Pobreza y desarrollo en el mundo

Pobreza y desarrollo en el mundo

Informe del PNUD, 1997


Como uno de los mejores "análisis de coyuntura" que podamos hacer de la situación mundial, traemos a estas páginas, resumido a lo esencial, el último informe elaborado por el PNUD, cuya lectura anual aconsejamos a nuestros lectores. Este autorizado informe, sobre la situación de 176 países, ha sido elaborado de acuerdo a un nuevo "Indice de la Pobreza Humana" que incluye cuatro elementos: 1) falta de ingreso, 2) el porcentaje de la población que no llegará a los 40 años de edad, 3) el analfabetismo, y 4) la falta de acceso a servicios de salud, agua potable y alimentación razonable

1. Mundialización: los ricos ganan, los pobres pierden

Con la globalización de la economía hay unos gana-dores, los ricos, y unos perdedores claros, los pobres. Y eso lo dice la ONU. Esto ocurre a nivel mundial -los países subdesarrollados ganan menos que los industrializados- y a nivel individual -en un mismo país los más pobres ganan menos que los ricos-. Para captar la ilusión que se esconde tras la globalización, el informe usa esta metáfora: “la globalización es una marea de riquezas que supues-tamente levanta a todos los barcos; los trasatlán-ticos y los yates navegan mejor, los botes de remo hacen agua y, algunos, se hunden rápidamente”.

Los beneficios de la liberalización del comercio en los próximos años para todo el planeta serán de entre 212.000 y 510.000 millones de dólares. Pero para los 48 países más subdesarrollados supondrá una perdida anual en materia comercial de 600 millones de dólares y 1.200 millones para los del Africa subsahariana. Y hoy en estos países viven unos mil millones de personas. Hace dos décadas estos pobres generaban sólo el 0,6% del comercio mundial; ahora están peor: han bajado al 0’3%.

Otro ejemplo del pésimo reparto de beneficios de la globalización: el Producto Interno Bruto del mundo, considerado como un todo, ha crecido, pero el de 44 naciones subdesarrolladas ha dismi-nuido. Lo mismo ocurre con las inversiones extranjeras: EEUU, Europa Occidental, Japón y parte de China acumulan el 90%, mientras que para el resto del mundo, en el que habita el 70% de la humanidad, queda el 10%.

Las causas de que los pobres sean los perdedo-res son tres: 1) la mala gestión política en el interior de esos países, 2) las condiciones financie-ras y comerciales que les son impuestas, y 3) las reglas de juego internacionales. Las naciones pobres sufren unas condiciones impuestas por la economía mundial; no se benefician, por ejemplo, de la reducción de los intereses de los créditos, incluso tienen que pagar por ellos cuatro veces más que en la década de los ochenta.

2. La pobreza en América Latina: 110 millones de personas viven con menos de un dólar diario

En América Latina y Caribe, para 110 millones de personas, la pobreza ha aumentado, y el 24% de la población vive con menos de un dólar diario. Estos países y los del Africa subsahariana son los únicos del mundo subdesarrollado donde la pobreza ha aumentado. La región latinoamericana, en su conjunto, sigue teniendo el nivel de desarrollo humano más alto de los países en vías de desarro-llo, y 23 de sus 33 países han cumplido o cumpli-rán antes de tiempo las metas de esperanza de vida y escolarización. Pero el 11% de la población de esa región no llegará a los 40 años de edad; 55 millones de personas no tienen acceso a servicios de salud y 110 millones al agua potable. El porcen-taje de la población que vive por debajo del nivel internacional de pobreza (equivalente a un dólar diario) aumentó de un 22% en 1987 a un 24% en 1993.

El ingreso per cápita del 20% más rico de América Latina y Caribe es 19 veces mayor que el del 20% más pobre, lo cual significa el mayor abismo del mundo subdesarrollado entre ricos y pobres. Un ejemplo espeluznante: en México, en 1995 la fortuna del hombre más rico ascendía a 6.600 millones de dólares, equivalente a los ingresos combinados de 17 millones de mexicanos pobres.

Según esto, veamos comparativamente la situación de algunos países del área latinoamerica-na. En Cuba -que ocupa el segundo mejor lugar- sólo un 5.1% de la población sufre una pobreza humana, frente al 35.5% en Guatemala.

Colombia ocupa el puesto 6, México es el siguiente en la relación de menos o más pobreza; Panamá el noveno, y el siguiente Uruguay; Ecuador el 15; la República Dominicana el 20; Honduras el 25; Bolivia el 26; Perú el 28; Paraguay el 30; Nicaragua el 34; El Salvador el 36, y Guatemala el 46. A nivel mundial (176 países), Brasil ocupa el puesto 68, Ecuador el 72, Cuba el 86, República Dominicana en 87, Perú el 89, Paraguay el 94, El Salvador el 112, Bolivia el 113, Honduras el 116, Guatemala el 117 y Nicaragua el 127.

3. La pobreza en el mundo cambia de rostro

Según el informe el pobre de hoy ya no es necesariamente un campesino asiático, como en los años 70, sino posiblemente un africano subsaharia-no o un latinoamericano no cualificado y mal remunerado que vive en la ciudad, y tiene rostro de niño o de mujer más que de varón. También puede ser un refugiado o un desplazado por los conflictos, una persona sin tierra o un habitante de una zona ecológicamente frágil.

Este es el “rostro cambiante de la pobreza”. En 1993 un total de 515 millones de los 1.300 millo-nes de habitantes del mundo que viven con menos de un dólar diario -los llamados “pobres de ingreso”- estaban en Asia meridional y en su mayoría resi-dían en las zonas rurales. Hoy las dos regiones con la mayor incidencia de pobreza son el sur de Asia y el Africa subsahariana, pero lo alarmante del Africa subsahariana (desgarrada, además, por muchos conflictos) es que la pobreza aumenta tanto en proporción como en cifras absolutas.

En lugar de campesinos de subsistencia, los pobres pueden ser hoy más bien trabajadores no cualificados y mal remunerados, por la mundializa-ción y la liberación comercial y del mercado laboral. Los pobres pueden encontrarse más en las zonas urbanas que en el campo como resultado de los cambios demográficos y el éxodo a las ciudades, el menor acceso a los recursos productivos, el aumento del sector no estructurado de baja productividad y la insuficiencia de vivienda urbana e infraestructura.

El aumento de las guerras y conflictos y las crisis económicas y ambientales han creado masas de refugiados y desplazados internos, especialmen-te en Africa, con su consiguiente inmersión en la pobreza.

4. El SIDA es ahora la enfermedad de los pobres

El SIDA ha pasado, de ser una enfermedad de promiscuos y drogadictos en los países industriali-zados, a ser la peor enfermedad de los países más pobres. Hasta ahora estos países subdesarrollados tenían casi en exclusiva enfermedades como la malaria, que da muerte a dos millones de personas al año, y la diarrea, que da muerte a tres millones de niños cada año. Pero el impacto del SIDA, que empezó a dejarse sentir hace diez años, es ahora más devastador en esos países.

Ahora el SIDA está íntimamente ligado a la pobreza, ya que ésta es campo fértil para la expansión de la epidemia. La infección desata un torrente de desintegra-ción social y económica, y de empobrecimiento. De los 23 millones de personas que tienen SIDA, el 94% viven en el mundo subdesarrollado, y la mayor parte de ellos (14 millones) en el Africa subsahariana. El resto (5.2 millones) viven en el sur y sudeste asiáticos.

En algunos países los efectos de la enfermedad son devastadores hasta el punto de que la expecta-tiva de vida ha disminuido en diez años. Para el año 2010 la expectativa de vida en Botswana es de 33 años (frente a los 64 si no hubiera existido el SIDA), y en Burkina Faso es de 35 años, frente a los 61 años en circunstancias normales.

Una situación parecida se produce en relación al aumento de la mortalidad infantil, ya que en 14 de los 22 países del Africa subsahariana, aumentará en 50‰.

Según el informe, también en otros países menos pobres, como Brasil, Tailandia y Uganda, las víctimas del SIDA se concentran en los sectores más pobres de la sociedad.

5. La pobreza empeora la situación de la mujer

La pobreza acentúa las desigualdades que se dan en todas las sociedades contra la mujer por cuestión de prejuicios, negándole la igualdad de oportunidades en su acceso a la educación, el empleo, la propiedad de activos y la toma de decisiones.

En los países subdesarrollados hay un 60% más de mujeres que hombres entre los analfabetos adultos; y la presencia escolar femenina, incluso al nivel de primaria, es inferior en un 13% a la masculina.

El salario de la mujer es sólo tres cuartos del masculino; en los países industrializados la tasa de desempleo de las mujeres es mayor que la de los hombres, y ellas constituyen tres cuartas partes de los miembros de la familia sin remuneración.

El espacio político siempre ha sido monopoliza-do por los hombres, y aunque las mujeres forman la mitad del electorado sólo detentan el 13% de los escaños parlamentarios y el 7% de los cargos en gabinetes nacionales.

En conjunto, los prejuicios sociales, la desigual-dad en la educación, en el empleo y en la propie-dad de activos, hace que las mujeres tengan menos oportunidades. La pobreza acentúa las diferencias de género, y cuando golpea la adversidad, las mujeres suelen quedar más vulnerables.

Según el informe ninguna sociedad trata tan bien a las mujeres como a los varones; la desigualdad de género está fuertemente relaciona-da con la pobreza humana, y esta desi-gualdad no siempre se asocia con la pobreza de ingreso.

6. Disminuye la ayuda mundial al desarrollo

La voluntad internacional de cooperación está en declive, pese a que hay conciencia de que los problemas son cada vez más globales y deben afrontarse como tales. De hecho muchos de los gobiernos de los países avanzados no quieren aceptar que no se puede cerrar las fronteras a la miseria. Walter Franco, director del programa “Proceso de Cambio: el PNUD en el 2001”, afirma que la ayuda privada se concentra -en un 80%- en ocho países, lo que responde a intereses acumulati-vos y “los más pobres de los pobres no reciben nada”, con lo que aumenta el abismo que les separa de una vida mínimamente digna. Eliminar la pobreza es posible como lo fue “eliminar la esclavi-tud”, pero aún “nos falta la voluntad” de lograrlo.

Reconoce que las recetas de la economía tradicional son funcionales, pero insiste en que “el crecimiento no se traduce necesariamente en mejores condiciones de vida y de desarrollo huma-no”. “Si los pobres no tienen espacio para expresarse políticamente es inevitable que los ricos tengan los mayores frutos del crecimiento”, lo cual significa que hay una estrecha correlación entre apertura democrática, participación y desarrollo.

“Como latinoamericano me da profundo horror y vergüenza notar que la región, a pesar de sus éxitos económicos, es una de las que peor se comportan en términos de pobreza”. Según Franco, “A.L. siempre ha sido injusta, con un modelo de desarrollo excluyente y concentrador”, y un modelo político también muy exclusivo “con una élite que utilizaba y utiliza al Estado como instrumento de distribución de ingresos”.

Ahora, Latinoamérica ha pasado de estar en manos de una oligarquía terrateniente a una oligarquía financiera, y “a menos que los grupos dominantes entiendan que políticamente el modelo es inestable y se arriesga a convulsiones sociales, el modelo no cambiará”. Esos grupos “tienen que sentir esa amenaza”, lo que quizás comience a ocurrir con la apertura democrática y la organiza-ción social a nivel popular.

Para el experto el problema de la educación, uno de los más graves de los países latinoamerica-nos, no es tanto cuestión de recursos como de su mala distribución, ya que, como ocurre con la salud, el sistema no provee a las necesidades primarias de grandes masas de población. Igual-mente, muchos estados latinoamericanos “han subvencionado mal” sus economías, lo que unido a la injusta distribución de la riqueza y a la ausencia de una verdadera política fiscal, impide que millones de personas den el salto para salir de la miseria y acceder a las oportunidades de prosperar. “Algunos de esos estados no son más que grupos de amigos que a veces se llaman partidos políticos y se pelean por cuotas de poder, ante una gran masa miserable”.

7. Conclusión: escándalo y esperanza

En la presentación del informe, Richard Jolly, su principal autor, hizo el siguiente resumen: “La pobreza del mundo no es un fenómeno irreversible y en los dos primeros decenios del siglo XXI se puede erradicar la miseria extrema de 1.300 millones de personas de los países subdesarrollados si se toman medidas concretas a nivel nacional e internacional’’. Es la cara optimista del documento.

Es también positivo que en los últimos 50 años se han hecho más progresos que en los cinco siglos anteriores para reducir la escasez de ingresos y el acceso a fuentes de vital importancia como el agua o la sanidad, pero en algunos países se ha retroce-dido ensanchándose la brecha entre ricos y pobres. “Es grotesco que en los últimos 30 años haya aumentado la desigualdad entre los ingresos de los más ricos y los más pobres. En 1960 la participa-ción del 20% más pobre de la tierra en los ingresos mundiales era del 2,3% En 1994 ha descendido al 1,1%”.

Para acabar con esta aberrante desigualdad el informe propone seis estrategias: 1) mayor partici-pación en las decisiones sociales, económicas y políticas; 2) igualdad de derechos para hombres y mujeres; 3) crecimiento económico, 4) mejor acceso de los países pobres al proceso de mundiali-zación; 5) mayor espacio democrático; 6) programas de reducción de la deuda.

Richard Jolly dice que “acabar con la pobreza extrema costaría mucho menos de lo que se piensa. Bastaría con el 1% del ingreso mundial más el 2 a 3% de los ingresos nacio-nales. Con 80.000 millardos de dólares anuales durante una década se puede enfrentar con éxito la lucha contra esa pobreza”. Esa cantidad es menor que la de la riqueza total de los 7 hombres más ricos del mundo.