Neoliberalismo y guerra cultural
La guerra cultural
Ulrich Duchrow
Desde los Documentos de Santa Fe II (1988) y los documentos secretos de la 17ª Conferencia de los Ejércitos Americanos (1987) es bien sabido que EEUU y sus aliados económicos, políticos y militares en América Latina miran a la ideología y a la religión como el principal campo de batalla en la guerra contra el cambio social (cf. U. Duchrow/G. Eisenbürger/J. Hippler, Total War Against the Poor, New York 1990). Lo llaman la «guerra cultural» por medios «psico-sociológicos», y «conquista de los corazones y las mentes de la gente». Esta guerra les es necesaria, porque ningún sistema de poder, sea económico, político o militar, puede sobrevivir a largo plazo sin legitimidad.
Es menos sabido que esta reflexión es más antigua que aquellos documentos. Tras la quiebra del capitalismo liberal bajo la hegemonía británica en la Gran Depresión (1929) y la primera y segunda guerras mundiales, los ideólogos y economistas liberales se sintieron derrotados y dispersados (en EEUU se llaman a sí mismos «conservadores», la mayor parte de ellos reunidos políticamente en el partido republicano). Se sintieron aislados en el tiempo de la política del «New Deal» en EEUU, ante la «economía social de mercado» europea y la política de la ONU para la emancipación frente a los gobiernos coloniales y el «desarrollo» del «Tercer Mundo» tras la segunda Guerra Mundial. Recientes estudios han mostrado cómo estos intelectuales se organizaron para recuperar la hegemonía ideológica (cf. R. Cockett, Thinking the Unthinkable. Think Tanks and the Economic Counter-Revolution, 1931-1983, London 1994; B. Walpen, Die offenen Feinde und ihre Gesellschaft. Eine hegemonietheoretische Studie zur Mont Pèlerin Society, Hamburg 2004).
El principal instrumento para reconquistar el poder fue la Sociedad del Mont Pélerin (MPS), llamada así por el lugar en que se dió cita la primera vez en 1947. Formó una red transnacional de intelectuales neoliberales que ya habían intentado anteriormente desarrollar medios para conseguir recuperar las ideas liberales. El comienzo fue el Coloquio Walter Lippmann de 1938. En Ginebra, el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales (IUHEI) había comenzado a trabajar contra las teorías «colectivistas» (desde el socialismo al keinesianismo). En el Reino Unido se fundó «Aims of Industry», un grupo de presión en favor de los empresarios partidarios de la libre empresa, así como la «Society for Individualists», el «Progress Trust» y la «Liga Nacional por la Libertad». En EEUU surgió después la American Enterprise Association, en 1943, llamada después «Fundación para la Educación Económica» (FEE), entre otras iniciativas. Fueron fundados también periódicos como «Hombre Libre» y «Fe y Libertad».
El principal impulsor del MPS fue Friedrich August von Hayek. Escribió el libro clave «El camino a la servidumbre» (1944), que fue una especie de catalizador para los argumentos de los neoliberales. Otro actor clave en el MPS fue Milton Friedman de la Chicago School of Economics, que fue llamado por Pinochet para implementar en Chile la primera economía plenamente neoliberal, antes incluso de que Tatcher y Reagan la introdujeran en el Reino Unido y en EEUU. En una entrevista al periódico «El mercurio» (Santiago 19.04.1981) Hayeck mostró qué significa el capitalismo neoliberal para los pobres, para aquellos que no tienen propiedad privada o no tienen trabajo, a saber, serán sacrificados:
«Una sociedad ‘libre’ (o sea, de mercado) necesita una moralidad que en definitiva se reduzca al mantenimiento de la vida, no al mantenimiento de toda vida, ya que podría ser necesario sacrificar algunas vidas individuales en orden a salvar un número mayor de otras vidas. Por esto es por lo que las únicas reglas de moralidad son aquellas que llevan a un ‘cálculo de vida’: propiedad y contrato»
Para contrarrestar esta guerra cultural e ideológica que se lleva a cabo contra los pobres hasta el día de hoy, es crucial desarrollar alternativas teóricas y prácticas. El economista costarricense Franz Hincelammert y yo mismo hemos tomado uno de los temas centrales que tiene un papel estratégico en la crítica del capitalismo neoliberal así como en el desarrollo de alternativas: el tema de la propiedad (U. Duchrow/ F.J. Hinkelammert, Property for People, Not for Profit, London 2004 ; La vida o el capital. Alternativas a la dictadura global de la propiedad, DEI San José 2002). Analizamos las raíces de una economía construida sobre la propiedad privada y los mecanismos del dinero en la Gracia del siglo VIII a.C.; miramos también las formas incipientes de resistencia y de alternativas en las tradiciones bíblicas, la historia del capitalismo moderno y las posibilidades de un nuevo «orden de propiedad» desde abajo, incluyendo los aspectos legales, económicos y sociales. Lo que hace falta es desarrollar una estrategia de reapropiación del pueblo desde una perspectiva poscapitalista. En nuestro libro nos inspiramos en la Biblia, que, sobre la base de la tesis teológica de que la tierra pertenece a Dios (Sal 24,1) y por tanto no puede ser comercializada (Lv 25,23), limita la propiedad a su valor de uso en una economía de «lo suficiente para todos» (cf Ex 16, la historia del maná), y rechaza la propiedad como valor de cambio para la creación de riqueza de sus propietarios. La Biblia prevé también mecanismos de restauración cuando la situación se deteriora (reglamentaciones del sábado y del jubileo, por ejemplo, en Dt 14 y 15). También anima a resistir (Dn 3) y a desarrollar alternativas en comunidades de alianza en el discipulado de Jesucristo (Hch 4,32-35).
Así pues, tenemos sólidos recursos para contrarrestar la batalla ideológica de los neoliberales. Ellos reciben sus bendiciones religiosas tanto de los ataques del cardenal Ratzinger a la teología de la liberación como de los documentos secretos de los ejércitos americanos, de la «teología de la prosperidad» y algunos sectores de los neopentecostales sostenidos por grupos estadounidenses, o de centros pensantes (think tanks) como el «Instituto para la Religión y la Democracia» de Washinton DC con ideólogos como Michael Novak. Pero nosotros tenemos la Torá de la Biblia Hebrea y el Evangelio de Jesucristo en la perspectiva del Reinado de Dios.
Es verdaderamente animador ver que a nivel mundial las Iglesias han comenzado a utilizar estos recursos y a aclarar sus posiciones tanto en sus palabras como en sus hechos. Desde finales de los 90 la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas (WARC), el Concilio Mundial de Iglesias y la Federación Luterana Mundial (LWF) se han embarcado en un «comprometido proceso de reconocimiento, educación y confesión respecto a la injusticia económica y la destrucción ecológica».
En 2003 la LWF declaró en su 10ª Asamblea:
«Como comunión que somos, debemos afrontar la falsa ideología de la globalización económica neoliberal, confrontando, convirtiendo y cambiando esta realidad y sus efectos. Esta falsa ideología está fundada sobre el supuesto de que el mercado, construido sobre la propiedad privada, la competencia irrestricta y la libertad de contratación, es la ley absoluta que gobierna la vida y la sociedad humanas y el medio ambiente. Esto es idolatría y lleva a la exclusión sistemática de aquellos que no tienen propiedad, a la destrucción de la diversidad cultural, al desmantelamiento de las democracias frágiles y a la destrucción de la tierra».
En 2004, en su 23º Concilio General, en Accra, Ghana, el WARC ha hecho una confesión en la tradición de la Declaración Teológica de Barmen contra el nazismo (1934). Es el documento más claro del movimiento ecuménico hasta el momento. Declara entre otras cosas:
«Creemos que Dios es soberano sobre toda la creación. ‘Del Señor es la tierra y su plenitud’ (Sal 24,1).
Por eso, rechazamos el orden económico actual impuesto por el capitalismo neoliberal y cualquier otro sistema económico... que vaya contra la Alianza de Dios por excluir de la plenitud de la vida a los pobres, a los débiles y a la integridad de la creación. Rechazamos cualquier pretensión de imperio económico, político o militar, que subvierte la soberanía de Dios sobre la vida y va contra el justo reinado de Dios».
El WCC en su documento Agape, para su novena Asamblea, en Porto Alegre (Brasil, 2006), escribe:
«Una economía de vida nos recuerda las principales características del cuidado de Dios sobre la vida:
-la generosidad de la economía de la Gracia de Dios (oikononia tou theou) posibilita y ofrece abundancia para todos;
-la economía gratuita de Dios requiere que manejemos la abundancia de la vida en forma justa, participativa y sostenible;
-la economía de Dios es una economía de vida, que promueve el compartir, la solidaridad globalizada, la dignidad de las personas, y el amor y el cuidado hacia la integridad de la creación;
-la economía de Dios es una economía para toda la ‘ecumene’: la entera comunidad de la tierra.
La justicia de Dios y la opción preferencial por los pobres son las marcas características de la economía de Dios».
«En el contexto de la globalización neoliberal, las iglesias son llamadas a expresar pública y explícitamente un compromiso de fe en palabras y en obras... haciéndose solidarias con el pueblo que sufre y con la tierra, y resistiendo a los poderes de la injusticia y la destrucción».
En todos estos documentos las Iglesias se hacen conscientes del hecho de que este tipo de batalla ideológica, que se da tanto en el campo de las palabras como en el de los hechos, sólo puede ser llevado a cabo existosamente construyendo alianzas con los movimientos sociales, con los sindicatos, con todas las personas de buena voluntad de cualquier comunidad de fe. Un signo de esto es el lugar escogido para la 9ª Asamblea del WCC: Porto Alegre. Con esta elección, el movimiento ecuménico está diciendo: hemos abandonado nuestro matrimonio con el poder y con el capital. Estamos con el pueblo que lucha por la construcción de otro mundo en justicia y en paz.
Ulrich Duchrow
Heidelberg, Alemanaia