MEL – MOVIMIENTO DE JUVENTUDES Y ESPIRITUALIDADES LIBERTADORAS

 

ROSEMARY FERNANDES Y REINALDO MIRANDA

UNA MÍSTICA PROFÉTICA Y REVOLUCIONARIA

Un vendaval sopló en suelo latinoamericano: vientos que trajeron nuevos paradigmas y la urgencia de lecturas dialógicas y creativas; trajeron el clamor por fortalecer, nuclear y formar los movimientos sociales diseminados por toda esta tierra; vientos que traen la importancia de conjugar solidaridad, espiritualidades, políticas, visiones económicas, proyectos y comunidades.
Podemos llamar ese vendaval de Ruah Divina, o fuerza desencadenante de Lansã, o incluso, viento creativo y regenerador de Tupã. En tantas espiritualidades religiosas y no religiosas, los vientos son una fuerza a contemplar, maestra de una nueva era. En este vendaval que desordena todo y clama por nueva creación, muchos jóvenes están atentos, disponibles y constructores de nuevos procesos.
Sin embargo este vendaval suscitó una pregunta: ¿los jóvenes diseminados por América Latina se conocen, intercambian sus saberes, sabores y luchas, convergen en comunidades de experiencia? ¿O se sienten aislados, dislocados de una visión de mundo que ya no tiene sentido para ellos, solos en sus espiritualidades, en su forma de vivir, de pensar y de ser?
Estas preguntas nos hicieron unir nuestras manos, construyendo un gran círculo de jóvenes, en su diversidad de activismo, espiritualidad, formación y desafíos locales, que maduró y se convirtió en MEL – Movimiento de Juventudes y Espiritualidades Libertadoras.
Quisiéramos traer la centralidad de la espiritualidad liberadora como un acto colectivo, una alianza continua, un movimiento incesante que impulsa el MEL, que, como movimiento en red de territorios nacionales, tiene territorios con saberes y sabores diversos, pero también en sus luchas. Es importante resaltar que esta es una experiencia viva, es decir, no es una receta, es vivencial, se va construyendo sobre la marcha.
La centralidad por la que hemos orbitado para construir los ejes de referencia para una espiritualidad liberadora es la mística del Buen Vivir como principio dinamizador de toda la Vida. El Buen Vivir es la sabiduría sagrada en la que todo está interconectado, se comunica y se relaciona. De esta mística irradian algunas referencias para el MEL.
Un primer punto de referencia es la dimensión del diálogo, que hemos desglosado en dos partes: el diálogo dentro del Movimiento en su conjunto y el diálogo intergeneracional.
Esto es importante tenerlo en cuenta en un momento en que los diálogos se asemejan a monólogos, que siguen estando presentes en las estructuras democráticas y participativas, con discursos aislados que no están abiertos al cuestionamiento y la revisión. Para nosotros, cada paso implica una escucha profunda, percibir los contenidos presentes y los que subyacen a ellos, entablar un diálogo y/o revisar creencias y proposiciones.
En los diálogos se combinan identidad y pertenencia, es decir, cada persona es considerada a su manera: cada escucha reverbera y da lugar a otras escuchas. La estructura del diálogo implica acoger las diferencias de ideas, credos, géneros, posiciones filosóficas, económicas y políticas. Es un camino de nuevos mapas, nuevas narrativas que convergen en una convivencia significativa.
La escucha a los más antiguos es más que el rescate de las sabidurías-fuentes. El diálogo intergeneracional es parte integrante de todos los procesos: la escucha atenta y dialógica con las generaciones mayores, que sintieron fuertemente latir en sus vidas la llamada a fecundar el suelo de la historia, fue camino revolucionario, de encarnación y experiencia pascual y liberadora. Hoy, las voces de las juventudes reverberan sueños, ideas, utopías, y también conflictos, superaciones, luchas históricas y cotidianas. El diálogo intergeneracional congrega miradas, busca intercambios de saberes y narrativas.
Ese dinamismo establece una ética que llamamos de red de solidaridad. En este referencial, el MEL se constituye como apoyo y complementariedad, corresponsabilizándose mutuamente, compartiendo sueños y estrategias. Establecer identidades es también tomarse de la manos y no dejar a nadie aislado, en una búsqueda o defensa solitaria.
Aún en esa conexión estamos avanzando hacia la transición de la individualidad a la fraternidad y sororidad. Se trata todavía de una experiencia nueva en la que la circularidad dialógica nos lleva a percibirnos no como individuos, sino como intersubjetividades en relación. Una interacción que nos interpela y provoca y no puede ser reducida a los intercambios orales, ya que requiere compartir experiencias integradoras.
Este referencial está conectado con la sabiduría de los pueblos de la tierra, indígenas, quilombolas que, en su pedagogía resistente, nos enseñan con fuerza y vigor a encontrar la espiritualidad como expresión significativa y comunitaria de ser.
Siempre articulando estas dimensiones, para nosotros es muy cara la ecumenicidad como vivencia. La espiritualidad liberadora no es un detalle, es nuestra gran mistagoga, pues nos inspira en los procesos, nos alimenta y nos muestra el camino.
La ecumenicidad es convocación para una economía integral, la gran morada de todas las criaturas, la Pachamama. Esta forma de ecumenismo no se limita al diálogo entre tradiciones cristianas o incluso dentro de un diálogo interreligioso. Somos conducidos para una dinámica vivencial, entre espiritualidades religiosas y no religiosas, que llamamos de ecumenicidad. En esta dinámica, experimentamos una liturgia del vivir, integrando todo lo que corrobora para la vida. Es una experiencia como proceso de “amorización”, abarcando sueños y luchas por la transformación de las causas presentes en los territorios locales y nacionales. 
Para concluir este breve recorrido, demarcamos que todo el Movimiento se basa en el cultivo de la mística revolucionaria. La espiritualidad es un encuentro entre hermanos y hermanas, entre toda la Creación, pasado, presente y futuro, con el Divino, en sus múltiples nombres, formas y tradiciones. En este círculo hermoso y desafiante, hay muchos encantos, es una de las experiencias más profundas y que escapa a nuestras pretensiones
de narrar, significar, interpretar.
La mística es un camino de llegada y de partida, de recogimiento y de envío, por lo tanto, es soñar, hacer planes, unir las manos, integrando con prácticas concretas de enraizamiento de los sueños, lugares de encuentro con la ética, con la humanización, con la solidaridad, con la comunión.
“El MEL es colmena, cooperación, auto-organización y compartir. Es belleza y transformación revolucionaria.”

BUEN VIVIR

Más allá de una expresión, el Buen Vivir es un concepto aún en construcción, por lo que los intentos de definirlo  serán como agua entre las manos. Es una sabiduría ancestral, una cosmovisión ancestral que apunta al hecho de que los vínculos entre la tierra y la naturaleza están interconectados y, si se rompen, todo el sistema enferma. De
esta actitud de reverencia y respeto surgen relaciones que respetan los ciclos vitales de cada especie y una comprensión del compartir, la relación y la comunión.