¿Religión?... ¿De qué hablamos?

¿Religión?... ¿De qué hablamos?

Agenda Latinoamericana


La palabra «religión» tiene varios sentidos, bastan-te diferentes, que podemos agrupar en tres niveles:

1) Las «religiones»: son sistemas de creencias, doctrinas, prácticas, ritos... acerca de lo considerado sagrado, divino, o espiritual, cristalizados con frecuencia en instituciones, que como tales, son actores sociales e incluso políticos, con intereses, y funciones de poder. Cada uno de esos conjuntos institucionales es lo que llamamos «una religión», las «religiones».

2) La religión es también el hecho social religioso mismo: el hecho de que el ser humano sea capaz de religiosidad y tenga necesidad de ella, las manifestaciones de esa religiosidad, su incidencia cultural, histórica y política en la sociedad... Todo eso es también «la religión» en la sociedad.

3) Pero lo religioso es sobre todo una experiencia de la persona: los seres humanos necesitamos un sentido para vivir, y no podemos encontrarlo si no abrimos nuestro corazón, en la intimidad, al misterio, a lo sagrado, al valor absoluto del amor, a la Realidad última, la Divinidad... Esta experiencia espiritual se da de hecho en toda persona, con infinitas variaciones, ya sea dentro, fuera o aun en contra de las «instituciones» religiosas, es decir, de las religiones. Es la experienciareligiosa, o espiritual, una capacidad de percepción y relación con esa realidad indefinible que se ha llamado lo sagrado, el misterio, el absoluto...

Son pues tres niveles diferentes, que conviene distinguir y tener presentes en su diferencia.

En todo caso, esos tres niveles evidencian que lo religioso es un hecho humano, personal y social, y también institucional. Está ahí, en todas las sociedades, y afecta nuestra vida mucho más de lo que pensamos.

No se trata pues de ningún tema tabú, ni de un campo reservado a los especialistas, ni de algo que caiga bajo la competencia exclusiva de las instituciones religiosas. Toda persona interesada sinceramente por el bienestar y la realización humana plena, debe prestar atención a esta dimensión humana y a este hecho social.

En la mentalidad ingenua tradicional, lo religioso estuvo revestido siempre de un cierto carácter tabú, sagrado, como si tocarlo fuera una irreverencia, o pudiera acarrear un castigo divino... Afortunadamente ya no es así: las ciencias humanas, y la opinión pública han perdido ese temor excesivo reverencial y abordan el tema religioso con naturalidad y profundidad. También nosotros podemos hacerlo así.

Es importante recalcar la distinción entre «religión» y «espiritualidad»:

-técnicamente hablando, religión hace referencia a la dimensión institucional de las religiones, a sus creencias y sus prácticas, sus instituciones... mientras que

-espiritualidad o vida espiritual o experiencia espiritual, se refiere a esa vivencia religiosa íntima personal que acompaña a toda persona, de una manera u otra, y que puede darse tanto dentro como fuera de las «religiones».

Cabe hacer notar que, apurando las palabras, tendríamos reparos para la palabra «espiritualidad»... pues etimológicamente es lo opuesto a la materialidad, a la corporalidad... No es ése, obviamente, el sentido que tiene para nosotros. No nos consideramos un compuesto de dos cosas, sino una única realidad, que es simultáneamente material, corporal, psíquica, espiritual... Espiritualidad es ya una palabra consagrada, que no hace referencia hoy a su origen griego (o lo olvidamos, deliberadamente). Espiritualidad es en definitiva la dimensión profunda del ser humano, su vivencia de sentido, su experiencia profunda de la realidad, su calidad de profunda de humanización.

Renunciar a la espiritualidad, o minusvalorarla, o desatenderla, por confundirla con la «religión» y sus instituciones, ritos, creencias, dogmas... sería un grave error, una tremenda pérdida humana.

Con la palabra «dios» ocurre otro tanto. Algunos la consideran incuestionable, porque la identifican reverencialmente con el contenido que le adjudican. Otros, con un relativamente reciente sentido crítico, señalan la distancia inevitable entre la imagen tradicional de «dios» (el theos griego del que viene la palabra en los idiomas latinos) y la verdadera Realidad Última, inaccesible e inimaginable, que no puede quedar encerrada en el concepto ni en la imagen clásica de «dios»...

Ahora podemos distinguir: muchos pensaban que no creían en dios, pero luego han descubierto que no habían dejado de creer en la Divinidad de la Realidad: simplemente ya no creen que esa «divinidad» pueda llamarse ni imaginarse como un «dios»: la palabra se les ha quedado corta e inaplicable; tal vez no han dejado de creer nunca en la divinidad de la realidad, en la Realidad divina, pero sin imaginarla como un «dios» (theos)...