¡Patria Grande, libertad!

¡Patria Grande, Libertad!

Marcelo BARROS


Cada vez queda más claro que tenemos que defender las libertades individuales, pero que la raíz de esa libertad es la instauración de un sistema social y político justo y que sirva a la verdadera liberación de las personas marginadas y excluidas por el sistema dominante.

Sin duda, desde el comienzo del siglo XXI, eso está dándose en América Latina, específicamente en algunos países en los que se vive un proceso social y político nuevo y en función de las libertades sociales y culturales de nuestros pueblos. Boaventura de Sousa Santos, científico social portugués, afirma: «América Latina ha sido el Continente en el que el socialismo del siglo XXI ha entrado en la agenda política».

Leonardo Boff afirma: «Es un nuevo proyecto de Patria Grande, como a comienzos del siglo XIX era el sueño de Simón Bolívar, el libertador. Hoy, este proceso revolucionario, aunque todavía incipiente y frágil, está tomando un carácter original y autóctono, inspirado en las culturas de los antiguos pueblos del Continente e inmerso en la comunión amorosa con el universo que nos rodea, del que somos parte pensante y sentiente».

Es importante aclarar: ese proceso no se da de forma igual en todo el Continente. Mientras en muchos países todavía no es institucional ni mayoritario en la sociedad, en países como Bolivia, Ecuador y Venezuela se ha convertido en un proceso político oficial y cuenta con el apoyo y la participación de la mayor parte del pueblo, principalmente del pueblo más pobre y organizado en asociaciones civiles. En Bolivia, se llama «insurgencia indígena». En Ecuador, es conocido como «revolución ciudadana». Pero el nombre que define mejor lo que ocurre de nuevo y de popular en todo el Continente es el que tiene en Venezuela: «revolución bolivariana».

El bolivarianismo se llama así por referirse a la lucha política y a la propuesta liberadora de Simón Bolívar y sus compañeros, al inicio del siglo XIX. Hay algunos países que, aunque no se hayan adherido claramente a ese nuevo proceso social y político, han dado pasos en ese camino. Ello se debe al hecho de que tienen gobernantes más populares y sensibles a las aspiraciones de los más empobrecidos, pero principalmente a la capacidad de organización y articulación de los movimientos sociales y de base. En esa segunda línea podemos colocar a Uruguay, El Salvador, Nicaragua, y a Paraguay en los años del presidente Fernando Lugo. Brasil parecía entrar en esa línea. De hecho, a partir del gobierno de Lula, rompió con la política imperialista norteamericana y se adhirió al ALBA y a la integración latinoamericana. Pero la política económica interna, aunque haya aumentado mucho los programas sociales de asistencia a los pobres y haya conseguido incluso disminuir la pobreza extrema en el país, continúa privilegiando a los grandes capitales, favoreciendo a los banqueros y privatizando hospitales, puertos y aeropuertos. Una política claramente neoliberal no está en el camino bolivariano.

El actual proceso social y político de los países que aceptan dar ese paso nuevo apunta a la liberación de todo tipo de colonialismo, propone la radicalización de la democracia con plena participación popular, y al mismo tiempo al menos inicia una transformación socioeconómica que rescata la propuesta de justicia y repartición social venida del Socialismo, aunque defienda métodos diferentes y nuevos con relación a los regímenes socialistas conocidos hasta ahora en el mundo. La referencia a Bolívar es esencial, como una planta absorbe su savia a partir de sus raíces. Se concreta principalmente en la propuesta de integración continental latinoamericana, evidentemente, hoy realizada de forma y por caminos diversos de los que eran posibles en el tiempo de Bolívar.

Algunos analistas se niegan a identificar el actual bolivarianismo latinoamericano con el socialismo. Dicen que, incluso siendo diferente del capitalismo, el socialismo también privilegia la dimensión económica como la fundamental, mientras el proceso bolivariano se basa en el buen-vivir, noción común a varios pueblos indígenas, y que significa la búsqueda de la vida plena, que debe ser el objetivo de las personas, comunidades e incluso del Estado. En el pequeño reino de Bután, en Asia, el Estado ha asumido como criterio para medir el progreso del país el «índice de felicidad interna bruta» (gross national happiness). Se puede decir que el proceso bolivariano propone el mismo objetivo a partir de las culturas indígenas y autóctonas.

Hoy se vuelve realidad lo que, en el siglo XIX, Bolívar y José Martí expresaron como deseo profundo y proyecto futuro. Actualmente, la Confederación de los Estados de América Latina y Caribe (CELAC) y la Unión de las Naciones del Sur (UNASUR), con el ALBA y sus organismos económicos, culturales y sociales, concretan el ideal de la «Patria Grande», «Nuestra América». Solamente ahora, después de 200 años, nuestro Continente consigue cumplir las tres etapas del proceso de independencia.

1. La liberación del colonialismo

Solamente ahora la mayoría de nuestros países se ha liberado del colonialismo norteamericano y europeo. Todavía hay algunos países que viven esa dependencia colonial, pero los ligados al bolivarianismo ya han roto con la cadena que impedía la liber-tad. Normalmente, los intereses extranjeros en los países se justifican como ayuda económica. Varios de nuestros países han roto con eso. También han roto con la ideología armamentista y guerrera que Estados Unidos impuso en nuestro Continente. Hasta hace unas pocas décadas, con el pretexto de colaborar con la política anti-droga, Estados Unidos tenía varias bases militares en nuestros países. Ecuador, Paraguay y Bolivia han roto con eso. Rafael Correa, presidente de Ecuador, ha declarado: «Estaré de acuerdo con que Estados Unidos pueda tener bases militares en nuestro territorio, si ellos nos permiten tener bases militares ecuatorianas en territorio norteamericano». El bolivarianismo propone otro modo de concebir seguridad social y defensa nacional. Nuestros países se han vuelto multi-étnicos y multi-culturales.

2. Radicalización de la democracia social y política

Aunque de forma todavía incipiente y desigual, los países bolivarianos profundizan la democracia social y política como elemento esencial de ese nuevo tipo de socialismo. Con todos los límites de la democracia formal, la opción de las personas comprometidas en el proceso bolivariano fue ir más allá de las estructuras de la democracia occidental, pero partiendo de ellas y respetándolas. Todos los países que recorren ese camino lo hacen a través de elecciones generales y transparentes. Diversos países experimentan una democracia más civil y popular. La base de ese proceso es la libertad de expresión y participación de las comunidades tradicionales, negros, indígenas y campesinos. En varios países, la noción del Buen Vivir, como ideal de una vida en plenitud, orienta las responsabilidades y deberes del Estado mismo.

Para posibilitar mayor libertad de expresión por parte de las bases, el proceso bolivariano privilegia la educación. La ONU ya ha declarado a Venezuela libre del analfabetismo y por todo el país, círculos bolivarianos de estudio mantienen una formación permanente para las personas del campo y de la ciudad. Ecuador y Bolivia han dado prioridad a las campañas de educación de adultos y los resultados son sorprendentes. Esa campaña de educación puede apoyarse en un mayor cuidado de la salud popular, con la seguridad alimentaria y el derecho a una habitación digna. Algunos países tienen programas especiales para la inclusión social de la juventud.

3. Hacia la construcción de un socialismo verdadero

La tercera etapa del proceso bolivariano apenas ha comenzado. Solamente años después de instalado el proceso, estados bolivarianos pudieron comenzar su lucha contra el capitalismo depredador y caminar en dirección a un socialismo más justo y solidario. La UNESCO y otros organismos internacionales declararon que, de América Latina, Venezuela ha sido el país que ha conseguido superar mejor la desigualdad social y promover la igualdad entre sus ciudadanos. Tanto en Venezuela como en Ecuador y Bolivia, nuevas Constituciones garantizan la reforma agraria, una mayor justicia en las condiciones de trabajo y límites para el capital económico avasallador. El Estado asume la tarea de defender a los más débiles, dándoles derecho a ser ellos mismos sujetos del proceso social.

Bolivarianismo y libertad espiritual

El desafío teológico del Bolivarianismo nos hace retomar de otra forma lo que en América Latina vivimos en los años 90, con la propuesta de una espiritualidad macroecuménica contra el neoliberalismo. Los movimientos bolivarianos y las alternativas concretas que ese proceso ha suscitado (UNASUR, ALBA, Banco del Sur...) son hoy día las prácticas que inciden realmente contra el capitalismo neoliberal colonialista que todavía intenta dominarnos. La mística del Bolivarianismo que está hoy por detrás de estas prácticas y resistencias, es hoy una actualización concreta de la espiritualidad macroecuménica contra el liberalismo actual.

 

Marcelo BARROS

Recife, PE, Brasil