Protección del Medio Ambiente y lucha contra la pobreza

Protección del Medio Ambiente y lucha contra la pobreza
 

Ender Rodríguez


América Latina, dolida, sufrien­te, con las venas abiertas todavía, pareciese desde los mandos gubernamentales dar la espalda a su propia historia, al Tahuantin­su­yu, posiblemente su alternativa utópica de liberación. Y precisa­mente hoy, sabiendo...

◊que Brasil carga el más desastroso de los ecocidios sobre sus bosques amazónicos (defores­tados par sacar oro, madera...), según informes de la ONU;

◊que Venezuela sigue sobreex­plotando, negociando (regalando) su petróleo en más de 2 millones de barriles diarios, mayormente hacia el extranjero;

◊que México se apunta el cuarto lugar de países con más personali­dades de multimillonarios a costa de Pueblos enteros marginalizados (¿Chiapas?);

◊que Argentina ocupa el núme­ro 27 de países con mayor emisión industrial de CO2 en 120 millones de toneladas, destru­yendo la capa de ozono desde el sur; y, en fin,

◊que los grandes señores han hecho de Latinoamé­rica: Materia Prima, Mano de Obra e Inversión Transnacional, todo según sus intereses.

Muy a pesar de eso, proclama­mos la grandeza de nuestros Ayllus sobrevivientes, nuestra resistente cultura afro-amer-india, nuestras raíces tercas en la tierra, en Llacta Mama. Porque nuestros Pueblos tradicionales han sabido y saben vivir sin estropear el mundo. Saben sembrar, pescar, recolectar, cazar, tallar, construir, amar y sobre todo amar en comunidad.

¿Necesitamos acaso ser tan eficientemente competitivos para la economía del mercado que deje­mos de amarnos los unos a los otros como milenariamente nos enseñaron nuestros abuelos indios?

¿Tendríamos que embasurar la biosfera toda, disfrazarnos de robots o matarnos en las absurdas guerras, para alcanzar el «honor» de llamarnos civilizados?

¿No han visto nunca a un yano­mami, desnudo, con su chinchorro de bejucos al hombro, sonriente bajo la luna, sonriente cuando lo miran, sonriente cuando trabaja, sonriente cuando despierta y sonriente hasta cuando Dios baja por las lianas a llevárselo hasta el cielo? ¿Será que está feliz? Y sin tomar siquiera una Pepsi-cola.

¿No podríamos acaso volver al trueque como filosofía de vida, donde el zapatero, el albañil, el herrero, el agricultor y todos intercambiaran sus productos mutuamente?

¿No podremos hacer nuestras viviendas artesanalmen­te? ¿Por qué no hacemos de las escuelas unos talleres para cons­truir nuestra conciencia, donde aprendamos primero a ser nosotros mismos y después, a aprender lo del vecino?

¿Quién dice que vayamos al Banco Mundial o al FMI si podemos también hacer un trueque de países latinoamericanos? ¿No tenemos acaso hierro, cobre, aluminio, petróleo...?

La más profunda raíz del pro­blema latinoamericano está en el desarraigo cultural de nuestros países. Queremos ser gringos, pero sin ser indios. Entonces, la mejor idea de reconciliar los problemas de la pobreza y el medio ambiente es afirmar y luego fortalecer las culturas tradicionales de nuestros Pueblos (porque es hermoso ser yanomami o ser yoruba y ser latinoamericano!).

No pretendamos ser países superindustrializados, porque no nos interesa. El planeta no es capaz de aguantar otro «primer mundo». ¿Qué sería de los mares, los bosques, nuestra Llacta Mama...? ¿Qué pasaría si cada chino o hindú pudiera derrochar los recursos como los norteamerica­nos? En EEUU se gasta más ener­gía eléctrica con los aparatos de aire acondicionado que en toda China(!)...

Los latinoamericanos somos millonarios en energías alternati­vas como la Biomasa de nuestros bos­ques tropicales; la energía solar a tiempo completo; la energía eólica que sopla desde México hasta Argentina; la energía hidráu­lica de nuestros ríos todavía lim­pios, etc. Somos capaces de pro­ducir gas para cocinar a partir del excremen­to de los animales (búfa­los, cer­dos...) como hacen mu­chos campesinos colombianos. Tam­bién podemos criar llamas, usarlas para tejido o comida, como hacen los bolivianos. De hecho podría­mos levantar un país si quisiéra­mos, y es más: a partir de nosotros mismos. ¿No lo intenta­ron acaso los paraguayos? ¿Por qué no so­ñar un nuevo Tahuantin­suyo latino­americano? ¿Acaso en la India no fue el gran Mahatma Gandhi quien planteó como la más fundamental lucha para liberar a su Pueblo el «volver a su propia cultu­ra»?

Muchos científicos, humanis­tas, ecologistas, naturalistas, etc., de los mismos países industria­li­zados incluso, premios Nobel alternativos... han dicho que la pobreza del llamado tercer mundo ha sido querer intentar y desarro­llarse siguiendo el modelo del capitalismo neoliberal. Muchos dicen: el modelo «salvaje» del capitalismo... y está mal dicho, porque sería ofensivo compararlo de esa manera con nuestra más pacífica y maravillosa aldea natural, ¡la selva! Podríamos en tal caso cubrir las posibles limitacio­nes de nuestras mismas culturas tradicio­nales con los aportes científicos y tecnológicos más acertados de las culturas univer­sales, incluida la de Occidente (pe­ro con criticidad, por supuesto).

Sin embargo, todas las culturas humanas, sin excepción, necesitan moldearse por un espíritu de frater­nidad universal y transcender hacia «lo Uno», hacia el «Tú Total».

Desde esta opción fundamental nace Causa Amerindia Kiwxi, un proyecto solidario con los Pueblos indígenas de Venezuela en Vene­zuela, que busca la afirmación y el fortalecimiento de las frágiles culturas amazónicas.

Creemos que estos Pueblos han vivido milenariamente desde el más esencial de los valores: la vida. Estamos varios jóvenes volunta­rios, jesuitas, y otros aliados com­prometidos en esto. Sólo apoya­mos la organización pues, el indio sabe que organizarse es recatarse por dentro como cultura.

En Causa Amerindia estamos vivenciando sus propios valores como el mejor modelo de sociedad utópica a seguir:

Todo es de todos. No existen niños huérfanos o hambrientos. La convivencia pacífica es el ma­yor símbolo tribal. Los niños aprenden a ser hombres ha­ciendo del trabajo una diversión. Se come abundan­temente, se­gún las épocas, pero siempre hay comida para todos y además sin pagar. Los ancianos son quienes resisten a perder su más digno tesoro: la cultura. Cada gesto tiene un sentido, cada co­sa tiene un significado pro­fundo y las leyes sociales son los sen­timientos puros.

Estos son los Pueblos que nos enseñarán a recobrar el sentido hermoso de nuestra naturaleza humana quizás, sometida al caos total.

Esta sabia organización cultural podría generar en nuestros países un sueño utópico que pudiese ser compartido latinoamericanamente para que nos guíe, los posibles ca­minos de la Nueva Sociedad y, más aún, de una Nueva Humani­dad.

 

Ender Rodríguez

Voluntario de «Causa Amerindia»