Mundialización de las resistencias
Mundialización de las resistencias
contra el neoliberalismo
François Houtart
Asistimos hoy en todos los continentes a un florecimiento de movimientos sociales, de numerosas iniciativas en los ámbitos económico y social, de reacciones culturales a la desintegración social, que se manifiestan a través de corrientes nacionalistas, regionalistas, religiosas... El campo social se encuentra atravesado a nivel mundial por una serie de sacudidas, que parecieran no tener un vínculo entre ellas.
Es llamativo constatar que, de forma cada vez más recurrente, los fenómenos sociales desembocan en una deslegitimación del sistema económico; ya que el capitalismo afecta visiblemente los intereses no sólo de los trabajadores incluidos directamente en la relación capital/trabajo, sino también de diversos sectores de la población mundial afectada indirectamente por la lógica del sistema económico; es decir, por intermedio de los mecanismos financieros (fijación de precios de materias primas, servicio de la deuda, tasas de interés, fuga de capitales, etc.). No todos tienen el mismo nivel de conciencia, pero el fenómeno se encuentra en progresión, tal como pudo observarse en Seattle, Washington, Ginebra, Praga, etc.
Pero la deslegitimación no basta. Hay que formular alternativas y es preciso decir que, en este ámbito, el florecimiento de resistencias y de luchas no ha producido grandes propuestas que superen la dimensión micro. La caída del socialismo del este europeo y la integración progresiva de la mayoría de los regímenes socialistas a la economía de mercado no contribuyen a aclarar los espíritus. Los nuevos análisis que comienzan a elaborarse en los ámbitos intelectuales no se han encarnado aún en el nivel de la acción.
Para comprender mejor la dinámica contemporánea de las resistencias y de las luchas es preciso recordar de forma sucinta cómo la actual mundialización de la economía capitalista, bajo su forma neoliberal, afecta la situación de las clases populares de todo el mundo, aun de amplios segmentos de las clases medias.
El proceso contemporáneo de mundialización capitalista y sus efectos sociales.
Muchos medios de comunicación social hablan de los movimientos “anti-mundialización”, lo que constituye, de forma consciente o inconsciente, una forma de desplazar la significación del problema. La mayoría de las reacciones que se observan, salvo las de los fundamentalistas nacionalistas o religiosos o incluso la efervescencia pentecostal o carismática despolitizante, no se oponen en nada a la universalización de las relaciones humanas, sino a la apropiación del fenómeno por parte de los poderes económicos.
Características sociales de la mundialización contemporánea.
La mundialización del capital y de las decisiones económicas afecta a amplios aspectos de la vida humana. Sabemos bien lo que esto significa en el plano estrictamente económico, pero es preciso subrayar la penetración de la lógica del mercado en ámbitos cada vez más numerosos de la vida humana como la educación, la salud, la seguridad social, la cultura. Cuando la lógica mercantil penetra estos ámbitos, debilita el carácter de los mismos como derechos humanos progresivamente conquistados a través de luchas sociales; dejándolos así entregados a la solvencia de los individuos. Esta lógica conlleva en sí misma la exclusión de los pobres o, en el mejor de los casos, su reducción a un objeto de asistencia. No es por lo tanto llamativo que, como fruto de la acción de los medios de comunicación, cada vez más gente reaccione frente a esta situación.
Las conquistas que los trabajadores habían logrado, al menos parcialmente, en su beneficio a través de las luchas sociales son hoy objeto de una reconquista por parte del capital. En primer lugar se trata del Estado, atacado por un lado en sus funciones económicas y sociales y reorientado al servicio de los intereses de los capitalistas y, por el otro, de las organizaciones internacionales y de la ONU, crecientemente gobernadas por los organismos financieros y comerciales (Banco Mundial, FMI, OMC) y colonizadas por las empresas multinacionales.
Todo esto se sitúa en la lógica del proceso de acumulación y no es necesario recurrir a ninguna teoría del complot para explicarlo. El neoliberalismo no es más que una nueva estrategia del capital para recuperar su capacidad de acumulación; que es consecutiva a la disminución relativa de la productividad que condujo al agotamiento del modelo keynesiano, y a las nuevas posibilidades del cual dispone para recolonizar las economías de la periferia. Esto permitió acentuar las presiones contra toda tentativa de organizar la economía sobre bases distintas. La aceleración del proceso de acumulación significó una doble ofensiva: por un lado contra el trabajo y por otro contra el Estado. A estos efectos se recurre a todos los medios disponibles, económicos, culturales, políticos y militares.
Multiplicación, ampliación y fragmentación de las resistencias y luchas
Su multiplicación se explica por el aumento del número de las víctimas colectivas que no son solamente aquellas que se encuentran involucradas directamente en la relación capital/trabajo. Las relaciones indirectas que hemos evocado conciernen a centenas de millones de personas que, aunque están lejos de ser conscientes de la relación que les une al sistema económico mundial, no dejan de padecer los efectos desastrosos que éste tiene sobre su cotidianeidad. Las relaciones de causa-efecto son poco visibles y requieren de un análisis y la aplicación de la abstracción a las realidades concretas para poder establecer la relación, por ejemplo, entre el monetarismo y la pérdida de poder adquisitivo de las masas populares; entre los paraísos fiscales y el subempleo.
La ampliación de las resistencias resulta de la difusión de las consecuencias de la mundialización de la economía capitalista. La feminización de la pobreza implica la radicalización de los movimientos feministas; la destrucción y la privatización de las riquezas ecológicas promueve la creación de grupos de defensa del medioambiente; las destrucciones culturales suscitan reacciones defensivas a menudo retrógradas, cuando éstas no están acompañadas de un adecuado análisis.
La fragmentación es el fruto de las separaciones geográficas y sectoriales. Mientras que las bases materiales de la reproducción del capital, sobre todo financiero, que dominó la fase neoliberal de la acumulación capitalista contemporánea, reposan cada vez más en el plano mundial; las resistencias son aún esencialmente locales. Los últimos sucesos han revelado sin embargo una tendencia a las confluencias, aunque éstas son todavía difíciles por falta de recursos, y aunque, por otra parte, internet brinda hoy la oportunidad de nuevas posibilidades de comunicación.
El problema de la fragmentación por sectores constituye una de las consecuencias de la lógica del capitalismo. En efecto, existe un punto de ruptura entre aquellos que se inscriben socialmente en la relación directa entre capital y trabajo y aquellos que no están inscriptos sino indirectamente en esta relación. Si bien los intereses particulares de unos y otros parecen muy diferentes, y hasta opuestos en algunos casos, se encuentran sin embargo en la misma vereda. Al capital le conviene hacer aparecer como antagónicas las acciones de los sectores organizados del trabajo (sindicatos) y de aquellas realizadas por el sector informal o de la economía subterránea. Efectivamente es fácil hablar de privilegios de los primeros en relación a la situación de los segundos (la famosa aristocracia obrera). Los otros sectores, las mujeres, los pueblos autóctonos, los pequeños productores agrícolas o comerciantes, los movimientos ecologistas, las asociaciones culturales, etc., parecen ajenos a las luchas que se sitúan a nivel de las relaciones sociales de producción. Su hermetismo mutuo es funcional a la hegemonía del mercado y a sus expresiones políticas, dado que es más fácil para cada uno de los sectores desarrollar una estrategia de respuestas/represión, que afrontar el desafío de construir un conjunto coherente.
Se suele decir que todas estas resistencias son la expresión de la sociedad civil; pero es preciso señalar que se trata de la sociedad civil “de abajo”. Si bien este concepto fue valorizado por Antonio Gramsci y hacía referencia al lugar de las luchas sociales, ha sido recuperado, ya sea con el objetivo de identificar los actores del campo económico en oposición al Estado o bien para limitar la sociedad civil a todo aquello que es bueno y loable, es decir, las ONGs, las asociaciones voluntarias, las organizaciones religiosas, etc. Para una utilización útil del concepto, es preciso resituarlo en su sentido analítico.
Es cierto que hoy asistimos al inicio de una coordinación multisectorial entre las “sociedades de abajo”. Como ya hemos señalado esto se manifestó a través de diversas reuniones. Entre las iniciativas destinadas a promover esta idea y a profundizarla teóricamente, podemos señalar la reunión llamada “El otro Davos” que reunió en 1999 a cinco movimientos sociales importantes de cinco continentes y a otros sectores: el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra del Brasil, los sindicatos obreros de Corea del Sur, las cooperativas agrícolas de Burkina Faso, el Movimiento de Mujeres de Québec y el de desocupados de Francia. Organizada a instancias del Foro Mundial de las Alternativas, de ATTAC y del Comité contra el AMI, con el apoyo de Le Monde Diplomatique, en la misma participaron analistas como Samir Amín, François Chesnais, Riccardo Petrella, Susan George, Bernard Cassen. Como resultado de la misma fue publicado un libro que ha sido traducido en más de diez idiomas (F. Houtart y F. Polet (ed), El Otro Davos, Globalización de Resistencias y de luchas, México, Valdez y Plaza, 2000; Madrid, Editorial Popular, 2001). Eso fue el preludio de Porto Alegre, donde más de 700 movimientos, 4.700 delegados y más de 15 000 participantes de 122 países se encontraron para decir: Otro Mundo es posible.
Las estrategias de convergencia.
Hablamos de convergencias en plural de manera intencional, dado que es el proceso que mejor parece corresponder a las necesidades actuales de las resistencias y de las luchas a escala mundial. Abordaremos primero los tipos de convergencia y posteriormente de la necesidad de una estrategia.
Los tipos de convergencia.
La propia multiplicidad de sectores afectados por la mundialización contemporánea de la economía capitalista, que corresponde a una nueva fase de su proceso de acumulación, exige una articulación entre las diversas formas de resistencia. De esta situación se deriva la necesidad de una convergencia estratégica con el objetivo de pesar en la toma de decisiones colectivas, principalmente en los ámbitos institucionales. Esto es lo que sucedió de forma embrionaria en las reuniones de la OMC en Seattle, del Banco Mundial en Washington, de la Cumbre Social de las Naciones Unidas en Ginebra, etc. Aún queda un largo camino por recorrer antes de lograr una verdadera convergencia estratégica y, a estos efectos, será necesario construir los instrumentos indispensables a una acción de este tipo como, por ejemplo, un inventario permanente de los movimientos y sus redes que permita, gracias a internet, un conocimiento mutuo sistemático y la organización de los contactos necesarios.
Un segundo tipo de convergencia es el que surge de la diversidad de los puntos de vista y que se manifiesta a través de la creación de alianzas, en base a puntos precisos. En este caso se trata de convergencias tácticas, destinadas a obtener objetivos concretos, partiendo de puntos de vista diferentes. Son por lo tanto temporales y pueden reunir a organizaciones cuyo nivel de conciencia es muy diverso. Pensemos por ejemplo en la cuestión de la deuda del Tercer Mundo, en torno a la cual se movilizaron tanto agrupamientos políticos de izquierda como diferentes iglesias, a veces muy conservadoras.
Estas constataciones nos llevan a pensar que la idea de un solo partido de vanguardia que sería el poseedor de toda la verdad carece de actualidad. Pero esto no significa un relativismo completo, que pondría a todo el mundo en el mismo nivel y daría razón a las corrientes posmodernas para las cuales sólo la historia inmediata de los individuos y la particularidad de las situaciones tiene importancia. Es por ello que debe ser elaborada y puesta a punto de forma permanente una estrategia en función de la definición de objetivos precisos.
Una estrategia en función de objetivos claros.
Hoy se corre el riesgo de una floklorización de lo que se ha dado en llamar “anti-mundialización”, fácilmente ridiculizable y por lo tanto recuperable y divisible. Es preciso darse cuenta de que una actitud de este tipo no es para nada inocente y que sería grave que los movimientos sociales se dejasen llevar en esta dirección. Es cierto que todo movimiento popular es portador de su cultura y que los jóvenes que hoy se movilizan escapan a los arquetipos de las movilizaciones de períodos anteriores, pero las formas expresivas no pueden remplazar el sentido de estas movilizaciones.
Por otro lado, todas las resistencias no son necesariamente anti-sistémicas, es decir destinadas a combatir el sistema capitalista bajo una forma u otra. Ya hemos hecho alusión a los fundamentalistas de diferentes pelajes que reaccionan, a menudo, a los efectos culturales de las relaciones sociales del mercado capitalista, pero que buscan soluciones a sus problemas a través de una restauración cultural. Sucede lo mismo con numerosas luchas que, en la periferia, se refieren a relaciones precapitalistas, como las castas, las etnias, las estructuras patriarcales. Estas luchas implican a poblaciones que no han sido integradas directamente en las relaciones capitalistas y que, empujadas a procesos de empobrecimiento debidos, en gran medida, a la mundialización de la economía (programas de ajuste estructural, supresión de medidas de protección social, producción agrícola destinada a la exportación y caída de precios, etc), reaccionan en función de su imaginario social. En las sociedades del Norte, la atomización de la vida social, fruto de la predominancia del mercado y de su influencia individualizante, reforzada por la cultura del consumo, lleva a ciertas iniciativas a centrarse en objetivos particulares, ciertamente válidos, pero aislados del conjunto.
Es por lo tanto necesario clarificar los objetivos y para esto analizar las situaciones.
Un análisis permanente.
La mundialización de la economía capitalista, bajo su forma neoliberal actual, no puede comprenderse sin el estudio de las relaciones sociales que la caracterizan. De allí la necesidad de contar con un “Estado del mundo visto desde abajo” , que es el actual proyecto del Foro Mundial de las Alternativas. También es necesario tener un buen conocimiento de los movimientos sociales y de sus redes, con el objetivo de poder analizar sus estrategias.
La definición de las alternativas.
Es en este sentido que utilizamos el plural para las alternativas. Ya no es más posible hablar de un único modelo rígido y portador de todas las soluciones. La transición de la organización capitalista de la economía hacia el post-capitalismo es un proceso de largo plazo. Es preciso construir las alternativas colectivamente y de forma permanente en función de un hilo conductor que podríamos llamar, en el sentido positivo del término, la utopía. Ya que, contrariamente a lo que postula la ideología neoliberal, existen alternativas.
Se trata pues de construir las alternativas a diferentes niveles, siendo el primero de ellos el de la utopía; es decir, ¿qué sociedad queremos? Este es el proyecto movilizador, que se refiere a una definición global y colectiva. Incluye una dimensión ética y posee una base plural. No se trata de hacer tabla rasa del pasado e ignorar los aportes del pensamiento y de las experiencias del socialismo. Pero no podemos desconocer todos los aportes realizados por las tradiciones filosóficas y religiosas a lo largo de la historia y según las culturas. Sin embargo, para poder ser realizada a largo plazo, la utopía sólo puede ser post-capitalista. La misma no puede contentarse con un simple arreglo humanista de las relaciones sociales existentes o de las regulaciones propuestas por el neoclasicismo económico o por el liberalismo social.
Sin embargo, para poder concretizarse, la utopía precisa de objetivos a mediano y corto plazo. Éstos se sitúan en los campos concretos de la acción colectiva: económica, política, ecológica, social, cultural... No entraremos en detalles en el marco de este trabajo. Esta precisión no puede evitar un doble principio ya expresado: un análisis de las relaciones sociales concretas y de sus efectos y un objetivo post-capitalista. En función de esto, muchas de las propuestas concretas serán similares a las regulaciones propuestas por aquellos que quieren dar al capitalismo un rostro más humano, pero inscriptas en una filosofía bien diferente. Es la diferencia entre un neo-keynesianismo y un post-capitalismo.
En esta perspectiva, la mundialización de las resistencias y de las luchas será algo más que la simple suma de las iniciativas existentes en el mundo y que ponen de manifiesto la insatisfacción de millones de seres humanos, y pasará a revestir un carácter orgánico. Sin duda estas iniciativas surgen por todas partes, pero no será cualquier tipo de mundialización el que las transformará en eficaces a largo plazo. El camino será largo, pero es posible. Es lo que Porto Alegre mostró y como lo decía Eduardo Galeano en esta ocasión : «Dejamos el pesimismo para tiempos mejores».
François Houtart
Lovaina, Bélgica