Mártires latinoamericanos: semillas de libertad

Mártires latinoamericanos: semillas de libertad

Adolfo Pérez Esquivel


Los pueblos, en su caminar, buscan alternativas de vida y libertad frente al sistema dominante, siendo protagonistas y constructores de su propia historia. Ese caminar se vive entre luces y sombras, angustias y esperanzas de un nuevo amanecer. Los cristianos comparten ese caminar de muchas formas, pero siendo siempre fermento en la masa en un Continente que nos convoca a compartir el pan y la libertad que alimentan el cuerpo y el espíritu.

Es el Continente de la Tierra Fecunda, Abya Yala, en el que muchos hermanos y hermanas han dado sus vidas para dar vida, por los caminos de la liberación, junto a los pobres y junto a los pueblos, como semillas de vida y libertad. Muchas voces proféticas se han levantado haciendo caminar la palabra, anunciando el Derecho de las personas y de los pueblos.

Los Mártires y Profetas del Continente han dejado una huella indeleble en la conciencia y el espíritu de las comunidades de la Iglesia-pueblo de Dios, y necesitamos hacer memoria de ello; una memoria que no nos vuelve hacia el pasado, sino que nos capacita para iluminar el presente y construir nuevos caminos de vida y libertad. Una Iglesia que no tiene presentes a sus mártires y profetas, perdió su espíritu.

El Vaticano II llega ya a sus 50 años, y sigue siendo la voz profética de la Iglesia en unos momentos en que necesita abrir nuevos caminos, como decía Juan XXIII: «es necesario abrir las puertas y ventanas de la Iglesia para sacudir el polvo y que entre la luz». Así fue como durante el Concilio, en Roma, en 1965, en las Catacumbas de Santa Domitila, en ese momento de discernimiento conciliar desde la fe y la opción de estar junto a los pobres, Dom Hélder Câmara, junto a otros más de 40 obispos, firmaron el «Pacto de las Catacumbas», decidiendo «ser fieles al espíritu de Jesús» y ser «Iglesia servidora y pobre», como quería Juan XXIII, invitando a otros obispos a comprometerse con los pobres y a caminar junto a ellos.

Esa renovación espiritual y social llevó a muchas comunidades religiosas y a los fieles a rever sus prácticas pastorales y a salir al encuentro de los pobres, los excluidos, indígenas, campesinos y poblaciones periféricas, como los favelados y los sin tierra.

Fueron tiempos de efervescencia, de búsqueda interior, de oración y compromiso social en el Continente, que impulsan Medellín, que fortaleció y recreó el Vaticano II desde la realidad latinoamericana.

De ese caminar surge la Teología de la Liberación, como reflexión de la praxis social y eclesial, con el método de «ver, juzgar y actuar», una teología que nace de un pueblo creyente que busca vida y libertad.

Medellín, Puebla y otras Conferencias, parten de la realidad que vive el Continente, comprendiendo la vida y asumiéndola desde la fe, reconociendo que son parte de la Iglesia Pueblo de Dios, promoviendo una teología popular sobre sus vivencias y compromisos. Es un caminar que muchas veces no fue comprendido desde las estructuras eclesiásticas.

Abya Yala, Continente sacudido por la violencia social y estructural, las dictaduras, la pobreza y marginalidad de grandes sectores sociales, resistió frente a las injusticias de organizaciones sociales, religiosas, culturales y políticas. Muchos cristianos asumieron su compromiso, dieron incluso su vida, como los hermanos Oscar Romero, Enrique Angelelli, Ponce de León, religiosas como las misioneras francesas, doña Tingó y tantos otros mártires que nos guían y fortalecen.

Las voces proféticas permanecen en la memoria y vida de los pueblos, como el clamor sereno y digno de Oscar Romero, cuando frente a las amenazas a su vida declaró: «Si me matan, resucitaré en mi pueblo».

Son semilla que muere para dar su fruto, son el camino de la salvación y la esperanza de que «otro mundo es posible», de que las comunidades eclesiales de base son fermento que generan vida y libertad.

Son muchos nuestros profetas latinoamericanos que, como semillas de vida y libertad, han anunciado y denunciado las injusticias. Son hermanos que, dejando sus huellas de testimonio, nos señalan caminos también de vida y libertad, como Pedro Casaldáliga, Tomás Balduino, Hélder Câmara, Pablo Evaristo Arns, entre otros, en Brasil; Samuel Ruiz en Chiapas y Méndez Arceo en Cuernavaca, México; Leonidas Proaño, profeta del Chimborazo en Ecuador; Enrique Angelelli, Carlos Muria y Javier Longueville en Argentina... semillas, todos ellos, de vida y libertad.

 

Adolfo Pérez Esquivel

Buenos Aires, Argentina