Los tratados de libre comercio, otra colonización vigente

 

Julissa Semino, Perú/Catalunya 

Con sólo dar una mirada al pasado, podemos advertir que en la actualidad continúan las luchas de poder, las mismas que sufrieron nuestros antepasados y que bañan inadvertidamente de sudor y sangre las vidas actuales, sumiéndonos en guerras de dominio entre estados siendo perjudicados los países más débiles, diferenciando a los seres humanos en ricos y pobres, buenos o malos, desarrollados o subdesarrollados. Por ello, definiendo un poco la palabra poder, encontramos que etimológicamente ésta palabra proviene del latín pot re y significa ser capaz, por otro lado, la Real Academia Española define esta palabra como la facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo, dicho esto, observamos que apareciendo el poder desde la existencia de nuestros días, también aparece el poder político y el poder económico, por ello esta capacidad europea de conocimiento en las letras, de adelanto tecnológico, científico y económico, la aplicaban en sus colonias para dominar, mantener el control, explotar, someter, adoctrinar y porque no decir, para exprimir hasta la última gota del sudor indígena, con la consig-na de hacerse más ricos y con ello obtener más poder.

Más allá de teorías socio culturales de como se pudieron haber suscitado los hechos, o de argumentos justificativos kafkianos, (sobre la creencia de que el hombre europeo se creía una raza superior y por lo tanto tenían el deber de culturizar y evangelizar a seres humanos comparados a bestias sin alma) es que cualquier ser humano pensante puede apreciar que la forma de esa etapa de colonización aún está vigente en nuestros días con los denominados tratados de libre comercio, que en pleno siglo XXI el lobo disfrazado de oveja, pretende devorar, exprimir, gastar, utilizar y dominar, es decir tener el poder y beneficiarse de dichos acuerdos económicos bajo esta nueva colonización que trae consigo innumerables consecuencias negativas, puesto que estos países tienen la tecnología y el poder adquisitivo suficiente para poder invertir agresivamente, en maquinarias e infraestructuras que para cuando los países más débiles se dan cuenta de ello, les es imposible competir debido a la poca infraestructura y la poca inversión de los estados que fácilmente son superados por los países europeos o americanos.

Ahora bien, ¿qué son los tratados de libre comercio? Se dice que los tratados de libre comercio, (TLC) se dan para que dos o más países se beneficien mutuamente de importantes rebajas arancelarias, pero también existen cláusulas donde no sólo se facilita el comercio, sino también se comprometen a elaborar normas para facilitar la propiedad intelectual, las inversiones, las políticas fitosanitarias, cuestiones de resolución de conflictos, cláusulas donde el estado pierde su soberanía y no puede interferir velando solo por las mínimas condiciones del trabajador, y el ente regulador a nivel internacional es La Organización Mundial del Comercio, (OMC) siendo “la única organización que se encarga de hacer cumplir las normas que rigen el comercio entre países firmantes, para que exista fluidez, libertad, igualdad, previsibilidad y que se respeten los principios y obligaciones contenidas en los acuerdos” según afirma en su web la OMC. (s.f.).

El lado oscuro de estos TLC es que ponen en peligro a pequeños productores y por ende a la economía de un país, los países europeos y de América del Norte, son potencias que tienen poder adquisitivo y mejor infraestructura para producir productos a precios más baratos, en cantidades más grandes y de una forma más eficaz, como consecuencia invaden el mercado de un país y los productores no pueden competir a ese nivel, pues carecen de recursos e infraestructuras. Por otro lado, el desequilibrio interno de un país también se debe al desajuste en materia de ingresos tributarios provocando así un déficit fiscal nacional, y es aquí donde los países menos desarrollados como los latinoamericanos generan unos vínculos de dependencia económica con los países que son potencia mundial, según refiere Sexton (2018).

Por ello, la realidad de cada país Sur Americano firmante de estos tratados de libre comercio difiere de los principios que se pretenden comulgar como igualdad y beneficio mutuo, puesto que la precariedad laboral y el desempleo es aún mayor que en la época de las colonias, donde muchas veces se violan derechos laborales que conlleva a condiciones de trabajo inhumanos, debido a que las multinacionales buscan mano de obra barata, pagando el precio mas bajo del mercado, con lo cual el trabajador ve mellada su economía y por ende repercute en su hogar y en la sociedad, sin hablar de la afectación psicológica.

Por otro lado, la competencia internacional es difícil de igualar puesto que los empresarios del lugar no pueden equiparar la fuerza, la tecnología, la infraestructura ni el poder adquisitivo con que entran a laborar en el país donde tienen que extraer las materias primas, haciendo que muchas pequeñas empresas quiebren en el primer año de haberse firmado el tratado, y en el peor de los casos, estas multinacionales pueden deslocalizar sus sedes o centrales para mudarse a países donde la mano de obra aún es más barata teniendo un gran impacto en la lista del desempleo de un país.

En consecuencia, con lo dicho líneas arriba el estado que cuenta con aquella materia prima que no puede extraer del subsuelo es literalmente sobre explotado por aquellos países que sí cuentan con medios y avances tecnológicos, donde la consigna es ganar e invertir lo menos posible en cuidados y formas seguras de extracción, generando así accidentes, o derrames del producto creando un impacto medio ambiental enorme, verbigracia: El mal manejo de los residuos sólidos en el sur de Ayacucho Perú, ha generado la contaminación de ríos y la muerte de animales en peligro de extinción, sin contar que los pobladores arrojaron en sus analíticas que se encontraban afectados con metales en la sangre, padeciendo así diferentes tipos de enfermedades. (Diario La República, 2021)

Podemos concluir entonces que, los tratados de libre comercio no conducen a una integración económica, social o política, con lo cual este bucle que parecía inacabable de colonialidad estaría llegando a su fin puesto que a principios del siglo XXI dos fuerzas de pensamiento y liderazgo occidental estarían a punto de producir cambios, pues según el catedrático Mignolo Walter de la universidad de Duke en Carolina Del Norte explica que la primera fuerza sería la desoccidentalización, que promueve un cambio de extremo a extremo en las luchas del conocimiento, la economía y la política, así mismo la segunda fuerza sería la decolonialidad, la cual promueve desvincularse de la matríz colonial para imaginar y construir futuros globales en los que los seres humanos y el mundo en general ya no sean explotados en la búsqueda incesante de la acumulación de riquezas individuales.