fuerza vital, que se asienta en el corazón; iuani, situada en la cabeza, inmaterial, que se separa del cuerpo al morir, identificada con el alma de la concepción cristiana. Y afurugu, «el otro del par», cuerpo astral que reproduce la forma material de la persona y formado de una sustancia que lo asemeja a las entidades sobrenaturales de cuyas cualidades participa, es el intermediario entre el reino de lo sobrenatural y el de la realidad.

1977 marca el inicio del desarrollo organizativo de esta etnia al nacer la Organización Fraternal Negra Hondureña.

En 1991 nace la Organización de Desarrollo Étnico Comunitario, atendiendo inicialmente a los jóvenes. Las organizaciones manifiestan insistentemente la inquietud de tener representantes garífunas en la vida política nacional.

Su mayor riesgo es la disgregación por la emigración hacia centros urbanos nacionales y de EEUU.

Pero, «aquí llegaron... Ahora son de aquí... ¡Ya somos de aquí!...