Puerto Rico: A cien años de la invasión

Puerto Rico: A cien años de la invasión

Martín CRUZ SANTOS


La humanidad de los albores del siglo XXI y de un nuevo milenio es protagonista de una etapa del desarrollo histórico caracterizada por la mundializa­ción: la ampliación de la interdependencia, la era de la informática, el tiempo de los desafíos en la búsqueda creativa de nuevas formas de conviven­cia humana planetaria, de la superación del imperialismo, el (neo)colonialismo, el racismo y cualquier otra lacra impuesta a la humanidad por los poderosos del mundo en los últimos 5 siglos.

Al hacer balance de los logros y las limitaciones del quehacer histórico en el siglo que se despide, la mayoría de las naciones latinoamericanas conmemorará sus gestas liberadoras contra el colonialismo europeo en América en el siglo XIX y sus repercusiones en el presente. Tras siglos de domi­nación foránea nuestros pueblos conquistaron mediante luchas tenaces la primera independencia, la política, la descolonización; todavía se lucha por la verdadera emancipación y la autodeterminación en el marco de la interdependencia en un mundo cambiante y aún repleto de desigualdades sociales, nacionales e internacionales.

Puerto Rico, nación caribeña que resiste y lucha, conmemorará en el año de 1998 cien años más de coloniaje, que junto a los 493 de resistencia bajo el dominio de España, suman dolorosamente un balan­ce de 505 años sin ver el amanecer en una nación soberana y unida a la comunidad de los países libres del mundo. Aislada por España de las luchas de emancipación del Continente Americano, debido a las ventajas geopolíticas y militares que esta isla caribeña representaba para la entonces débil potencia europea, la nación portorriqueña permaneció colonizada mientras los otros pueblos hermanos alcanzaban la independencia.

Al mismo tiempo ya el “destino manifiesto” de la política imperialista de EEUU sobre Puerto Rico estaba echado. En 1861, Charles Seward, Secretario de Estado de EEUU, lo había expresado: “Estados Unidos tiene una política tradicional con respecto a las Islas de Cuba y Puerto Rico. Es en vista de la vecindad de dichas islas a nuestras costas que EEUU han considerado su derecho y su deber impedir que dichas islas pudieran caer en manos de una potencia hostil. EEUU ha alimentado constantemente la creencia de que algún día pueda adquirir estas islas por medios justos y legales” (Wilfred Havel y Callcott, The Caribbean Policy of the U.S., (Baltimore, USA, 1942, pág. 36). Los “medios justos y legales” (inspirados probablemente en “El Príncipe” de Maquiavelo) fueron puestos en práctica treinta y siete años más tarde en el contexto de la denominada Guerra Cubano-Hispano-Norteamericana.

El 25 de julio de 1998, por mero designio imperialista de EEUU y sin consultar de mono alguno a nuestro pueblo, a fuerza de cañones acompañados de elocuentes y contradictorias proclamas de libertad y de respeto a los derechos de los puertorriqueños, escritas y pronunciadas en un idioma extraño, nos invadieron las tropas militares, bajo el mando del General Nelson A. Miles, con el objetivo de sustituir el vetusto régimen colonial español por otro que se ha prolongado hasta las postrimerías e este siglo convirtiéndose en anacrónico.

Desde entonces, EEUU ha tratado por todos los medios imaginables de destruir la identidad cultural de un pueblo que cuando fue invadido ya era una nación sociológicamente definida que le había arrancado a España en 1897 un gobierno insular autonómico; limitado, sí, pero propio. La invasión trajo consigo un plan sistemático de transculturación en diferentes aspectos: la sustitución del idioma español por el inglés (fracaso principal del invasor, pues la mayoría del pueblo no es bilingüe, sino que habla español), el sistema de instrucción (no educación) al estilo de EEUU, el sistema judicial, la religión, el deporte, la economía y, como si esto fuera poco, la aberrante imposición de la ciudadanía estadouniden­se en el año 1917 (los puertorriqueños somos nacionales de Puerto Rico y ciudadanos estadouni­denses, por tanto, extranjeros en nuestra propia tierra). Muy bien interpretó y desenmascaró esa táctica el máximo exponente de la lucha de afirmación nacional en esta centuria, Cr. Pedro Albizu Campos (1891-1965): “Cuando un pueblo quiere anular a otro pueblo, lo primero que hace es anular la ciudadanía del pueblo que quiere destruir”.

Además de la ciudadanía antinatural, se nos impone el uso oficial de la bandera de EEUU junto a la nuestra -que el 22 de diciembre de 1995 cumplió su centenario y a la vez recibió el “sacramento de confirmación” administrado por la inmensa mayoría del pueblo puertorriqueño que hoy ve en ella el símbolo de la unidad, tras haber pasado décadas de ser vista como emblema separatista, luego, afirmar la bandera era motivo de persecución, cárcel y muerte-; ambas juntas son consideradas las “bande­ras oficiales” del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, nombre al que responde el estatus actual de subordinación política y económica de Puerto Rico, que no por casualidad fue fundado un 25 de julio, esta vez en 1952; juego sicológico y político de analogías de fechas y de hechos históricos y políticos para que el pueblo sustituya (y si fuera posible borre) en su memoria colectiva el acto de guerra de 19898 por la imposición jurídica de 1952.

Nuestra realidad política, económica y social es compleja, sumamente difícil de analizar; a simple vista parece que tenemos una economía próspera y desarrollada, porque formamos “comunidad de intereses” con EEUU. Pero la verdad tras esa vitrina es otra. el colonialismo y la dependencia económica hacia la metrópoli dominante, basada en la inyección económica de capital estadounidense y el asisten­cialismo gubernamental, impiden un desarrollo que responda a nuestros propios intereses y necesidades. He ahí la causa de la pobreza, del desempleo, el narcotráfico, la criminalidad y muchos otros males sociales. Asimismo, carecemos de poderes sobera­nos para regir la política nacional (el Congreso de EEUU ostenta entre otros poderes: tarifas e impuestos de aduana, relaciones exteriores, ejército, moneda, embarques y fletes, espacio aéreo, aviación y fletes, comunicaciones externas, migración e inmigración, límites marítimos y guardia costanera, comercio exterior e interior, etc.).

No obstante, estamos en pie de lucha, la concien­cia nacional se acrecienta, marchamos a veces lentamente, en ocasiones el paso se aligera. El año 1998 será crucial en la historia puertorriqueña. A cien años de la invasión militar estadounidense, el consenso es claro, una gran mayoría del pueblo coincide en la consigna única: ¡No más colonia! Queremos entrar libres del coloniaje por la puerta ancha del nuevo milenio, sin atropellos a la dignidad humana ni más prisioneros políticos.

Puerto Rico es caribeño y latinoamericano. El proyecto de liberación de los Padres de la Patria grande no estará completo mientras uno sólo de sus pueblos sea colonia. Por tanto, exhortamos a los pue­blos del Continente a unirse a las actividades que se llevarán a cabo en Puerto Rico durante 1997-98. Sometemos a su consideración las siguientes sugerencias de solidari­dad:

-Campañas creativas locales, nacionales y continentales por la descolonización de Puerto Rico.

-Participación en los diversos foros (de derechos humanos, académicos, eclesiales, ambientalistas, feministas, sindicales, políticos, etc.) que tendrán lugar en Puerto Rico en 1998, de los que difundiremos información detallada más adelante.

-Solicitar a los gobiernos de sus respectivos estados nacionales manifestarse en favor de nuestra descolonización y autodeterminación.

-Campañas de envío de cartas al Comité de Descolonización de la ONU y al tribunal Internacional de Justicia de La Haya, en las que se solicite hacer valer el Derecho Internacional vigente en relación con la soberanía y la libres determinación de los pueblos.

-Campañas de cartas al Presidente de EEUU para solicitar la descolonización de Puerto Rico y la liberación de los prisioneros políticos puertorriqueños.

-Denunciar ante sus pueblos la verdad sobre el trato colonial al que somete el Congreso de EEUU a la última colonia del Continente Latinoamericano.

No excluimos otras posibles opciones. Cada pueblo exprese libremente su ternura firme y solidaria. Sólo pedimos compañía latinoamericana, porque la causa de unos es la causa de todos. Que nos animen las palabras en verso del patriota, revolucionario y poeta nacional, Juan Antonio Corretjer (1905-85):

“La lucha nunca cesa. La vida es lucha por obtener la libertad ansiada. Lo demás es la nada, es superficie, es moda” (Distancias).

Información y contactos: Martín Cruz, Apdo 8698, CAGUAS, Puerto Rico