PAISAJES SALUDABLES, COMUNIDADES DE PAZ

 

VIVIAN T. CAMACHO HINOJOSA

NO HAY CAMINOS PARA LA PAZ,
LA PAZ ES EL CAMINO (MAHATMA GANDHI)

Nuestra humanidad acaba de atravesar una pandemia global, la denominaron Covid19. Acabamos de atestiguar el colapso de los sistemas de salud institucionales, sean estos del sector público o privado, nuestros ojos atestiguaron absortos y tristes a través de las pantallas a todos los muertos de tantos países que fueron abandonados delante de estas instituciones, por la propia pandemia sin respuesta y casi desconocida, por el mercadeo del miedo o porque no tenían para pagar la atención de salud. El escandaloso reparto de las vacunas solamente para los países ricos del norte dejando desabastecidos a los países del sur, evidenció la descarada manipulación mercantilista de las corporaciones del complejo médico-industrial-farmacoquímico; llegando a la aberración de las denuncias varios países africanos que han sido tratados históricamente como pueblos sujetos a experimentación de vacunas y otros productos farmaceúticos.
De acuerdo a los aprendizajes que nos ha dejado esta situación extrema, vimos la insuficiencia y el debacle de un modelo monocultural mercantilista y deshumanizado de salud; donde solamente importan costos y ganancias y las personas son otro número estadístico; la situación del propio personal de salud cometiendo suicidio por la causa de la explotación laboral y el estrés excesivo, nos conduce a revisar toda esta estructura pensada para instituciones mecánicas donde el trato deshumanizado y automatizado nos aleja de aquello tan directo que es enfrentar el dolor humano.
La capacidad humana para sobrellevar estas condiciones injustas y renacer la fortaleza y esperanza comunitarias, nos unifica desde la Alegremia y la Amistosofía. La primera nos convoca al cuidado de las A de la Esperanza: Agua limpia, Aire limpio, Alimento Sano, Albergue como vivienda digna, Aprendizaje, Arte y Amor; constituye una herramienta pedagógica popular para reencontrarnos desde los territorios e intercambiar saberes que cuidan la vida. La segunda nos hace coincidir desde el Arte popular ampliamente entendido (danza, poesía, escritura, pintura, etc) para “amigarnos” con la vida desde estos otros lenguajes que expresan la profundidad del sentir humano para sanar colectivamente. Cuando ambas vertientes se juntan celebran la vida naciendo a la “Internacional de la Esperanza”, movimiento en el que confluyen sectores como la Educación Popular, Arte Popular, Salud Popular para construir poder popular en los territorios vivos y organizados. Para recordar que juntos somos fuertes y necesitamos tomarnos las manos para resistir las agresiones neoliberales capitalistas que amenazan la vida entera.
El poder popular organizado transformó pueblos enteros que juntos lucharon por su derecho a una vida digna, por ejemplo Mahatma Gandhi en la India o Martin Luther King en Estado Unidos. Todavía hoy el racismo enloquece, enferma y mata a las poblaciones en situación de alta vulnerabilidad por la injusticia social; por lo mismo es urgente continuar aunando esfuerzos por una vida en paz y con justicia social. Convocando al espíritu del Verbo Esperanzar que con la lucidez de Paulo Freire nos impulsa para accionar desde el “Inédito Viable”, no sabemos qué va a traer el futuro, pero sabemos que debemos unificar posibilidades, recursos, sueños para verlos caminar este mundo en este tiempo. Hoy es posible la Esperanza. Hoy es posible la Vida.
La defensa de la vida constituye en sí misma una lucha de carácter anticapitalista porque nuestras vidas son irrepetibles en esta historia y no tienen precio, es además antiimperialista porque sabemos que somos territorios soberanos que podemos decidir nuestras vidas y defender nuestros derechos sin capataces del norte global corporativo que continúa su sistema de explotación esclavista en el sur global; también se constituye despatriarcalizadora porque es el tiempo de la fuerza femenina, del saber ancestral resguardado en los vientres de ancestras parteras, campesinas agricultoras, tejedoras, artistas cantoras y cuenteras de historias que reproducían la vida, pese a todo el dolor siempre hemos encontrado belleza, es nuestro tiempo de ser Mujeres Sanadoras, de la Salud de la Madre Tierra, de pintar y construir Paisajes Saludables junto a la semilla nativa, el alimento agroecológico, la medicina tradicional ancestral, es tiempo de compartir y repartir porque la madre tierra es abundante para todas sus criaturas.
La fuerza de la diversidad humana, la diversidad cultural, está directamente relacionada al cuidado y protección de biodiversidad; ante el embate monocultural mercantil capitalista que pretende uniformizarnos bajo una cultura modernizante desarraigada individualista occidental, para que todos seamos “consumidores” y la única libertad a respetar sea la “libertad de mercado”; nos rebelamos para respetar nuestras propias identidades territorales, históricas y culturales como pueblos milenarios que hemos sobrevivido el genocidio del colonialismo.
Venimos de todos los colores, de todos los idiomas, de todos los paisajes, venimos con la diversidad que en diálogo de saberes, puede encontrar puentes de complementariedad, para que desde un espacio de amplitud y humildad la ciencia moderna occidental dominante pueda dialogar con la sabiduría ancestral milenaria; ambos tenemos espacios propios de acción y fortalezas, pero también desafíos que enfrentar como humanidad ante la crisis civilizatoria actual; un mundo en guerra, con millones pasando hambre, además de la crisis climática ya en curso.
Es necesario comunicarnos, hablarnos y escucharnos; intercambiar estrategias de lucha y cuidado colectivo; desde el internacionalismo solidario, desde la reciprocidad y cariño compartido por este nuestro paso histórico por el mundo. Los medios de comunicación masiva, medios corporativos vendidos al capitalismo, solamente promueven un mercado gigantesco lleno de falsedad, impostura, vanidad y egoísmo; en cambio los medios de comunicación
comunitarios, todavía sostienen la fuerza de la palabra colectiva, de la organización social territorial, sabiendo que juntos somos fuertes, que necesitamos volver a ser comunidades, no individuos ególatras autodestructivos, sino personas con cualidades y capacidades de renacer la vida y fuerza colectiva en sus territorios pese a todas las dificultades.
Aquella utopía de un mundo de paz, es realizable desde la justicia social, la justicia epistémica para que la academia reconozca y valorice los saberes ancestrales; desde los esfuerzos populares que en las calles todos los días defienden los derechos colectivos.
Invito entonces a soñar, visualizar, vislumbrar aquel amanecer, ¿qué es aquello que pinta un paisaje saludable en tu propio corazón?, ¿cuáles son las actitudes propias que puedes cultivar para ese sueño?, ¿cuál es tu manera de organizarte con el colectivo desde el territorio que habitas?, ¿cuáles son las herramientas que conoces que desarrollan conocimiento práctico que aporta paz, arte y belleza en tu vida?
Como las flores pequeñitas y grandotas, con sus aromas, formas y colores únicos y diversos; así mismo estamos nosotros en este mundo; soñados y sembrados por quienes amaron y cuidaron la vida antes de nosotros; de la misma manera es nuestra responsabilidad histórica cuidar ese hilo de vida y sabiduría para la siguiente generación; aún no han nacido, pero habitan nuestros sueños y también tendrán la fuerza ancestral que hoy nos habita los cuerpos y los territorios. Basta mirar nuestros ojos, mira esos ojos lindos llenos de luz de gente que hoy camina contigo. Hoy es urgente esperanzar este mundo.