Refugiados: desafío a la solidaridad mundial

Refugiados
Un desafío a la solidaridad mundial
 

Josep RICART


Auque nuestro caso grave es sólo Colombia, todo el Continente se nos está convirtiendo en futuro refugiado por motivos económicos. Los refugiados son siempre supra locales. Y hoy, también mundiales.

«El siglo de los refugiados»

Así fue definido el siglo XX. Los refugiados son la mayor tragedia humana de nuestro tiempo Y el nuevo siglo XXI ha heredado esta “plaga vergonzosa de nuestra época” (Juan Pablo II).

Hoy en día, a las puertas de una humanidad urbanizada, los flujos migratorios se han multiplicado en esta aldea global, gracias a las comunicaciones. El mundo está en movimiento. En el caso de los refugiados, sin embargo, las causas del éxodo no son precisamente voluntarias. “Los refugiados son más que una imagen de desesperación. Son el síntoma de problemas sociales, económicos y políticos muy profundos que afligen al mundo” (Sadako Ogata, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados)

¿Cuántos son y por qué huyen?

Aunque es difícil un recuento preciso del número de refugiados, la lista no ha cesado de aumentar en las dos últimas décadas (años 80 y 90). Se calcula que hay actualmente 120 millones de personas desarraigadas, el 2% de la población mundial. De éstos, unos 16 millones son refugiados por haber tenido que cruzar la frontera de su país para escapar de la muerte. Otros 24 millones viven desplazados en el interior de sus propios países huyendo de la violencia. El resto huyen de la pobreza, del hambre o de la destrucción de su medio ambiente y son los llamados emigrantes.

Africa es, sin duda, el continente más castigado: el 50% de los refugiados y desplazados del mundo son africanos. Asia, después de la caída y fragmentación de la URSS, sumado al drama de Afganistán y de algunos países del Sureste asiático (Birmania, Sri Lanka, Indonesia), es el segundo continente con más refugiados y desplazados internos. Los recientes conflictos de Bosnia y Kosovo, en el corazón del viejo continente europeo, han dejado una larga secuela de refugiados y desplazados. Colombia sobrepasa el millón de desplazados internos. Las causas son múltiples:

1. Por razones políticas: el siglo XX ha sido escenario de dos guerras mundiales y 160 “conflictos regionales” o “internos” (nuevos eufemismos para nombrar la guerra), posteriores a la paz firmada en 1945 y a la constitución de la ONU, garante de aquella paz. La producción armamentista alimenta los 20 conflictos internos actualmente en activo. Con la herencia colonial en Africa (fruto del reparto del continente en la Conferencia de Berlín, año 1886), la división ideológica entre dos bloques (Este-Oeste) y las zonas de influencia geopolítica con sus respectivas alianzas militares (OTAN-Pacto de Varsovia), “hemos superado el límite de lo tolerable en la guerra moderna”: el holocausto judío, la guerra del Vietnam, los genocidios de Pol Pot en Camboya o del pueblo Kurdo, la guerra del golfo Pérsico, las guerras de baja intensidad, las torturas, los desaparecidos, las poblaciones arrasadas… muestran el más absoluto desprecio por los derechos humanos, junto con la amarga verdad de que hoy las víctimas principales de las guerras son población civil. En la Iª Guerra Mundial, sólo el 5% fueron víctimas civiles; en la IIª lo fueron el 50% ; en los conflictos actuales, lo son más del 80%.

2. Por razones económicas: El neoliberalismo del fin de siglo, anunciado como “el fin de la historia”, mantiene el sobredesarrollo hegemónico de los países ricos a costa del subdesarrollo del resto de la humanidad. El expolio de las riquezas naturales, la deuda externa (¿o eterna?), los megaproyectos que alteran los ecosistemas, la explotación de los pulmones verdes de la Amazonia… junto a los desastres naturales y la desertización creciente de extensas zonas, ensanchan cada vez más el abismo entre el Norte y el Sur.

3. Por razones étnico-religiosas: Los brotes de “despiadadas guerras ultra nacionalistas” (como muestran los casos de Bosnia-Herzegovina o de Ruanda y Burundi) han adquirido estas últimas décadas un relieve inesperado, donde lo étnico-religioso aparece como la punta del iceberg que hunde sus raíces en la lucha por el poder, el sustrato político omnipresente.

Refugiado ¿quién eres?

En 1951 se firmó la Convención de las N.U. sobre el Estatuto de los Refugiados y Apátridas (116 países adheridos; 66 no adheridos) y en 1967 se completó con el Protocolo de Nueva York (117 paísesadheridos). Es el instru-mento legal básico de todos los refugiados. Su artículo 1 define al refugiado: “Toda persona que, debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o, a causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de su país.”

En 1969, la Organización para la Unidad Africana (OUA) adaptó el marco jurídico del Primer Mundo a la realidad del Tercero en la Convención que trata de los aspectos específicos del problema de los refugiados en Africa, al ampliar la definición: “El término ‘refugiado’ se aplicará a toda persona que, debido a una agresión externa, ocupación, dominación extranjera o sucesos que alteran gravemente el orden público en una parte o en todo el país de origen o nacionalidad, se ve obligada a dejar su lugar habitual de residencia para buscar refugio en otro lugar fuera de su país de origen o nacionalidad.”

Por último, la Declaración de Cartagena (1984), aprobada por la Organización de Estados Americanos (OEA), contempla sobre todo la realidad de Centroamérica y Sudamérica y define a los refugiados como “Todas las personas que han tenido que abandonar su país porque sus vidas, su seguridad o su libertad están amenazadas por una violencia generalizada, la agresión externa, los conflictos internos, la masiva violación de los derechos humanos u otras circunstancias que alteran gravemente el orden público”.

La vida en los campamentos

Para intentar comprender el drama humano de los refugiados y desplazados hemos de seguir el consejo de Eduardo Galeano cuando nos advierte que “todo es según el dolor con que se mira” y contemplar los rostros de esos ancianos que fijan sus ojos semicerrados en un horizonte que ya no existe; en esas madres que protegen con su regazo exánime a sus hijos dormidos en un gesto de infinita tristeza; en esos hombres cargados con cuatro cachivaches rescatados de una huida hacia ninguna parte; en esos adolescentes que han visto truncado su futuro; en esos niños-hombre de ojos asustados y abiertos…

En los inmensos campamentos, los refugiados se sienten como en tierra extraña, prisioneros, sin trabajo ni proyecto de futuro. No hay más que un presente lleno de ansiedad y vacío de sentido. Los días de un campamento no son como los del calendario. Todos son iguales. La vida se hace monótona y aburrida, sólo con el recuerdo de unos sucesos traumáticos. No tienen capacidad alguna de decisión sobre su presente ni su futuro. Su vida está en manos ajenas: ACNUR, Organismos Internacionales como Cruz Roja, ONGs que intentan paliar esta situación de la mejor manera posible.

Preparar el retorno

“Mi pueblo es como un bambú -decía una anciana vietnamita-. Una planta sola, por fuerte que sea, puede quebrarse; muchas plantas juntas pueden resistir cualquier embate.” Se trata, pues, de organizar su presente para que no sea un tiempo perdido, sino de crecimiento personal y colectivo, mediante la educación formal e informal, las pequeñas cooperativas de producción y consumo, los trabajos de mantenimiento, etc… y de preparar sobre todo su futuro: el retorno. Este es el principal trabajo de las ONGs que trabajan en los campamentos de refugiados. Ni la dureza de la vida, ni los años pasados en ellos apagarán esta llamita de esperanza con la que llegaron los refugiados.

Derecho de asilo

Poco más del 5% del total de los refugiados que hay en el mundo llegan a los países del Norte a solicitar el derecho de asilo. El 95% restante permanecen en el Sur, es decir en el lugar donde se generan. Por eso, la solución al problema de los refugiados hay que buscarla en sus raíces: promoción de la paz, prevención de conflictos, fin de la carrera armamentística, derogación de la deuda externa, refuerzo de la democracia, orden económico internacional más justo, reestructuración de la ONU. Sólo así se abrirá un futuro para la vida de tantos refugiados, ya que “El mejor servicio que podemos ofrecer a un refugiado es brindarle la posibilidad de quedarse en su casa” (M. De Vreede).

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Servicio jesuita a refugiados: http://www.jesref.org/

Refugee studies programme: http://www.qeh.ox.ac.uk/rsp/

Global IDP survey: http://www.sol.no/nrc-no/idp.htm

Hay un programa de voluntariado jesuita que presta su servicio también a refugiados a nivel internacional. En el boletín quincenal DISPATCHES -en español, que puede recibirse solicitud- aparecen los trabajos a cubrir en los campamentos de refugiados. El compromiso es por dos años y con contrato; son puestos muy específicos y requieren una preparación también muy concreta. Para contactos: María Bema Solís, bema.solis@jesref.org / latin.america@jesref.org / o al mismo autor de este texto, Josep Ricart: jrs@sjtar.org.

 

Josep RICART
Coordinador del Servicio Jesuita a Refugiados