Refundar la política
Refundar la política
Nueva relación partidos/sociedad
Javier Díez canseco
La Política parece ser hoy una nave maltrecha que pocos quieren abordar. Para muchos, un bote pirata que navega en un agitado mar, vapuleado por enormes olas de desprestigio, descreimiento, indiferencia social y torva manipulación económica y mediática.
Y claro, hay razones para ello: partidos y líderes políticos han hecho del Estado un botín y, peor aún, un instrumento al servicio de transnacionales y grupos de poder que lucran gracias al favor de sus «administradores políticos», un garante de sus privilegios y no de los derechos de la gente.
Resulta curioso, la Política se ha ido convirtiendo en un espacio ajeno a la gente. Ajeno, nada menos que el espacio en el que se toman decisiones sobre la vida en sociedad, decisiones que nos implican y afectan a todos. Son políticas las decisiones que se refieren a nuestros derechos y nuestras garantías fundamentales, a los servicios públicos esenciales, a las funciones y obligaciones del Estado, al manejo del Presupuesto, de los tributos e inversiones, a las políticas públicas a implementar.
Y nos alejamos, o nos alejan de la Política, marcándola como un terreno pantanoso y sucio, el reino de la corrupción, manejado por inmorales y logreros que –curiosamente- deben seguir manejándola ante nuestra abstinencia o indisposición a intervenir. O, por el contrario, nos apartamos, o nos apartan del tema, al presentarlo como un terreno de especialistas, competencia de profesionales y no de las mayorías, de los hombres y las mujeres comunes de la sociedad. De cualquier forma, al final la Política resulta un espacio ancho y ajeno a los intereses, las posibilidades, el interés, la intervención, y la acción de las mayorías. Cualquiera sea el argumento o la combinación de éstos, el resultado es el mismo: alejar a la gente de la cosa pública, del interés en informarse sobre ella, de cualquier afán de intervenir en la toma de decisiones políticas o de controlar a quienes las toman o ejecutan. En el fondo, por vías diversas y a veces, hasta contrapuestas, se trata de que la Política sea el feudo de los menos, el coto privado de los operadores que manejan un Estado Privatizado al servicio de los poderosos.
Renovar la Política es devolvérsela a la gente, que las mayorías “de a pie” la recuperen como un derecho fundamental de las personas, limpia de la sucia turbiedad que hoy la envuelve, para darle transparencia y amplitud, recuperarla como un escenario social, no de oligarquías y pequeños cenáculos. Si reconocemos que toda actividad humana tiene implicancias políticas y que la Política nos incumbe a todos, resulta imperativo que la acción política tenga condiciones indispensables como la información oportuna y la transparencia, así como aceptar que su ejercicio tiene canales diversos y no es privativa de los Partidos Políticos, así como el que éstos deben modificar su relación con la gente y las fuerzas sociales organizadas. Renovar la política requiere aceptar que el ejercicio político puede hacerse por delegación y representación, otorgadas por la gente, mediante partidos y movimientos políticos, representantes y autoridades nombradas por la gente; pero que también se hace política desde la organización y el movimiento social, desde sus demandas y propuestas –a veces intuitivas- y desde sus búsquedas de soluciones y caminos alternativos. Se hace política desde la intervención de la gente en la toma de decisiones y desde el control que pueden ejercer sobre las autoridades elegidas. Desde la selección de candidatos obligados a rendir cuenta a sus electores y a las organizaciones sociales cuando ejercen el poder, y desde el derecho a revocar el mandato de las autoridades elegidas que deben tener los ciudadanos. La Política tiene formas representativas y también directas, canales políticos y también sociales, mediáticos y culturales.
Refundar la Política implica que ésta sea incluyente, no excluyente; sujeta al escrutinio popular y al control social, no un ámbito del reino de las sombras; un quehacer político participativo, abierto a los marginados y oprimidos de siempre, y no cerrado en pequeñas claques. ¡Qué importante resultó -para renovar la política en Bolivia y abrirla a los pueblos originarios, siempre marginados- la novedosa forja del Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP), que se prestó el nombre de MAS, y permitió que las principales organizaciones sociales del campo y los pueblos originarios elijan a sus candidatos a cargos públicos y tengan el compromiso y la obligación de rendir cuentas a los movimientos sociales y de ser sus efectivos portavoces! En menos de 10 años conquistaron el gobierno en una creadora combinación de lucha de masas y lucha política electoral que llevó al primer Presidente indígena de Bolivia.
La Palabra del Mudo, tituló Julio Ramón a uno de sus magistrales libros de cuentos sobre los explotados y marginales del Perú, similares a los de la América morena toda. El que tomen la palabra y se abran paso en la toma de decisiones es ya una profunda revolución. ¡Cuánto airearía la política el que los gobiernos municipales, regionales o autonómicos –por ejemplo- definieran sus presupuestos y prioridades de gasto, con participación de las comunidades, urbanas y rurales, que éstas intervinieran en los comités de gestión o ejecución de las obras que se prioricen y de las licitaciones que se produzcan, controlando el uso de los recursos económicos para que éstos no terminen engrosando las cuentas bancarias de quienes hacen de la función pública una corruptela! Así ocurre en los municipios Participativos del Perú, como el de la Provincia de Anta, en el Cusco Imperial, donde la Asamblea Comunal-Vecinal (integrada por delegados de todas las organizaciones rurales y urbanas) deciden sobre el uso del presupuesto y hasta fijan el sueldo del Alcalde y la dieta de los regidores, además de contar con el 50% de delegados en los comités de gestión de las obras municipales. Una experiencia más amplia, aunque todavía limitada, se experimenta en Venezuela con los Consejos Comunales y su capacidad de asignar y decidir sobre una parte del gasto público en las localidades. Ello construye ciudadanía y conciencia, protagonismo político, entre aquellos que siempre han sido mudos e ignorados en la toma de decisiones de gobierno.
Pero no se trata de limitar este proceso a los pequeños presupuestos locales, sino de abrir un proceso participativo nacional, capaz de intervenir en temas de fondo: la distribución del Ingreso Nacional o el reparto y uso de la renta generada por la explotación de nuestros recursos naturales, como lo plantean los movimientos sociales de Bolivia, Venezuela y Ecuador.
Nuevas formas –participativas y transparentes- de hacer política, nuevos agentes políticos ajenos a los poderes fácticos, nuevas estructuras y partidos políticos no prendados a los grandes grupos de poder y los monopolios mediáticos, nuevos nortes que pongan en el centro a las mayorías y sus problemas, buscando resolverlos con su intervención, son conquistas fundamentales a lograr. Re-socializar la política y devolvérsela a las gente parece ser uno de los enormes retos de la refundación de la política que muchos anhelan.
Ello exige una nueva relación partidos-sociedad, partidos-movimientos sociales. Se trata de construir partidos articulados, en diálogo y relación, con los movimientos sociales, abiertos a su intervención en la Política (con mayúscula), no como correa de trasmisión de los partidos, sujetándose éstos al control social. Para muchas de las izquierdas ello implica redefinir su papel. Si antes de sentían dueñas de la verdad y la ciencia, de la conciencia histórica de la clase trabajadora y en capacidad de «bajar la línea» a los movimientos sociales, hoy deben construir su Programa, su estrategia y su táctica en relación y diálogo con las fuerzas sociales y populares. Una aproximación a la política que valora de otra forma a las clases populares, sus organizaciones y movimientos.
Se trata de construir nuevas formas de ejercicio del poder, con participación de la gente, lo que exige información oportuna y veraz, capacidad de aprehenderla y manejarla por las fuerzas sociales, abrir espacios para discutir propuestas y para intervenir en la toma de decisiones y en la ejecución de las mismas. Una visión incluyente y participativa del poder.
Requerimos partidos y movimientos políticos que se constituyan como escuela de gobierno y centros de propuesta y liderazgo, en estrecha relación con los movimientos sociales y los sectores populares. Fuerzas políticas y líderes capaces de gobernar obedeciendo, como gusta decir Evo Morales, de mandar escuchando y atendiendo a los pueblos. En ese diálogo y articulación en el quehacer de una nueva política, entre partidos y movimientos sociales, está una de las llaves de ese Otro Mundo que es posible, pero que -como bien decía José Carlos Mariátegui- no será ni calco ni copia, sino creación heroica”.
Javier Díez canseco
Lima, Perú