Por una renta básica, universal e Incondicional
Por una renta básica, universal e incondicional
Jordi Corominas
La propuesta de una Renta Básica Universal (RB)fue lanzada por los catedráticos Philippe Van Parijs y Robert Van der Veen desde la Universidad Católica de Lovaina en 19851. Se trata de un ingreso mensual que garantice los mínimos para vivir, pagado por los estados y las instituciones mundiales a cada miembro de la sociedad por el simple hecho de ser persona, incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre e independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta.
Con la RB no se pretende cambiar el sistema capitalista, sino más bien racionalizarlo y, en definitiva, evitar su colapso. Piénsese tan solo que una importante porción de lo que cada cual obtiene se debe a mecanismos azarosos y arbitrarios que nada tienen que ver ni con el merecimiento, ni con la contribución individual a la producción social. La RB paliaría los efectos más nefastos e injustos de este casino mundial en el que vivimos de un modo pragmático y respetuoso con la diversidad, pues es una medida que no se funda en una concepción previa de lo que debe ser una vida buena, en un privilegio asociado a ser capitalista o anticapitalista, o a llevar una vida religiosa y no libertina (o a la inversa). En un mundo plural como el que vivimos es muy importante medidas tolerantes que puedan defenderse a partir de ideas y concepciones de la vida diferentes y hasta dispares.
La RB permitiría la adaptación de la economía al progreso tecnológico que hace que disminuya la necesidad del empleo (es muy difícil pensar un mundo en que todos los seres humanos trabajen de manera convencional 40 horas); a la necesidad de conseguir un desarrollo sostenible (evitando crear empleos a la desesperada que impliquen la destrucción del medio ambiente); a la importancia cada vez mayor del conocimiento, el saber y la cooperación (si la producción es cada vez más social entonces la remuneración por el trabajo tiene que ser social, y pasar por la redistribución de renta) y a la necesidad de un reequilibrio mínimo de las rentas mundiales (actualmente las 85 personas más ricas del mundo tienen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial).
Si todos los ciudadanos recibieran la RB se podrían eliminar un sinfín de instancias burocráticas que se dedican a adjudicar ayudas y subvenciones. Supondría una gran simplificación y ahorro administrativo. No habría que «vigilar» que los parados trabajasen ilegalmente, como pasa con las ayudas por desempleo. Se acabarían con muchas picarescas y fraudes ligados a la recepción de subvenciones. Y, por supuesto, se evitarían los daños psicológicos y morales vinculados a la estigmatización social del perceptor de un subsidio condicionado.
Como no habría personas con una necesidad acuciante de trabajar, los salarios tenderían a aumentar. Los trabajos desagradables serían mejor pagados. Nadie se vería obligado a aceptar condiciones deplorables porque no estaría obligado por la necesidad. Favorecería el cambio hacia unas dinámicas empresariales más participativas pues la amenaza del despido dejaría de servir para disciplinar la mano de obra. Haría más factible para muchas personas el aceptar determinados tipos de trabajos que pueden ser demandados e incluso atractivos, pero que por su baja productividad son mal pagados. El autoempleo sería menos arriesgado y tendería a aumentar. El despido, las reducciones de plantilla y la flexibilidad laboral serían menos traumáticas y no se discriminaría entre quienes tuvieran un empleo remunerado y quienes llevaran a cabo trabajo doméstico o voluntario. Las enfermedades provocadas por la miseria, la malnutrición, el stress por despido o falta de trabajo, desaparecían provocando un enorme ahorro de recursos. Seguiría habiendo clases sociales y muchas desigualdades, pero se habría acabado con la pobreza extrema y la humanidad más lacerante.
Para introducir la Renta Básica Universal bastaría aplicar con justicia impuestos que ya existen (un impuesto sobre el consumo, un impuesto sobre los beneficios donde efectivamente el que más tenga más pague y un impuesto sobre herencias) e introducir impuestos mundiales como un impuesto a las transacciones financieras para disuadir las inversiones especulativas y un impuesto mundial sobre el patrimonio para corregir las desigualdades más abismales. Otros impuestos sobre el trabajo, para pagar subsidios, jubilaciones, etc. dejarían de tener sentido pues estas prestaciones quedarían absorbidas por la Renta Básica. Piénsese que ésta transformaría radicalmente los conceptos tradicionales de empleo, desempleo, contrato, jubilación y jornada de trabajo, y que, de introducirse mundialmente, las guerras perderían sus motivaciones fundamentales y las corrientes migratorias dejarían de ser una necesidad de supervivencia.
Ante la creciente mecanización y «volatilización» del trabajo, pasar de una sociedad del trabajo a una sociedad del tiempo libre, a una sociedad que trabaje menos para trabajar todos, es la única posibilidad de dar cabida digna en el mundo a 7000 millones de personas. La RB supondría pasar de una educación orientada a la posibilidad de obtener empleo a una educación que cultive sin discriminación de salario todas las capacidades humanas: humanidades, relaciones personales, capacidad deportiva, habilidades artísticas, etc. Actividades, además, que en su mayor parte exigen escasos insumos energéticos y valores monetarios.
La crítica fundamental a la RB es que su implantación fomentaría el parasitismo, el «no hacer nada». Esta crítica suele partir de una confusión: se equipara el trabajo con trabajo monetariamente retribuido, y al mismo tiempo el no recibir salario con «no estar haciendo nada». Al menos podemos distinguir entre trabajo remunerado (un salario), trabajo voluntario (sin remuneración económica), trabajo doméstico (cocina, limpieza, llevar los niños a la escuela, cuidar familiares necesitados…), trabajo formativo y creador (tocar un instrumento, estudiar una maestría…) y «no hacer nada». Y aún en este despectivo «no hacer nada» habría que distinguir entre actividades lúdicas o muy positivas como meditar, hacer deporte, leer, conversar, descansar, escuchar música, relacionarse afectivamente, relajarse y el tedio y el aburrimiento que a veces provienen de la falta de una educación para el ocio, del culto a la agenda llena y de la dejadez de la propia vida, de nuestro ser personal.
La adicción al trabajo (workalcoholic) está muy bien vista y es incentivada por nuestras sociedades, pero, como toda adicción, tiene consecuencias funestas. Este culto al trabajo, aparte de enfermos, provoca que se culpabilice a los que no trabajan con un salario e incluso a los asalariados cuando, como los domingos, no tienen otra cosa que hacer que ser sí mismos. La RB permitiría efectivamente «no hacer nada» en periodos de nuestra vida, pero si todos tuviéramos la misma oportunidad de no trabajar remuneradamente, de caminar por la playa o visitar enfermos en los hospitales, la base ética para quejarse del «parasitismo» caería por su propio peso. Sólo los involuntariamente empleados podrían tener base para quejarse de que haya gente voluntariamente desempleada y cobrando RB; pero con una Renta Básica Universal no habría empleados involuntarios.
Únicamente en la época moderna ha llegado el trabajo a ocupar el lugar central de la vida política, social y cultural y a tener tanta importancia en las vidas de los seres humanos. «El Trabajo os hará libres» se lee en las puertas del campo de concentración de Auschwitz paradigma de la esclavitud y la inhumanidad. «El Trabajo dignifica» se repite hasta la saciedad, olvidando que la dignidad es un atributo exclusivo de las personas y que, en consecuencia, es el hombre el que puede dignificar el trabajo haciendo de su actividad productiva una extensión de su creatividad y sobretodo haciendo del trabajo en todas sus formas (doméstico, voluntario, remunerado) un medio, junto al ocio y al tiempo libre, de crecimiento personal, satisfacción y realización. En Grecia solo los esclavos y las mujeres trabajaban. Una pequeña porción de ciudadanos libres tenían ocio, skholé, la posibilidad de abstención de las actividades ligadas a la mera subsistencia y de dedicación a la contemplación y a la cultura. La RB extendería esta condición de ciudadanos libres a toda la humanidad.
Del mismo modo que hace apenas unos 50 años la jornada de trabajo era de 12 horas diarias o más y no se pensaba que fuera posible reducirla, se piensa hoy que la RB es una utopía. Lo que realmente es una utopía imposible es el eterno aumento de la producción y del trabajo asalariado. La Renta Básica Universal es una vía posible hacia una alternativa humana a la sociedad suicida en que vivimos cuya dinámica de civilización depredadora no solo amenaza la naturaleza, sino la humanidad de las personas.
______________________________________________________________________________________________
1 Puede encontrarse información muy completa en www.redrentabasica.org Traducido a 14 idiomas, este portal ofrece fundamentaciones y defensas académicas, sociales o políticas de la Renta Básica.
Jordi Corominas
Sant Julià de Lòria, Andorra