Poesía, arte, libertad
Poesía, arte, libertad
Paulo Gabriel López Blanco
Libertad, libertad,
abre las alas sobre nosotros
y que la voz de la igualdad
sea siempre nuestra voz.
(Samba-enredo de la Escuela de Samba Imperatriz Leopoldinense – 1989, Rio de Janeiro. Compositores: Niltinho Tristeza, Preto Jóia, Vicentinho y Jurandir)
Toda expresión artística, sea cual fuere su manifestación concreta –danza, cine, artes plásticas, teatro, poesía–, es siempre un gesto creador, nacido del espíritu que nos habita. Y todo gesto creador es, en sí mismo, liberador. El arte encanta, y al encantar, transforma la vida. Palabra dicha con amor, eso es la poesía, afirma Rubem Alves.
Para que exista la libertad, antes debe ser soñada. Los poetas son los soñadores de los pueblos. Son ellos, junto con los místicos y los profetas, quienes, al desatar la imaginación, posibilitan el futuro. Es por eso que místicos, locos, chamanes y poetas atemorizan y hacen temblar al sistema establecido, sea cual sea. Los poetas son peligrosos.
Para soñar la libertad, primero es preciso desearla. Es de la pasión de donde nace el deseo. Vivir apasionadamente la vida, ése es el desafío. Tener una causa por la cual vivir y morir, ése es el único camino para vivir y morir con dignidad.
Los artistas tienen antenas capaces de captar las señales invisibles de los deseos colectivos. Hay en el alma del artista una sensibilidad inexplicable, pero real, que lo convierte en portavoz del pueblo. El falso poeta habla de sí mismo, casi siempre en nombre de los otros. El verdadero poeta habla con los otros al hablar consigo mismo, dice Octavio Paz.
Antes que los sociólogos, los analistas políticos, los economistas o cualquier otro profesional perciban las señales que oprimen a un pueblo, los poetas las adivinan y exponen en sus obras. Ahí está el Canto General, de Pablo Neruda, anunciando lo que después los sociólogos vendrían a llamar «Teoría de la Dependencia en América Latina». Ahí está Castro Alves y su Navio Negreiro, denunciando una sociedad esclavócrata, antes que Gilberto Freire explicase cómo funcionaba en Casa Grande e Senzala. Ahí está Rabindranath Tagore, poeta mayor de la India, inspirador de otro gran poeta, creador de grandes gestos poéticos y políticos, Gandhi. Ambos, almas gemelas de una misma nación, cada uno a su estilo, emprendieron la larga marcha rumbo a la libertad. Escribió Tagore:
- Prisionero, dime, ¿quién hizo esta inquebrable cadena que te ata?
- Fui yo, dijo el prisionero, quien forjó con cuidado esta cadena.
Todo arte verdadero es subversivo. «Está oscuro mas yo canto», escribió Thiago de Mello, y escribe también en la Canción del amor armado:
No quiero hacer un poema.
Quiero encender una estrella
para entretener la esperanza
de Joel, un compañero
que está preso.
Poema que anuncia la libertad en tiempos sombríos, de dictadura y muerte.
Canto mayor de la literatura brasileña, Poema Sujo, de Ferreira Gullar, es un torbellino incontrolable para exorcizar el exilio y anunciar el nuevo día.
La palabra proclamada, el trazo plasmado, la música escuchada y el cuerpo en movimiento rítmico tiene un poder catártico, liberador.
Escucha la novena sinfonía de Beethoven, contempla el Guernica de Picasso, lee la Ilíada de Homero, o el Canto a mí mismo de Whitman, asiste a Dios y el Diablo en la tierra del Sol de Glauber Rocha, y experimentarás la belleza inexplicable, fuente de la libertad interior. Es cierto lo que dice san Pablo en la carta a los Gálatas: La verdad nos hace libres. El arte nos hace encontrar nuestra propia verdad. Y para los que tenemos fe en el Dios de la Vida, Dios es la suprema verdad.
Fue San Agustín quien cantó: Tarde te amé, Belleza siempre antigua y siempre nueva, tarde Te amé. Poesía, belleza y libertad, palabras diferentes para expresar la misma verdad: el Dios Mayor, el Dios de todos los pueblos. Dios es libertad.
Todo sistema educativo debería tener como objetivo primero desarrollar al máximo la creatividad que hay en lo más profundo de cada ser humano.
Educar es libertar. Paulo Freire continúa siendo imprescindible. Decirse, pronunciar la propia palabra, esto es un acto subversivo y liberador. Toda educación verdadera debe educar para la libertad. Eso genera la conciencia crítica. De ahí el miedo de los dictadores, y de todo sistema totalitario, a los artistas y poetas. También los místicos son artistas y por eso peligrosos en cualquier religión que se institucionaliza. No es por acaso que el destino de los profetas, de los místicos, de los adivinos y de los poetas, con frecuencia ha sido un destino trágico: la cruz, la hoguera, el exilio o la prisión.
En este tiempo de tinieblas y tristeza, dictadura del mercado, es preciso rescatar la dimensión de la poesía, la subjetividad subversiva, saber oponerse a la alienación colectiva que el sistema impone, ovejas fuera del rebaño, escuchar la propia alma, hacer el camino más difícil: «no salgas fuera de ti; entra en lo más profundo de ti; es en la interioridad donde se da la verdad», dijo San Agustín –y la verdad nos hace libres y liberadores–. Sólo personas libres pueden liberar. La poesía es siempre una apertura hacia el infinito. Y es por eso por lo que libera. Así cantó el poeta Agustín García Calvo:
Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.
Y también escribió, contra toda tiranía, León Felipe:
Ahora...
cuando el soldado se afianza bien el casco en la cabeza,
cuando el arzobispo se endereza la mitra,
cuando el retórico saca de nuevo el cartabón para medir su madrigal;
ahora...
cuando el político y el sociólogo, el filósofo y el artista
viran hacia la derecha porque parece que va a ganar el tirano,
muchos pensarán que acuñar este poema en español es un mal negocio,
una hazaña sin gloria, un gesto inoportuno y peligroso.
No sé si será peligroso, pero no es inoportuno.
La lucha por la libertad puede ser peligrosa, pero nunca inoportuna.
El poeta brasileño Paulo Leminski anunciaba: la poesía es la libertad de mi lenguaje. Ezra Pound afirmaba que la poesía, por causa de su intenso juego de sonoridad e imaginación, debería ser clasificada en el campo de las artes plásticas.
La poesía, en cuanto lenguaje, busca el máximo de la libertad creativa. Esta libertad –definidora del arte poético mismo– acaba transformándose en la metáfora de la libertad humana, que también se realiza dentro de los límites del aquí y ahora, con su constante proceso de actualización de los derechos de ciudadanía.
Octavio Paz escribió: Desde mi adolescencia he escrito poemas y no he cesado de escribirlos. Quise ser poeta y nada más. En mis libros de prosa me propuse servir a la poesía, justificarla y defenderla, explicarla ante los otros y ante mí mismo. Pronto descubrí que la defensa de la poesía, menospreciada en nuestro siglo, era inseparable de la defensa de la libertad. De ahí mi interés apasionado por los asuntos políticos y sociales que han agitado nuestro tiempo.
Fue Glauber Rocha quien dijo: el arte y la política son cosas absolutas, es necesario escoger y definirse... Yo digo: haz del arte un gesto político, haz de la política un poema verdadero...
Sólo así construiremos ese «otro mundo posible» que los pueblos in-dígenas llamaron Sumak Kawsay, que la Biblia sueña como un paraíso interminable y para todos, y que Jesús de Nazaret, poeta mayor, proclamó como el Reino de Dios, el reinado de la libertad y del amor.
Paulo Gabriel López Blanco
Belo Horizonte, MG, Brasil