Mujeres transformando la economía

Mujeres transformando la economía

MAGDALENA LEÓN


La Red Latinoamericana de Mujeres Transformando la Economía, REMTE, se constituyó en 1997, con el objetivo de contribuir a la apropiación crítica de la economía por parte de las mujeres, a través de la generación de ideas, debates, acciones e iniciativas políticas.

Forman parte de la REMTE colectivos de 10 países: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México, Perú, Venezuela; en estos confluyen mujeres urbanas y rurales, organizaciones de base, ONG y académicas involucradas en la construcción del movimiento feminista.

La red comparte amplias iniciativas de lucha contra el neoliberalismo y el «libre comercio», la deuda y la militarización, a las que aporta desde su visión feminista. Está presente en procesos como la Marcha Mundial de las Mujeres, el Foro Social Mundial -forma parte de su Consejo Internacional-, la Asamblea de Movimientos Sociales, la Alianza Social Continental, la Minga Informativa de los Movimientos Sociales, y otros.

La REMTE cumplió ya diez años. Su existencia coincide con un período tan intenso en la realidad de la región, que apenas hemos podido regresar a ver. Las condiciones han variado de tal manera que ahora estamos ya dando pasos en un camino hacia otro modelo económico, en un punto de inflexión que, al fin, nos distancia del neoliberalismo.

Para llegar hasta aquí, ha sido preciso reivindicar la política y reapropiarnos de la economía como países, como pueblos y, muy especialmente, como mujeres. Si el capitalismo y su discurso económico convencional han desconocido el estatus económico de actividades y relaciones que no están en el mercado, en la fase neoliberal se llevó al extremo tal perspectiva. La delimitación de economía y política económica fue tajante: eran parte de ellas los asuntos de corporaciones y empresas, finanzas, comercio, competitividad. Se ha llegado, incluso, a naturalizar la equivalencia entre economía y mercado, proponiendo que aquella sigue un curso evolutivo que nos conduce inevitablemente a la fase neoliberal, globalización incluida. (Hoy hasta se ha inventado la ‘neuroeconomía’ para biologizar las conductas económicas, suponiendo que las neuronas reaccionan según determinados patrones, frente al dinero por ejemplo, para tomar decisiones económicas).

La economía apareció así como un contexto incontrolable, ajeno, al que debemos adaptarnos. A la gente en general y a las mujeres en particular nos correspondía el terreno social, hacia donde fueron derivados asuntos económicos fundamentales como el trabajo, el empleo, la pobreza (a la que ahora se quiere ‘combatir’, paradójicamente, profundizando el modelo).

De su lado, el movimiento de mujeres, por varios factores, había centrado sus esfuerzos en temas vinculados con participación política, violencia de género, derechos sexuales y reproductivos, en los cuales se han registrado avances de significación histórica. La economía no tuvo lugar prioritario en esa agenda, pero los logros señalados nos han permitido interpelarla desde otras bases, desde una visibilidad ganada, desde unas relaciones de poder ya desestabilizadas.

Así, en estos diez años hemos transitado por un escenario cruzado por factores de distinto signo respecto de nuestro estatus como actoras económicas: la disociación entre mujeres y economía impuesta por toda una historia de desconocimiento e injusticias, ahora adquiría el peso neoliberal, pero al mismo tiempo la economía tomaba la delantera en la agenda de los pueblos de la región, y nos habíamos fortalecido como actoras políticas. Resultaba imperativo reapropiarnos de la economía.

¿Qué implica ese desafío de reapropiarnos de la economía? Varias dimensiones están en juego. a) El conocimiento y pensamiento económicos, que tienden a invisibilizar los trabajos de las mujeres, el tejido social subyacente que permite movilizar recursos orientados a atender necesidades de vida, los aportes que generan; se requiere consolidar pensamiento propio, basado en el feminismo como discurso crítico, para que las experiencias de las mujeres sean validadas teóricamente, para visualizar las rutas del cambio -de alcance civilizatorio- indispensable para salir del modelo explotador, depredador e injusto que conocemos. b) Las relaciones económicas, cuyos rasgos de género están presentes desde los niveles personales hasta los mundiales; necesitamos hacer visibles esos rasgos para redefinir relaciones, prácticas e instituciones económicas. c) Los roles de las mujeres, marcados por la desigualdad y la discriminación, que precisamos superar, evitar que se reproduzcan o se reinventen. d) Las políticas y decisiones que determinan el curso de la economía, en las que tenemos derecho a participar convirtiéndolas en herramientas de transformación.

Es un desafío cuyos alcances se han ido definiendo y complejizando en la práctica y en la reflexión internas, así como en las ricas interacciones que se han producido en procesos mundiales y regionales de los que somos parte: el Foro Social Mundial, el Foro Social de las Américas, la Marcha Mundial de las Mujeres, la Campaña Continental contra el ALCA y los TLC -que hoy se centra en la Integración de los Pueblos-, las iniciativas contra la deuda y la militarización.

Aquí la dimensión política ha sido clave, pues se trata de la construcción colectiva de agendas, de la búsqueda de un proyecto político de cambio y de herramientas para llevarlo adelante, de encuentros y alianzas en un marco de diversidades. Es esencialmente política la contestación al poder en sus diversas expresiones, entre ellas el poder patriarcal. Este acercamiento integral a la política incluso ha removido prácticas e imaginarios en el entorno de organizaciones y entidades que comparten estos espacios de cambio. Así, ‘casa adentro’, la agenda feminista ya está dejando de ser asunto de las mujeres, se está convirtiendo en un tema de todas/os.

El marco de la resistencia al ‘libre comercio’ y a sus instrumentos (ALCA y TLC, principalmente) fue decisivo para que se actualice la visión de los nexos entre capitalismo y patriarcado, para que se confirme que es imposible conjugar igualdad de género con modelo neoliberal. No pudo sostenerse por mucho tiempo algún intento de ‘agregar’ género y cláusulas sociales a los tratados comerciales. Los análisis y experiencias en todos los países de la región sometidos al ajuste y la apertura comercial han sido contundentes en mostrar que el modelo ineficiente y depredador impuesto se sustenta, principalmente, en el trabajo subpagado y no pagado de las mujeres, que resulta ser, al mismo tiempo, factor de ‘competitividad’ y garantía para el sostenimiento de la vida.

En este trayecto las alianzas más próximas entre mujeres han seguido un cauce casi ‘natural’: se han dado entre grupos y procesos que asignan prioridad a la economía, que confrontan de manera directa las variadas formas de mercantilización de la vida, que proponen cambios profundos que sólo pueden impulsarse reorientando los objetivos mismos de la economía hacia el cuidado y reproducción de la vida. Así, en escenarios regionales y mundiales actuamos conjuntamente con la Marcha Mundial de las Mujeres, la Vía Campesina y la CLOC, ALAI Mujeres, el Diálogo Sur-Sur, LGBT...

En este desafío de construir otro modelo económico, centrado en la economía para la vida, convergen y adquieren otro sentido las iniciativas y experiencias múltiples que realizan en sus países y localidades los grupos de la Red, y las que se comparten regionalmente. A esa escala, por ejemplo, impulsamos iniciativas de formación, como el reciente curso regional (con fases virtual y presencial) sobre economía feminista, o como la Escuela Mesoamericana de Mujeres. Estamos en el empeño, también, de concluir una propuesta de integración generadora de igualdad, que se asiente de verdad en los principios feministas de solidaridad, cooperación y reciprocidad.

También tienen ese sentido de transformación profunda las acciones de incidencia y participación en política pública: en Ecuador, la REMTE colabora con el Ministerio de Economía y Finanzas en la definición de estrategias de cambio; ya se dio un paso importante con la creación de la Subsecretaría de Economía Solidaria, que reconoce el trabajo de las mujeres y a los hogares como unidades económicas, y plantea como objetivo central la igualdad económica de género. En Brasil, la Red asesora también varios procesos de política económica nacional y local, al tiempo que reflexiona, se moviliza, y promueve proyectos autogestionarios de mujeres. Experiencias innovadoras de economía local se impulsan en El Salvador; en Bolivia y Venezuela los grupos intervienen en los intensos procesos de cambio, buscando el protagonismo de las mujeres.

Son sólo ejemplos que muestran las múltiples facetas de la reapropiación de la economía, que es, a la vez, su transformación para construir una realidad justa y diferente para nosotras y para todos.

 

MAGDALENA LEÓN

Quito, Ecuador