Opción por los pobres 4.0

 

Vigencia y transformaciones de la Opción por los Pobres en el mundo digital

Stefan Silber Universidad Católica de Paderborn, Alemania - Cochabamba, Bolivia

 

Cuando Gioconda Belli inventó, para su novela Waslala, aquel lugar mítico al que llegan los contenedores de basura de los países del norte, ella no podía imaginar que veinte años más tarde este lugar existiría de verdad. Se llama Agbogbloshie, y es un barrio de Accra, la capital de Ghana, donde viven 40.000 personas entre humos de plástico quemado y vapores tóxicos tratando de reciclar la basura electrónica de Europa. Agbogbloshie es descrito como un verdadero infierno ecológico y social, que nos muestra el reverso de nuestra cultura digital. Es a costa del trabajo y de la salud de los niños y jóvenes, mujeres y varones de Agbogbloshie y de muchos otros lugares semejantes en el mundo como nosotros encendemos nuestros celulares.

No es solamente la basura: trabajo infantil y esclavo en las minas de oro y cobalto (y otros minerales importantes), destrucción ambiental por la minería y la producción de energía eléctrica, explotación laboral en la producción de smartphones o teléfonos móviles y tablets o tabletas (y otros productos): el precio de nuestra cultura digital es alto y diversificado. Y lo están pagando, como siempre, los pobres.

Aun en un mundo virtual, la pobreza es real

La revolución digital es una verdadera revolución. Conlleva la transformación rápida y profunda de muchos comportamientos y valores, incluso de políticas y sistemas de poder. La revolución digital tiene el potencial de empoderar a los débiles y de invertir órdenes y estructuras sociales. Presenta nuevas oportunidades de resistencia y de construcción. Como cualquier revolución en la historia de la humanidad, sin embargo, cumple tan sólo parcialmente con sus promesas.

La revolución digital no es el fin del neoliberalismo, y por esto, no es una verdadera revolución. Al menos no es la transformación que el planeta necesita en este momento. Mantiene, y a veces agrava, la división de trabajo internacional y las estructuras de explotación coloniales. Muchas veces las refleja y las recrea dentro del mundo digital: los países y las regiones pobres del planeta y las organizaciones de base no tienen el mismo acceso a internet que las empresas transnacionales. Las nuevas relaciones de trabajo que se crean en o a través de la red, están selladas por la explotación, o se caracterizan por la autoexplotación. Exclusiones por sexismo, racismo, homofobia y otros, no desaparecen, sino que adquieren nuevas características en el mundo digital. Y a veces se profundizan.

Los medios digitales permiten la difusión ilimitada de la cultura neoliberal hasta regiones que hace pocos años todavía parecían periféricas. Se pone en peligro la pluralidad de idiomas y culturas, mientras se imponen valores patriarcales, de consumismo y de menosprecio a todo lo que no se adapte a la cultura imperante.

Aunque se trate de una nueva cultura virtual, las consecuencias las sufren los cuerpos reales de los pobres. Los usuarios de la red global son cuerpos concretos en la vida real, que viven en la carne todo lo que sucede en la pantalla. El mundo virtual no es un mundo separado, sino que influye en la pobreza, injusticia e incluso en la violencia que experimentamos en nuestros cuerpos.

También sucede a la inversa: nuestras resistencias, nuestras luchas por la justicia y los intentos de construir algo mejor, también pueden entrar a ser parte de la vida virtual. Incluso, la red ofrece muchas oportunidades nuevas para organizarse, comunicarse, movilizarse, y para actuar.

El mundo digital nos reta con los mismos desafíos y nos ofrece oportunidades similares que el mundo que conocíamos antes. Lo que revolucionó son los medios de empobrecimiento y de la resistencia. Nos están desafiando a usarlos bien.

El Reino de Dios ya está online

Si existe un mundo virtual, una vida digital, necesitaremos una teología para y desde estos espacios. Lo virtual no es una realidad aislada, apartada de nuestro mundo humano, es la misma humanidad  que creó y que está poblando este espacio digital. Es la misma humanidad que recibió las promesas y el evangelio: es la humanidad de Jesús quien se digitalizó junto a nosotros y está presente, en-carnado, ‘en-virtualizado’ dentro del mundo virtual.

Por ello, la proclamación de Jesús, de que el Reino de Dios se acercó, se traduce hoy en el anuncio de que «el Reino de Dios está en línea». Ya está presente, antes de que habilitemos la primera página «religiosa», porque el Reino de Dios es de los que viven la solidaridad y la esperanza, los que se resisten al maltrato y el hatespeech, los que se oponen al sexismo virtual y el racismo cibernético. Podemos encontrar, entre muchas otras cosas no tan agradables, el Sumak Kawsay y la Tierra sin males en la red, aunque sea, a veces, tan sólo por instantes. Internet ya está salvado, porque la Cruz de Cristo vale de una vez por toda la humanidad, fuera y dentro de la red.

Una Opción virtual por los pobres

Si, por el otro lado, la injusticia y el empobrecimiento también se han extendido al mundo digital, necesitamos para la navegación en la red y la construcción de un mundo virtual más justo, asimismo la virtualización de la Opción por los pobres. Es la herramienta teológica quizás más importante y más vigente en este mundo tan injusto y tan mentiroso al que estamos asistiendo en tiempos neoliberales. Es un instrumento metodológico crucial que no podemos dejar fuera de nuestra teología de lo digital.

Precisamente en este mundo lleno de fake news, de una multiplicidad de verdades alternativas, la Opción por los pobres nos puede servir como un criterio de prueba para diferenciar las noticias: nos permite discernir quiénes se benefician con una noticia, a quién sirve una cierta «verdad» y quiénes deben sufrir sus consecuencias. No puede ser el único criterio, pero sí una ayuda certera para estimar la veracidad de una noticia.

Seguirá siendo importante hacer teología (aunque sea «de lo digital») desde la perspectiva y con la voz de los pobres, considerando, que los pobres, como vimos, se encuentran dentro y fuera del mundo digital. Y parte de la injusticia a la que están sometidos consiste precisamente en el hecho de estar excluidos –económica, técnica o culturalmente– del acceso a este mundo.

Son estos pobres, los presentes y los ausentes, los que pueden tomar la palabra (o usar el hashtag) y los que no pueden hablar, los que deben considerarse sujetos de una teología liberadora «de lo digital». El desafío para las personas que hacemos teología profesionalmente es el mismo de siempre en la Teología de la Liberación: no debemos arrogarnos el derecho de hablar en nombre de otros, precisamente en el caso de las personas invisibles que han sido silenciadas por gente como nosotros: blancos, varones, «cultos», con título académico, etc.

Es un dilema crucial, que no tiene solución fácil. No se resuelve tampoco si decidimos no atribuirnos la voz de los silenciados. Debemos asumirla con humildad y reconociendo nuestro papel de suplentes.

La Opción por los pobres necesita un update

Nuestras aplicaciones digitales necesitan de vez en cuando una actualización, para adaptarse a nuevos entornos. Para poder seguir sirviendo, es preciso que se transformen, que se apliquen nuevas soluciones e ideas. Lo mismo sucede en la teología, que permanentemente necesita actualizarse, para poder servir. La Opción por los pobres no es una excepción a esta regla.

La Opción por los pobres necesita un update. No es que ya no sirva. Al contrario, para poder seguir sirviendo, necesita integrar nuevas características. Como en los años noventa, cuando la aplicamos a los paradigmas culturales como el feminismo y la interculturalidad, en el presente la Opción por los pobres necesita actualizarse para tener vigencia dentro del mundo digital.

Una primera actualización tiene que ver con la diversificación de esta opción que comienza precisamente en los años noventa: cada vez más estamos viendo con mayor claridad que los pobres tienen rostro individual y pertenecen a diferentes ejes de exclusión. La interseccionalidad del análisis social y cultural debe ampliarse ahora a los entornos virtuales: ¿cuáles son los ejes de deshumanización específicos de este mundo? ¿Cómo se relacionan las exclusiones digitales con el sexismo, el racismo, el empobrecimiento...?

Otro update necesario de la Opción por los pobres también está en marcha ya: los frentes de exclusión se trazan globalmente y tienen vigencia local al mismo tiempo. Esto se agrava en el mundo digital: mientras a través de la red se abren nuevas fronteras de separación y dominación, los usuarios están incrustados en una sociedad y una cultura locales con sus presiones propias. Un influencer del mundo latino puede no valer nada en el mundo anglófono global, mientras al mismo tiempo una persona discriminada en su contexto local puede sobresalir en el anonimato de la red.

Una tercera modificación: debemos fortalecer el análisis de las estructuras de poder y manipulación. Estas estructuras se presentan con características diferentes en el mundo virtual. En primer lugar tienden a disfrazarse y ocultarse todavía más que en la vida real. A través de fake news y otros medios de desinformación política, pasan inadvertidas o falsificadas. En mi criterio, los estudios decoloniales tienen mucho que decir en el análisis de la manipulación encubierta. Es por esto muy importante abrir un diálogo profundo con ellos para practicar más eficazmente la Opción por los pobres.

Otro eje de actualización tiene que ver con las amplias amenazas de vigilancia y control informáticos, de parte de gobiernos, organizaciones y empresas, que el mundo digital ofrece. Si todos nuestros movimientos virtuales son monitoreados y llegan a ser mercancía codiciada, será cada vez más difícil usar la red como una herramienta útil para la organización de resistencia y vida alternativa. Esta amenaza crea al mismo tiempo una nueva clase de explotación y dominación, ya que nuestras comunicaciones, nuestros datos y hasta nuestras ideas se convierten en recursos que se conceden al postor mayor.

Algo parecido se puede decir en cuanto a las nuevas formas de explotación laboral a través de la red. La división de trabajo se reparte con gran facilidad a los lugares más diversos del mundo y puede seguir las huellas de la peor legislación laboral.

Ingenieros de informática y trabajadores de un call center pueden vivir en cualquier punto a donde llega la red global, y aunque se les pague algo mejor que a sus vecinos y familiares localmente, su sueldo puede ser una miseria en comparación con las ganancias de la empresa y el valor real de su trabajo. Estas formas de injusticia laboral crean nuevas dependencias, jerarquías y desigualdades.

De esta manera hay que integrar muchas características nuevas a la práctica de la Opción por los pobres en nuestra actualidad eclesial. Podemos pensar además en las nuevas formas de guerra virtuales o híbridas y en la amenaza de la deshumanización por el transhumanismo y los cyborgs. Cada nuevo desarrollo técnico nos obligará a profundizar y actualizar una y otra vez nuestra opción.

¿Quiénes faltan?

En todo este análisis, no puede faltar la preocupación por las personas ausentes: ya no solamente hay que preguntarse, quién falta en la mesa, en el aula o en la lucha, sino: ¿quiénes faltan en el mundo digital, porque no tienen acceso a la red? Ahí están los que no pueden pagar para el ordenador, el celular o la conexión. Los mayores que ya no quieren abrirse a este mundo. Las personas sin capacidad mental para hacerlo. Los que viven en los lugares sin conexión virtual.

¿Qué debemos, qué podemos hacer para que no sean olvidados, para que no pierdan sus derechos por estar ausentes? ¿Cómo podemos conseguir que asuman su voz, generen sus propios tuits y difundan sus propios hashtags? ¿En qué sentido debemos convertirnos nosotros e inventar nuevas prácticas (y dejar otras) para dar espacio y cabida virtuales a los que no los tienen? 

Necesitamos construir una red «en la que tod@s quepan». No olvidemos que el Reino de Dios es en primer lugar de los pobres, de los que pasan hambre y de los que viven excluidos del mundo virtual. No olvidemos tampoco que son muchas veces ellos, con su trabajo en las minas, en la producción de energía eléctrica o en el reciclaje, los que nos permiten estar en línea.

¡No desatendamos el mundo 1.0!

Al final de cuentas: existe un mundo 1.0 fuera de la red. Es el mundo original, que no conoce un upgrade: es la única versión que habrá, y está inestable. El mundo 1.0 hace posible y sostiene el mundo virtual: es el mundo de Agbogbloshie, injusto y amenazado.

Nunca nos debemos olvidar de este mundo material y vivo, de flores y amores, que nos permite respirar, comer y dormir. Es en este mundo donde tenemos colocados nuestros ordenadores.