Proclama indígena

Proclama indígena

Pedro Casaldáliga
En la Capilla donde fue bautizado
San Sepé Tiarajú


 
Pueblo de los Siete Pueblos,
Pueblos del Continente,
muertos aún vivos.
¡Escuchad la proclama!

¡Indios, Pueblo de los Pueblos
de las mal llamadas Indias occidentales,
benditos Pueblos-Pueblo
con nombre y con futuro!
Indios, hermanos primeros,
padres de esta hija pródiga olvidada
¡América amerindia nuevamente!
¡Maestros inevitables de nuestra harta ciencia fracasada,
profetas esperados de nuestra suficiencia sin salida,
profetas del retorno a la Tierra, al Sol,
a la Luna, al Viento restaurado, heraldos primigenios del Evangelio de los Pobres...!

 
No aceptéis ni proyectos, ni promesas,
ni limosnas, ni lágrimas inútiles.


¡Exigid con recibo de raíces y sangre
el supremo derecho que os cabe!
¡No queráis ser postal televisiva de Presidente o Nuncio,
agenda del Ministro en reportaje
o granja de Autarquí...!
Rehusad ser vitrina arqueológica de fósiles para-humanos,
nombre de calle exótico, deshonra en calle,
río sin memoria,
festiva nostalgia de falso carnaval de un Pueblo víctima!
¡Ni menos queráis ser
historia pervertida de Misión, martirio de un Martirio utilizado,
excusa prostituta de Evangelio...!


Hermanos:
¡No sois menores,
ni muertos, ni ausentes!
Vosotros sois nuestra Causa
(Causa de nuestro llanto avergonzado,
causa de nuestra incólume esperanza).
Los Pobres de Yavé de un Continente,
la flor siempre agostada, simiente rediviva
del siempre Pueblo-Resto,
Pueblos de todo un Pueblo,
cada vez más fraterno en la agonía y la espera
desde las tierras profanadas por el western
hasta los troncos de los pinares depredados;
desde el eterno Machu-Picchu vigilante,
hasta esta Tierra-Piedra.


-Ruina
despertándose
monumento-herida-en-desafío.
Cazados,
tutelados, vendidos,
integrados en el pasto, en el mineral
ahora nuevamente emancipados.


Mártires indefensos
por el Reino de Dios convertido en Imperio,
por el Evangelio convertido en decreto de Conquista.
Víctimas en las masacres que nos llegan con nombre glorioso
en la mal contada Historia,
en la mal vivida Iglesia.


¡Santa María de la infeliz victoria!
¡Oh triste catedral de Porto Alegre,
asentada sobre las patrias cabezas degolladas!
Mártires-siempre-mártires.
Y sin embargo
siempre sobrevivientes
siempre prototipo fecundo de la estatua humana.


Descalzos del Consumo que nos consume a todos vorazmente;
desnudos de esa propiedad privada que nos priva de ser fraternidad;
gloriosos marginados de este Progreso monstruo
que suplanta al Hombre, a la Naturaleza, a Dios...


Hermanos de los Siete Pueblos,
Pueblos del Continente,
muertos, aún vivos!
Hermanos de todo tiempo,
del ya perdido nombre,
de la sangre nuevamente reclamada;
raíz de nuestra historia presentida,
santos de nuestro Canon recobrado en la noche:
Rogad por nosotros,
valednos ante Dios
ahora que despunta el Nuevo Día.
(¡Uníos a su coro,
penitentes por nosotros, sangre por sangre,
Roque, João, Alfonso, Rodolfo, João Bosco...!)
Venid en nuestro auxilio,
los de ayer y los de hoy,
Sepé Tiarajú, Simão Bororo.
¡Venid a pacificarnos!
¡Integradnos en vuestra libertad!
Celad las hogueras crepitantes aún en las aldeas!
¡Rogad por nuestro CIMI, perseguido en el Templo y en el Pretorio!
¡Rogad por nuestras vidas sin arco y sin estrellas!
¡Dadnos aún un plazo de Danza
y de Evangelio...!


¡Escuchad la proclama,
atended nuestras preces!
Sed nuestra Causa salvadora!
¡Sed la urgente necesaria Utopía!
¡La nueva inevitable Esperanza de todo un Continente!
El prólogo
nativo
indispensable
de la Buena-Nueva del prístino Evangelio
del Señor Jesucristo!