No diga... Machismo, racismo y antiecología en el lenguaje

NO DIGA...
Machismo, racismo y antiecología en el lenguaje


Si quiere aprovechar la ocasión, ahorrar energías y hacer dos cosas a la vez… no diga: «voy a matar dos pájaros de un tiro»… sino

«voy a soltar dos palomas a la vez»

o algo semejante que a usted se le ocurra, pero algo positivo

y sin agresión a la naturaleza.

Ni siquiera en lenguaje figurado

podemos permitirnos agredir

a la naturaleza con tanta frivolidad…

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Si usted es mujer y alguna vez no puede ejecutar algo (levantar un objeto, empujar algo pesado…) para lo que se requiere más fuerza que la que usted tiene, no diga: «¡un hombre, por favor!»… sino «¡alguien más fuerte, por favor!», porque muchos hombres pueden ser menos fuertes que muchas mujeres, sin ser por eso menos hombres, ni ellas menos mujeres… Y porque para muy pocas cosas la mujer es incapaz si le falta el auxilio del varón…

(sólo para cosas fundamentales…)

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Si un día le salió todo mal, si se enfada, se encuentra sin salidas o alguien le traiciona… no diga: «fue un día negro, estoy negro, el horizonte está muy negro, fue una negra traición…», porque lo negro no es peor ni mejor que cualquier otro color, y porque hay que erradicar

para siempre el racismo agazapado subconscientemente en nuestro lenguaje, que piensa que lo blanco

(y la raza de ese color) es mejor…

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No diga nunca «el hombre» o «los hombres» cuando se esté refiriendo al ser humano globalmente, incluyendo tanto al hombre como a la mujer. Abandone para siempre toda expresión machista de este estilo: «Dios creó al hombre», «el hombre es un ser racional», «el capital debe estar al servicio del hombre»… Diga mejor: el ser humano, la persona humana, o «el hombre y la mujer». Y cuando lea la Biblia en público, atrévase a corregir el lenguaje en este sentido, porque con ello usted no está corrigiendo a Dios, sino al traductor, o al mismo escritor bíblico, que interpretó mal a Dios, porque Dios no es machista…

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Si bautiza a su hijo/a, no deje que en la celebración se le imponga un «paño blanco» para significar -según se suele decir- la pureza de su dignidad humana. El símbolo empleado en la liturgia cristiana no pide eso realmente. Para expresar mejor esa dignidad que el niño/a deberá conservar o mantener a lo largo de su vida, lo propio es que se le imponga un «paño limpio», no un paño necesariamente «blanco». Porque ningún color expresa la dignidad de la persona humana. Todos los colores son dignos. Sólo la «limpieza» del paño de color puede expresar la «limpieza» de esa dignidad que quedará significada mejor con el color mismo del niño (blanco, negro…) o con los colores que para su comunidad étnica expresen la dignidad humana. Pero no acepte que un paño blanco, precisamente por ser blanco, sea símbolo de la dignidad humana…

Y si Vd. es agente de pastoral cristiano, no caiga en el racismo del «paño blanco» y aproveche toda ocasión

para concientizar contra el racismo,

incluso cuando bautice

a niños o niñas blancos…

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Tenga en cuenta siempre que Dios no es masculino, y que con tanta propiedad se le puede decir «Padre» como «Madre», y que buena parte de la mitad de la humanidad está cansada de una visión masculinizada de Dios. El caso de Jesús es distinto, porque él fue efectivamente un varón; sin embargo, cuando refiriéndonos al misterio de la encarnación decimos que «Dios se hizo hombre», cometemos una seria imprecisión, machista, porque el misterio salvífico de la encarnación no consiste en que Dios «se hiciera hombre», sino en que «se hizo ser humano». Al hacerse ser humano, obviamente, debía tener un sexo (y sólo uno), ser de una raza (no de todas), asumir una cultura… El sexo, la raza o la cultura de Jesús hubieran podido perfectamente ser otras, sin que cambiara en nada el misterio de la encarnación. Por eso, expresar ese misterio diciendo que «Dios se hizo hombre» es tan inexacto como decir que para salvarnos

«Dios se hizo judío»,

o «israelita», o «mediterráneo».

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Por supuesto, no cometemos estos errores de lenguaje por mala voluntad, ni por desprecio consciente al sexo femenino o a la raza negra, sino por fuerza de la tradición del lenguaje que hemos heredado, que es estructuralmente machista. Pero hoy, como ya hemos descubierto estas estructuras, tenemos obligación de hacer un positivo esfuerzo por autoeducarnos y por erradicar de nosotros poco a poco esta herencia.

Corríjase Vd., y procure ayudar a los demás comprender esta necesidad, con paciencia y comprensión,

pero con esfuerzo.

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Si Vd. es sacerdote corrija en la celebración de la eucaristía expresiones flagrantemente machistas, como la del ofertorio: «…este pan y este vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre [y de la mujer], que recibimos…», o aquella otra: «el cáliz de mi sangre… que será derramada por ustedes y por todos los hombres [y mujeres] para el perdón de los pecados…». Introduzca lo que hemos puesto entre corchetes, o diga «seres humanos»

o «personas humanas».