Lugares sagrados de los pueblos indígenas
Lugares sagrados de los pueblos indígenas en el área mesoamericana
Eleazar López Hernández
Los pueblos mesoamericanos desarrollaron una topología (lógica de los lugares geográficos) religiosa impresionante. Se puede decir que su primer y principal lenguaje teológico brotó de la 'Madre Tierra".
En los mitos mesoamericanos de la creación, se narra que Dios Quetzalcóatl y su cuate (gemelo) Tezcatlipoca, en el principio, bajaron para crear el universo. Y lo que encontraron fue la energía original, como un gran tiburón, espadarte, lagarto o serpiente de muchos ojos y bocas, que se movía en la inmensidad del tiempo y del espacio. Era Cipactli (Ziplactli) o Tlaltecuhtili (Señor o Señora de la Tierra), que los cronistas y misioneros de la época colonial llamaron despectivamente "Monstruo de la Tierra ".
A Cipactli o Tlaltecuhtli la jalaron de los brazos y de los pies, de manera que una parte de ella quedó convertida en cielo y otra parte convertida en superficie terrestre. Así, el acto creador consistió fundamentalmente en organizar para la vida la energía original, el tiempo y el espacio.
Para reparar de alguna manera el dolor que Quetzalcóatl y Tezcatlipoca habían provocado en Cipactli, los demás "dioses" bajaron a consolarla y dispusieron que de ahí en adelante todos los frutos de la vida saldrían de ella. Para eso la embellecieron magnánimamente: de sus cabellos hicieron árboles, flores y yerbas; de su piel, la yerba más menuda y las florecillas, de sus ojos, fabricaron los pozos, las fuentes y las pequeñas cuevas; de su boca aparecieron los ríos y las cavernas grandes, de su nariz brota ron los valles y las montañas. Así, todo lo que existe sobre la tierra no son sino partes del cuerpo de Cipactli o Tlaltecuhtli.
Una variante del mismo mito señala que los dioses bajaron y se autoinmolaron para ser ellos los arreos de belleza de Tlaltecuhtli, convertidos unos en fuentes, ríos y lagunas, otros en valles, cañadas y montañas, otros en cuevas, hondonadas y cavernas.
Esta concepción teológica de la tierra es la base que sustenta, en los pueblos mesoamericanos, su profunda veneración por la Madre Tierra, por toda ella, no únicamente por algunas partes de ella.
El hecho de privilegiar como "sagrados" algunos sitios topográficos, como cimas de algunos montes, ciertas cuevas o manantiales, obedece a razones prácticas o históricas. Ya que la idea de que todo es sagrado tiene que ser simbolizado a través de lugares concretos que el pueblo sacraliza de esa manera paradigmática. Los acontecimientos históricos en que se experimenta de manera especial la acción de Dios, dan pie también a que el pueblo asuma los sitios de tales acontecimientos como lugares privilegiados de sacralidad.
Los pueblos mesoamericanos establecieron, en su teología, lugares que, privilegidamente contienen la sacralidad y sacramentalidad primigenia. Algunos de estos sitios son “míticos”; es decir simbólicos y otros son históricos o geográficos, sin dejar de ser simbólicos.
Entre los míticos está Tamoanchan, paraíso de los dioses, llamado también Tlallócan (paraíso de Tlaloc), Xochitlápan (tierra de las flores) o Tonacatlápan (lugar de nuestra carne o de nuestro sustento); está asimismo Chimoztoc o "Lugar de las Siete Cuevas" (de donde proceden todos los pueblos de Mesoamérica). Panutla o Panoayan, lugar por donde pasaron sobre las aguas. Los cuatro puntos cardinales o rincones del universo son también sagrados, y cada uno tiene un significado propio.
Entre los lugares histórico-simbólico está Teotihuacán (donde se reunieron los Dioses), Tula (sede de Quetzaltcóatl), Mitla, Lioba' o Lula' (ciudad de los muertos).
Son lugares históricos sagrados lo que fueron las principales ciudades-estados, que se esforzaron por vivir el ideal planteado por los Dioses: Montealbán y Zaachila (Zapotecas), Tenochtitlán (Méxicas), Tajín (Totonacas) Tzintzúntzan (Purépechas). Tikal, Copán, Chichen Itzá, Palenque (Mayas).
Ritualmente cualquier sitio puede ser transformado en "ombligo de la tierra" es decir, donde cruza el camino de Dios (oriente poniente) y el camino de los hombres (norte-sur). En el ombligo de la tierra se s la comunicación máxima con Dios. Basta con ponerse en él.
Muchos de estos sitios sagrados, simbólicos o geográficos, a la llegas del Cristianismo, fueron desechados por la institución eclesiástica. Algunos fueron cristianizados mediante las técnicas de sustitución, sobreposición o yuxtaposición de elementos cristianos, que el pueblo asimiló o toleró juntamente con su visión propia de las cosas. Así se conservan hasta nuestros días. Por ejemplo Tepeyac, antiguo santuario de Tonatizón, -inculturas ahora en la Virgen de Guadalupe-, Ocotlán, Chala (en México), Esquipulas (en Guatemala), y tantos otros por todo el Continente.
A estos sitios sagrados, cristianizados o no, sigue nuestra gente acudiendo, hasta nuestros días en busca de consuelo, de purificación y de energía espiritual para continuar en la lucha por la vida. Por desgracia las iglesias hacen muy poco en orden a acompañar pastoralmente este caminar teológico de nuestros pueblos.
Los arqueólogos creen que los 16 hombres del altar en Copán, son astrónomas que asisten a una gran convención, alrededor del año 776 d.C. para corregir el calendario maya.