Migraciones en América Latina

Migraciones en América Latina

Wanderluce Pessoa y José Roberval Freire da Silva


Wanderluce Pessoa y José Roberval Freire da Silva

Servicio Pastoral de los migrantes, CNBB, Brasil

500 años de éxodo

Al llegar a nuestras tierras los ibéricos encontraron pueblos de lenguas y culturas variadas. Se estaba iniciando la invasión y la conquista. Los historiadores europeos divisaban en los nativos una “gente sin fe, sin ley, sin rey”. La historia de la colonización minusvaloró la memoria indígena. Sin embargo, los cinco siglos de invasión fueron también de resistencia indígena, negra y popular. De una manera diferente a la de los hebreos, que eran esclavos en tierra extraña, nuestro éxodo comenzó haciéndonos extranjeros en la propia tierra. Los pueblos fueron diezmados, esclavizados, forzados a emigrar. Los incas, los quechuas, los aymaras, los tupi-guaraníes vivieron de cerca un choque con el “mundo civilizado”. La “Tierra sin Males” que alimentaba el sueño guaraní continúa todavía hoy en el horizonte de los pueblos en extinción.

Los desplazados

Los 500 años de conquista estuvieron atravesados de historias de éxodos que se perpetúan. En el contexto reciente, el cambio del campo por la ciudad implicó contingentes alcanzados por el proceso de modernización conservadora, que aumentó la concentración de tierra, unida a la necesidad de brazos para la industria. Alrededor de las ciudades, un anillo periférico de pobreza, con poca o ninguna infraestructura. Son los emigrantes internos, cuyas cifras llegan a un millón en Perú y, en Brasil, a veintiocho millones y medio de personas solamente en el período comprendido entre 1960 y 1980. Además de estos movimientos, grandes contingentes en diferentes países fueron “desplazados” por la violencia institucionalizada, muchas veces con la participación de los gobiernos. En Chiapas, el ejército promueve desplazamientos compulsivos entre poblaciones indígenas. En Colombia se calcula en torno a unos novecientos mil “desplazados” internos en un período de diez años.

Emigrantes y clandestinos

Otro fenómeno presente en América Latina son las emigraciones transnacionales, o sea, la circulación de personas de un país a otro. En las décadas anteriores a 1980, estos movimientos mantenían vínculos estrechos con la represión política practicada por los regímenes militares instalados en diversos países. Más recientemente predominan las emigraciones laborales, relacionadas con factores económicos. Se piensa que, en este período, Brasil recibió cerca de 100.000 inmigrantes bolivianos, además de paraguayos, argentinos, uruguayos y otros. Argentina recibió bolivianos, paraguayos y peruanos; recientemente registra también un incremento del flujo de brasileños. En Chile crece la presencia de bolivianos y peruanos. Bolivia recibe brasileños en la Región de Santa Cruz y Pando, amén de la expresiva presencia de estudiantes en Cochabamba (SILVA, 1997:58). En Venezuela se registra la presencia de brasileños, peruanos, ecuatorianos y otros en las áreas de minería y comercio.

Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), cerca de mil empresas maquiladoras grandes y medias, cuyos propietarios son norteamericanos, coreanos y taiwaneses, operan en América Central, desplazando y explotando a 250 mil trabajadores, mujeres en su mayoría.

Una de las características marcantes de los procesos de migraciones internacionales de hoy es el hecho de implicar a emigrantes indocumentados o clandestinos. Se entiende por migraciones clandestinas el movimiento que se da al margen de las reglas oficiales de los gobiernos de los países de origen y, principalmente, de los países de destino. Evidentemente, por su propia naturaleza este tipo de movimiento no está documentado y sus datos son muy limitados.

En el continente americano, el flujo más expresivo de circulación ilegal de las personas pasa por la frontera entre EEUU y México. Solamente en los últimos 4 años murieron 1.185 emigrantes que intentaban entrar ilegalmente en aquel país. Estos datos, recientemente recogidos por la Universidad de Huston-EUA, se convierten todavía en más asustadores cuando consideramos que en cerca de 30 años fueron muertas 807 personas intentaban atravesar el muro de Berlín, que separaba las dos Alemanias. Un hecho inaceptable. El muro americano casi dobló el número de víctimas en los últimos 4 años (cf. MANIFESTO, nº 0, p. 15).

El Servicio Norteamericano de Inmigración y Naturalización estimó en octubre de 1996 que existían cerca de 5 millones de extranjeros no naturalizados en EEUU, incluyendo 2,7 millones de mexicanos, 335 mil salvadoreños, 165 mil guatemaltecos, 120 mil canadienses y 105 mil haitianos. En 1997 casi 1,7 millones de extranjeros ilegales fueron aprisionados, el 98% de ellos mexicanos (cf. HUGO, op. cit, p. 8).

La emigración de brasileños

Hasta hace poco, Brasil era considerado como un país de inmigración. A partir de la década de 80, el bloqueo de las expectativas de ascenso social está produciendo un fenómeno nuevo en nuestra historia: la salida de brasileños en dirección al exterior. En Diciembre de 1996, el Ministerio de Relaciones Exteriores realizó un Censo y constató que existe actualmente un millón y medio de brasileños en el exterior. De entre estos, el 38,36% se fueron a EEUU. Japón recibió el 12,89% y Paraguay el 29,54% Europa recibió el 11,19% del total de brasileños emigrantes, Asia el 13% y América del Norte el 39,13% (cf. CAIADO, 1997). Las estadísticas sobre migraciones internacionales captan generalmente apenas los emigran-tes oficialmente reconocidos. Sin embargo, es sabido que los principales movimientos internacionales de personas implican hoy emigrantes en situación irregular.

Globalización y clandestinidad

En el contexto de la economía globalizada, con el neoliberalismo, los mercados se integran dando libre circulación a las mercancías, capitales y servicios. Sin embargo, contradictoriamente, se yerguen cada vez más muros insuperables que tienen por objetivo impedir la circulación de personas. Las mismas desigualdades sociales que propician el desplazamiento de empresas y mercancías de mercados desarrollados hacia los menos desarrollados, se hallan en la raíz de los procesos de circulación clandestina de migrantes en el sentido inverso, o sea, de los países pobres a los países ricos.

Por regla general, las migraciones ilegales son vistas como problema. Medidas de control inmigratorio han sido llevadas a la práctica por los países de inmigración, especialmente en EEUU y en Europa. El tema de las migraciones no documentadas ha influenciado las relaciones bilaterales y multilaterales entre las naciones, incluyendo los bloques (NAFTA, MERCOSUR, CEE, etc.). Al lado de las migraciones clandestinas crece la industria de la inmigración: obtención de documentos falsos, facilitación del retorno de divisas, préstamo de dinero para viaje, entre otros “servicios” (Cf. HUGO, op. cit. ). Investigadores e integrantes de Movimientos de Defensa de los Derechos Humanos han traído a la luz pública pruebas irrefutables del involucramiento de bandas internacionales en el contrabando de personas, especialmente de mujeres y niños. Muchas veces, este tipo de contrabando se mezcla con el tráfico de drogas. No obstante, las medidas de control de la inmigración clandestina crean generalmente problemas a los inmigrantes, y ni de lejos abordan el problema de los infractores, que continúan actuando libremente.

Las migraciones clandestinas son, en suma, el rostro más cruel de la superexplotación del trabajo en el contexto de globalización de los mercados que caracteriza este final de milenio.

Preparando la resistencia en el desierto

El éxodo de los emigrantes y “desplazados” de nuestro continente prepara en el desierto una historia de resistencia. Los migrantes son comunicadores de expe-riencias, de luchas. Enseñan y aprenden. Van tejiendo los caminos de sus vidas en una red de solida-ridad. La migración enseña a romper con las viejas estructuras de control, a enfrentar situaciones nuevas. Los migrantes abren brechas en los muros que se yerguen. Pero hay una amenaza: la dispersión, la pérdida de la memoria, la negación de sí. Ante esto se hace urgente la lucha por la ciudadanía, por la libertad de expresión de la cultura, de la fe. Cruzando las fronteras nacionales, artificialmente construidas, los migrantes se reconocen en la misma lucha, en el mismo secreto, gestando nuevos días. El sueño de Bolívar, como el de Moisés, de juntar el pueblo e invertir la pirámide se halla en marcha. En este momento en el que estamos viviendo el desierto de un proyecto selectivo que desecha a los trabajadores, es hora ya de un nuevo éxodo. Es hora de apoderarse de la tierra, de tomar posesión de nosotros mismos.

BIBLIOGRAFIA

HUGO, Graeme, Migraçôes internacionais nâo documentadas. Uma tendência global crescente, en: Travessia, n. 30, Sâo Paulo, CEM, 1998, pp. 5-12.

“O muro americano”, en: Revista Manifesto, n. Zero. São Paulo, Ed. Manifesto 1997.

SILVA, Sidney A., Costurando sonhos, Sâo Paulo, Paulinas, 1997.

Texto-Base da Semana do Migrante, Sâo Paulo, Serviço Pastoral dos Migrantes, 1997.

 

Wanderluce Pessoa y José Roberval Freire da Silva

Servicio Pastoral de los migrantes, CNBB, Brasil