Nuestra mundialidad

Nuestra Mundialidad

Pedro Casaldáliga


La gran novedad, pues, de la Agenda en este primer año de un nuevo milenio, es que la Agenda Latinoamericana quiere ponerse mundial. No por oportunismo, sino para responder a «los signos de los tiempos». Lo cual es una orden del propio Jesús de Nazaret y es el dictamen de cualquier sociología que quiera respetar la realidad; esa famosa, ineludible, dura quizás, pero santa realidad, que nos condiciona y nos posibilita.

El mundo se está haciendo uno. Para bien y para mal. Desgraciadamente, por el poder del dinero y de las armas y por la sumisión de la política a esos dos poderes -que de hecho son un solo poder, en manos de muy pocos-, esa unidad mundial es neoliberal, de mercado, de privilegio para la minoría de los señores del mundo y de exclusión para la inmensa mayoría.

En América Latina hemos repetido, sobre todo en las horas más decisivas, que o nos salvábamos continentalmente o continentalmente nos hundíamos. Ahora hay que decir, con un realismo que no puede desmentir a la esperanza, que o nos salvamos mundialmente o mundialmente nos hundimos. Nadie, ningún país, pueden salvarse aisladamente. Hoy más que nunca no somos islas. El mundo ya es nuestra circunstancia: yo soy yo y el mundo.

Evidentemente, nuestra Agenda no va a respaldar la mundialización neoliberal. Para nosotros, para nosotras, esa mundialización de mercado, de consumismo, de privilegio, de exclusión, es un signo de los tiempos al revés; hay que volverlo al derecho (que no será a la derecha precisamente).

La Agenda seguirá siendo latinoamericana, pero mundial también. Abierta al mundo, sobre todo al hermano tercer mundo y al primer mundo solidario. Desde la tierra y el alma de Nuestra América.

Siempre el propósito de la Agenda ha sido latinoamericanizarnos más, asumiendo y propagando las Causas profundas de nuestra Latinoafroamerindia. Sin romanticismos, pero con toda la poesía tanto más necesaria cuanto más crítica es la hora. Sin renunciar a los paradigmas irrenunciables, que hoy creemos más válidos que nunca, porque se imponen hoy una contestación y un compromiso más radicales y más universales. Continuaremos latinoamericanizándonos así.

La latinoamericanidad de nuestra Agenda ha consistido sobre todo en abrazar las Causas profundas de esta tierra y estas gentes que reconocemos como una sola Patria Grande, una y plural al mismo tiempo en sus riquezas naturales y en su prodigalidad humana y en su historia de martirios y levantes y esperanzas.

Esas Causas profundas nortearán también el espíritu de la Latinoamericana-mundial. Las Grandes Causas de la Humanidad, en última y en primera instancia. Esos substantivos mayores de los cuales llenan su mentirosa boca incluso los políticos y las instituciones más cínicos: la Tierra, el Agua, el Alimento, la Salud, la Educación, la Libertad, la Paz, la Democracia (¡otra Democracia, otra!), todos los Derechos Humanos y los Derechos de los Pueblos, la Vida, en fin.

En la defensa de esas causas nuestra Agenda ha destacado siempre también sujetos prioritarios, tanto porque multisecularmente en América Latina y en el Mundo han sido marginalizados, como porque están emergiendo con un protagonismo exuberante y revolucionador: la Mujer, los Pueblos Indígenas, el Pueblo Negro, los Movimientos Populares...

De esa mundialidad así entendida habrá que hacer una actitud, un hábito; una virtud, amasada de conciencia, ascesis, entusiasmo, solidaridad.

Partiremos siempre de nuestro «lugar» y de nuestra «memoria». Creemos que radicarse en la propia realidad cotidiana es el mejor modo de lanzarse a un horizonte mundial y a una neorrevolución histórica. El lugar y la memoria, bien vividos, nutren las raíces y enseñan. América Latina ha aprendido mucho a lo largo de estos cinco siglos de colonialismos y dependencias y oligarquías, y a lo largo de los miles de años que Abya Yala lleva de existencia y de ensueños.

No creemos en las fronteras, aun cuando defendamos tenazmente las identidades. Toda frontera puede reducirse a un límite de obstrucción, pero puede hacerse también un puente de avanzada. La Agenda Latinoamericana ha cantado constantemente con muchos tonos y terquedad la incontenible utopía.

Las Grandes Causas de la Humanidad son para nosotros también Causas divinas. Creemos en el Dios de la Vida, Padre-Madre de toda la familia humana, en todas las Religiones y más allá de todas ellas, macroecuménico su corazón maternal.

Dios y la Vida, por otra parte, son las dos referencias más universales que palpitan en la entraña de la humanidad.

El desafío de esa otra mundialización, que se le presenta a la Humanidad que no quiera suicidarse y a todas sus instituciones, se presenta muy apremiantemente a las Religiones todas. Predicar, practicar, celebrar la otra mundialidad habrá de ser el gran servicio de las Religiones en esta hora. Asumiendo para ello, como ley profunda, como «culto agradable» al Dios Vivo, las grandes Causas de la Hija Humana de Dios.

Hablando de una de esas más emergenciales causas, escribía el poeta García Lorca: «El día en que el hambre haya sido extirpada de la tierra, habrá una gran explosión espiritual, como el mundo nunca la ha visto». Glosando a Berdiaeff, podemos decir con toda razón que esas Grandes Causas de la Humanidad son un problema teológico para todas las Religiones. Muchas voces autorizadas vienen repitiendo últimamente que sólo la unión de las Religiones, convergiendo en la proclamación y en la implementación de esas Grandes Causas, puede salvar del caos la Humanidad y la Tierra.

Para las Iglesias cristianas, que acaban de celebrar los 2000 años de la venida del Salvador Jesús de Nazaret, esa opción es puro evangelio: de conversión, de testimonio, de buena noticia de liberación. En Nazaret precisamente, el 5 de enero de 1964, Pablo VI exhortaba a la concordia y a la justicia invocando al «Profeta de todas las Causas Justas», Jesús, el debelador de los muros de separación, «nuestra Paz».

Seguiremos siendo, pues, Agenda -memoria, utopía, acción- Latinoamericana; pero abrazando a la fraterna Humanidad entera, en la búsqueda de una verdadera mundialidad. En cada rincón de casa y en cualquier vereda del Continente sabremos ver y asumir el Mundo como nuestra Casa Grande, como nuestro camino común.

Desde la Patria Grande a la Patria Mayor, ésta es la consigna de la Latinoamericana-Mundial’2001.