Propuesta de los cien
Propuesta de los cien
Sabemos que casi la mitad de los bosques tropicales del mundo han desaparecido; que la Tierra pierde entre 16 y 20 millones de hectáreas boscosas por año y que cada hora una especie viva se extingue; que para el año 2000 tres cuartas partes de los bosques tropicales de América habrán sido arrasados y que, probablemente, perderemos el 50% de sus especies. Lo que a la Naturaleza le costó crear millones de años, nosotros lo habremos destruido en poco más de cuarenta años.
Latinoamérica tiene mucho que salvar: de los 900 millones de hectáreas de bosques tropicales de la Tierra, ella tiene un 58% (Brasil es depositario del 33%). Panamá posee tantas especies de plantas como Europa. La reserva peruana de Tambopata es el hábitat de pájaros y mariposas más grande del mundo. Las plantas y animales que se hallan en los tepuis de Venezuela son verdaderos tesoros naturales. Y por la cuenca del Amazonas no sólo fluye la quinta parte del agua dulce de la Tierra cada día, sino que en su selva se encuentra también la quinta parte de las especies de pájaros del planeta. México y Colombia son dos de los cuatro países con mayor diversidad de flora y fauna en el mundo.
Queremos concentrar nuestras propuestas en unos cuantos puntos. El primero es el de la protección de nuestras selvas tropicales y bosques, amenazados de destrucción desde los bosques de lenga en la Tierra del Fuego, Chile, hasta los bosques vírgenes en la sierra de Chihuahua, México.
Debería prepararse un Pacto Amazónico entre los países sudamericanos que comparten el ecosistema más rico y complejo de la Tierra y su banco genético más vasto, la Amazonia. La sola posibilidad de ver este patrimonio natural de la humanidad, y de los pueblos latinoamericanos en particular, convertido en humo y en un erial, nos parece intolerable. Una pérdida ecológica de esta envergadura sería un desastre para todo el planeta, pues la vida no tiene fronteras.
Debe negociarse un acuerdo para proteger a la tortuga marina en su ruta migratoria, ya que si ninguna nación por sí misma puede conservarla efectivamente, una sola puede acabar con ella. Un convenio básico reconocería la naturaleza migratoria de la tortuga marina a lo largo del Pacífico Oriental, de Chile a México, y por las costas del Caribe y del Atlántico.
Respecto a las aves migratorias, el corredor de migración más poblado de América atraviesa la parte oriental de México, cruza América Central y desemboca en la Amazonia. Una enorme concentración de pájaros sigue esa ruta cada año. Otro pasillo importante baja de Canadá por el Pacífico, y hay especies que llegan hasta el sur de Chile y Argentina. No hay país latinoamericano por el que no haya migraciones mayores de aves, como la del tordo migratorio, el halcón peregrino, la de la cerceta aliazul clara, la aguililla migratoria mayor y la de los playeros y zarapitos. Consternados ante el peligro de la desaparición de la biodiversidad de nuestro Continente, pedimos la protección de las aves migratorias a través de a promoción de santuarios en los países que están en las rutas o son el destino eventual de esas especies, dejando a cada país la determinación de cómo lo hace. Los hábitats que deben protegerse son humedales, islas, bosques, praderas, desiertos y playas.
Cada año se vierten millones de toneladas de desechos tóxicos en América Latina, que se ha convertido en el lugar predilecto para el traslado de basura peligrosa de las compañías estadounidenses, europeas y japonesas. El 78% de los desechos proviene de Estados Unidos. Los destinos más frecuentes de esa basura son los países del Caribe, Centroamérica, Brasil, Argentina y México. La mayor parte de esa basura consiste en desechos nucleares, sustancias químicas, líquidos tóxicos, cenizas de incineradores, restos de minerales, lubricantes, pinturas y lodos de alcantarillado. Este tipo de comercio va en aumento; muchas veces se recubre bajo el nombre de «reciclaje» y es ilícito, ya que deja residuos venenosos en el medio ambiente y hace peligrar la vida humana y el entorno físico de nuestra flora y fauna por decenios. Pedimos que se prohiban en todo el Continente el tráfico y los movimientos fronterizos de desechos tóxicos y nucleares y se legisle nacional e internacionalmente sobre ellos. Nuestras legislaciones y normas deben ser iguales a las más estrictas de los países desarrollados. América Latina no debe convertirse en el basurero tóxico del mundo industrial.
En el mapa terrestre podremos delinear otro mapa: el de las selvas y bosqes que delante de nuestros ojos desaparecen para siempre. Y en ese mapa de deforestación y depredación, podemos aún delinear otro mapa: el de los grupos humanos amenazados por la destrucción de su medio ambiente. En él se encuentran los Yanomami y los Apinaye de Brasil, los Aché de Paraguay, los Yaguas y los Amuesha de Perú, los Mískitos de Nicaragua, los Guaymí y Kuna de Panamá, los Mayas de Guatemala, los Páez y Guambiano de Colombia, los Mapuches de Chile, los Lacandones y Tarahumaras de México, los cuales son afectados por la tala inmoderada y la ganadería extensiva, los asentamientos de colonos y los desalojos forzados de sus tierras por intereses mineros, madereros, ganaderos, por la esclavitud económica, la apertura de carreteras y la construcción de presas hidroeléctricas y complejos turísticos.
Isabel Allende (Chile), Mario Benedetti (Uruguay), Luis Cardoza y Aragón (Guatemala), Carlos Fuentes (México), Gabriel García Márquez (Colombia), Augusto Monterroso (Guatemala), Juan Carlos Onetti (Uruguay), Octavio Paz (México), Augusto Roa Bastos (Paraguay), Ernesto Sábato (Argentina), y otras, hasta cien firmas más.
Latinoamérica tiene mucho que salvar: de los 900 millones de hectáreas de bosques tropicales del mundo, ella tiene el 58%. Panamá posee tantas especies de plantas como Europa.
América Latina se ha convertido en el lugar predilecto para el traslado de basura peligrosa de las compañías estadounidenses, europeas y japonesas. El 78% de los desechos proviene de Estados Unidos.