Religión y evangelio

Religión y evangelio

José COMBLIN


Es doctrina común y opinión generalizada que el cristianismo es una religión. Su propia autoridad afirma con toda claridad que la Iglesia es esencialmente una entidad religiosa. Insiste diciendo que la Iglesia es una entidad religiosa y no política, aunque tenga una doctrina social, que no legitima ninguna doctrina política. Sin embargo, tener una doctrina social no es común en las religiones.

El cristianismo procede de Jesús de Nazaret. Jesús era judío, pero todo su comportamiento y sus palabras critican la religión oficial de su pueblo, la religión enseñada por los sacerdotes, por los doctores y por los ancianos. Jesús deshizo la religión de los judíos y no enseñó una doctrina religiosa, no fundó un culto, no fundó ninguna institución religiosa. Después de él, poco a poco, los discípulos montaron un edificio religioso que en los primeros siglos se mantuvo muy modesto, y solamente se desarrolló cuando la Iglesia fue adoptada como religión imperial romana.

Jesús vino a proclamar un evangelio. Este evangelio era el anuncio del reino de Dios en esta tierra. El reino de Dios debía ser como una nueva creación, una refundación de la humanidad, libre de la esclavitud del pecado, libre para formar un mundo de paz y de fraternidad, donde habitaría el mismo Dios.

La religión consiste en un conjunto de instituciones por las cuales los seres humanos pretenden ir al encuentro de Dios, para adorar, suplicar, agradecer, pedir perdón... Pero Jesús anuncia que no hace falta buscar a Dios, porque Dios ha venido por su propia iniciativa antes de cualquier búsqueda humana. Y permanece en su pueblo para cualquier forma de ayuda. Llama a todos los seres humanos a construir un mundo nuevo. Se trata de una mega-política, una política mundial, un proyecto de transformación de todas las relaciones sociales y del interior mismo del ser humano. Más que ser una religión, el cristianismo es el anuncio de un cambio total de la humanidad en todos sus aspectos: personal, social, político, económico, cultural... No viene a destruir lo que existe, toda la evolución cultural, política, económica... Viene a salvar lo que hay de bueno en la vida de este mundo, y a enderezar lo desviado. Conserva y promueve lo que hay de realmente humano, y destruye todo lo inhumano.

El Evangelio mostró durante 2000 años que era una fuerza de transformación personal y social. Despertó la libertad tanto en el plano personal como en el plano social. Provocó una transformación del modo de vivir. Luchó contra la esclavitud, la guerra, la pobreza y la dominación económica. El evangelio apunta hacia un futuro diferente, en vez de prolongar el pasado y considerar que la edad de oro ya fue.

Pero ocurrió que en la historia del cristianismo el evangelio fue contrapesado por la religión. Nació una religión cristiana que tenía todos los caracteres de las religiones. Muchas veces el evangelio quedó reducido a una pequeña minoría de creyentes en medio de una masa de personas religiosas que querían conservar el pasado e impedir los cambios para un mundo más humano. Hubo situaciones en las que la institución eclesiástica luchaba contra los que querían seguir la inspiración evangélica. Hubo casos en que el evangelio estaba siendo vivido por personas separadas de la Iglesia: la religión católica les parecía el mayor obstáculo para la búsqueda de un mundo más humano. ¿No decía Gandhi que le parecía extraño que los cristianos eran los que menos entendían el evangelio?

Las religiones pueden pensar que siempre existieron y siempre permanecieron iguales. En realidad, todas se formaron durante siglos, y evolucionaron, sin darse cuenta de la transformación, lenta y permanente. Solamente el judaísmo y las religiones nacidas de él pueden invocar datos históricos de fundación.

El ser humano es un ser religioso. La religión siempre estuvo en el centro de la cultura y fue la fuente de las obras culturales más bellas. Todavía es fuente activa de cultura, aunque lo sea menos que en el pasado. Fue el alma de todas las culturas. La actual crisis de la secularización no desmiente esa tesis. El desarrollo de las técnicas y de la racionalidad científica hizo que los seres humanos dedicasen cada vez más tiempo y preocupaciones a las actividades científicas, técnicas, económicas. Han creado una multitud de objetos útiles que los han llevado a un consumo que absorbe todos sus recursos. Dedican la mayor parte del tiempo a ganar dinero para comprar todo lo que se les ofrece. No queda tiempo para la religión, que es una actividad gratuita, tiempo perdido económicamente.

Esa situación ha perjudicado a los grandes siste-mas religiosos, que ocupaban buena parte del tiempo, los pensamientos y relaciones sociales de la humanidad. Pero no ha desaparecido la religión. En Estados Unidos hay 38.000 religiones registradas. En las grandes ciudades brasileñas hay centenas o millares de religiones aunque muchas no estén registradas. Son religiones más fragmentarias, más simplificadas, generalmente para grupos menores, sin gran sistema de doctrina, con un culto muy reducido y casi sin institución religiosa. Son grupos que se reúnen en torno a personas carismáticas que ofrecen un servicio religioso rápido y accesible a todos. No necesitan una formación prolongada. Ofrecen mucho y exigen poco. Muchas veces no piden un compromiso personal. Pero dan respuesta a necesidades sentidas por casi todos los seres humanos.

Los seres humanos captan con dificultad el sentido de su vida. Viven en un mundo misterioso. Las explicaciones científicas dejan de lado lo más importante de la vida. La religión explica el misterio de la existencia, el misterio del tiempo de la vida, del nacimiento y de la muerte. Explica el relacionamiento con un mundo en gran parte extraño. ¿Por qué existen cataclismos, sequías, inundaciones, terremotos? El mundo exterior parece al mismo tiempo agradable, útil, y peligroso. El ser humano no se entiende a sí mismo: ¿por qué todas esas emociones, temores, rivalidades, utopías, todos esos deseos y toda esa vida emocional? ¿Qué es lo que habita en nuestra mente? Las ciencias de las religiones -psicología religiosa, sociología religiosa, antropología religiosa...- han estudiado todos esos fenómenos.

Ancestralmente surge la idea de que este mundo es dirigido por fuerzas exteriores, sobrenaturales, a las cuales se dan muchas representaciones: dioses, ángeles, santos, espíritus, fuerzas ocultas. Ya que no podemos controlar o dirigir nuestra vida, necesitamos relacionarnos con esas fuerzas escondidas. Los seres superiores tienen temores o deseos. Pueden ser peligrosos o favorables. La religión ofrece medios para vencer el temor y satisfacer los deseos. Pero es preciso saber cómo hacer. La religión enseña el cómo.

En una sociedad desintegrada como nuestra sociedad de capitalismo radical, la religión ofrece una identidad. Al lado del club de fútbol, de clubes sociales como Rotary, al lado del partido político, la pertenencia a una religión contribuye para situar a una persona en una sociedad atomizada en la que el sistema económico reduce al ser humano a la condición de consumidor. Las personas dicen: “soy del equipo del Barcelona, o de tal partido político, y cosas semejantes. Pero también dicen: “soy católico, luterano, presbiteriano, testigo de Jeová, espírita, etc. Eso sitúa y da identidad a una persona en la sociedad.

Todas las religiones son construcciones humanas, aunque puedan invocar un origen sobrenatural, una revelación por parte de seres celestiales. Podemos decir que surgen por la energía del Dios Creador; pero también eso puede decirse de la economía, del arte, de la organización social y todo lo que es humano. No existe una creación específica de la religión.

Las religiones son conservadoras. Se resisten a los cambios. Su ideal es la estabilidad en todo, en política, en organización social, en economía, en cultura. Son las últimas que aceptan los cambios en la sociedad. Su visión del mundo es cíclica. No pueden entender el valor de los cambios porque no entienden que el futuro pueda ser mejor que el pasado.

Cuando una religión domina totalmente un país, éste permanece idéntico por los siglos. Solamente entra en progreso cuando nuevas fuerzas sociales o culturales consiguen equilibrar el conservadurismo religioso. Los dioses no apoyan los cambios. Las religiones creen que los cambios solamente traen el caos.

¿Qué ocurrió con los discípulos que Jesús dejó sin religión? En los primeros tiempos estuvieron esperando la vuelta inminente del Mesías en su gloria. La espera sustituía a la religión. Cuando constataron que el Mesías no vendría tan pronto, tuvieron que acostumbrarse a vivir en este mundo y reinterpretar todo lo que Jesús había dicho y hecho como orientación para vivir en este mundo. El evangelio fue transmitido y adaptado a las circunstancias de cada fase de la historia. Pero no pudieron vivir sin religión, como nadie vive sin religión. En el siglo II los paganos todavía consideraban ateos a los cristianos, porqueno tenían religión. Pero una religión se estaba ya formando.

Jesús no había fundado ningún culto, y él mismo nunca quiso ser tratado como objeto de culto. Pero después de la Pascua los discípulos comenzaron a invocarlo cultualmente. Jesús había pedido seguimiento, pero los discípulos inventaron un culto. Se inspiraron en el Antiguo Testamento, y más tarde, también en las religiones paganas. De símbolos dejados por Jesús hicieron un culto, en forma de sacramentos: el bautismo, la última cena... que al principio no tenían significado religioso.

Cada generación y cada región aportó alguna complementación o variación al culto de Jesús. Él no había dejado ninguna doctrina, pero hicieron de Jesús el objeto de una doctrina. Uno de los ejemplos más antiguos es el Símbolo de los Apóstoles. Más tarde crearon todo un sistema teológico. Jesús había enviado 12 misioneros para publicar en el mundo entero la llegada del reino de Dios. No organizó nada, y no previó lo que ocurriría después de la muerte de los 12. Los discípulos crearon poco a poco un sistema de ministerios, de leyes, de reglamentos. Al final del segundo siglo el episcopado ya estaba instalado en casi todas las regiones con presencia cristiana.

La religión cristiana creció, y pasó por una serie de trasformaciones, hasta constituir el sistema actual de la Iglesia católica y de las Iglesias reformadas. Las Iglesias afirman que esas trasformaciones no cambian nada en su religión. Los elementos de la religión vinieron en gran parte de la tradición sacerdotal y cultual judía. Vinieron también de las religiones que los cristianos conocieron al expandirse. La tesis oficial es que el cristianismo purificó todas las religiones paganas, aceptando solamente las influencias que no eran obstáculo al evangelio. La tesis es discutible.

El gran problema es que, durante los siglos de la cristiandad, la religión ocupó cada vez más espacio en las Iglesias, hasta el punto de ocultar el evangelio. Los historiadores de la Iglesia en América Latina solamente pueden confirmar esa situación. Charles Maurras, publicista francés ateo pero de extrema derecha, escribió un día que felicitaba a la Iglesia romana porque consiguió extirpar de sí misma el veneno peligroso del evangelio. Puede ser exagerado, pero tiene una buena parte de verdad. En muchos lugares y épocas, ser cristiano consistió en practicar el culto, observar los mandamientos, aceptar una doctrina misteriosa y obedecer al clero. El evangelio era usado como elemento litúrgico: en la liturgia es necesario leer textos, pero no es preciso entenderlos, ni siquiera oírlos: el simple hecho de que sean leídos es lo sagrado.

En la cristiandad, cada vez más, el clero controló una doctrina abundante y rigurosa, vigilada por un magisterio severo que reprimía y todavía reprime la posibilidad de errores o desvíos. Se creó una teología que, sobre todo después del Concilio de Trento, estuvo al servicio de la Inquisición, defendiendo las tesis de la jerarquía, incluso cuando entraban en conflicto con las ciencias o la historia. Y la organización estrictamente monárquica exigía y todavía exige una sumisión total, hasta del propio pensamiento. En una Iglesia de pensamiento único era difícil caminar con el evangelio.

Siempre reaparecieron grupos proféticos, poblaciones pobres que vivían sin contacto con todo el sistema y podían vivir el evangelio sin ser perturbados por las exigencias de la religión. Siempre hubo algunas minorías. Pero, todavía hoy, cuando la sociedad occidental se ha secularizado en gran medida, el sistema religioso de las Iglesias mantiene una disciplina rigurosa que no permite la creatividad o las trasformaciones sociales.

La historia del cristianismo es una tensión permanente entre dos polos, el polo evangélico y el polo religioso. Todas las reformas de inspiración evangélica, en menos de un siglo, giran hacia el polo religioso, se transforman en instituciones religiosas. Es lo que ocurrió con las Iglesias reformadas o con los movimientos evangélicos en la Iglesia católica: por ejemplo las grandes fundaciones de institutos llamados religiosos, los monasterios, las sociedades sacerdotales, las congregaciones religiosas. En determinados momentos aparecen tendencias para volver al polo evangélico: a veces consiguen abrir un espacio; otras veces son eliminadas por el sistema religioso inflexible.

Si nos preguntamos por qué tantas veces en la historia -y todavía recientemente- los católicos han sido y todavía son tan conservadores, no necesitamos buscar lejos la respuesta. Cuando se da la prioridad a la religión, el conservadurismo es inevitable. Es algo inconsciente. Simplemente, ocurre que las preocupaciones para luchar contra la pobreza, la esclavitud, la guerra, la dominación de clase o de raza o de cultura... no penetran en la conciencia. La religión es vivida fuera de este mundo histórico, en un mundo simbólico que se vuelve indiferente al mundo material en el que nuestro cuerpo nos coloca.

Por eso, hemos de tener cuidado de que el diálogo o la alianza entre las religiones no se convierta en una liga conservadora en la que cada religión procura salvar su posición social, sin preocupación por la vida terrestre, personal y social. El diálogo mundial tendrá que ser también con todos aquellos que no creen en ningún sistema religioso institucionalizado, aquellos que son conscientes de la historia de las religiones y temen.

No se trata de suprimir la religión. Primero, porque es imposible: la religión es una necesidad del ser humano. Segundo, porque la sociedad secularizada y capitalista solamente deja la religión como espacio de libertad; pero nuestra preocupación es que la religión no se vuelva tan dominante que no acepte el movimiento histórico creado por el evangelio de Jesús.

Al comienzo de la conquista de América hubo algunos grupos de misioneros, dominicos y franciscanos que venían con la intención de evangelizar. Se pusieron del lado de los pobres, desvinculados de los conquistadores, denunciando sus abusos y crímenes. Sus nombres son siempre citados para defender a la Iglesia de las acusaciones de colaboración con los conquistadores, que fue de hecho lo que ocurrió con la mayoría del clero. Los mismos dominicos que en «La Hispaniola» excomulgaron a los españoles, fueron denunciados al rey por otros religiosos que estaban allí también.

Después del Concilio de Trento que obligó a los religiosos a vivir en sus conventos, la evangelización fue prácticamente abandonada, salvo en algunos casos y algunas realizaciones como en las «reducciones» de Paraguay, finalmente condenadas por el Papa, obedeciendo a los reyes católicos. El clero se dedicó a estructurar una cristiandad que fuese una prolongación de la cristiandad española. Fue un extraordinario desarrollo de la religión. Basta visitar las antiguas ciudades coloniales para ver la importancia de los templos o de los conventos: Quito, Lima, Ouro Preto, Salvador de Bahia, México, Oaxaca... y muchos otros que son testimonios de una brillante cristiandad, con muchas fiestas, mucho oro, arte religioso, brillantes procesiones y un clero dotado de todos los privilegios. Los templos y los conventos ocupaban más de la mitad de la superficie de aquellas antiguas ciudades. Era el «triunfo de la religión». Una campaña vigorosa de lucha contra la idolatría destruyó casi todos los vestigios de las culturas -y religiones- anteriores a la conquista. Los pueblos indígenas, prisioneros de las encomiendas y de las minas, fueron completamente abandonados. Les fueron impuestos algunos ritos católicos, sin explicación, y fueron tratados de la forma más inhumana. ¿Dónde habrían podido oír el evangelio de Jesús?

La religión no solamente toleró, sino que apoyó la reducción de los indios a la condición de esclavos, y apoyó la esclavitud de los negros de África. Sacerdotes y religiosos tenían sus propios esclavos; por eso, el clero nunca luchó por la abolición de la esclavitud. Indios y negros fueron totalmente entregados a los instintos de dominación de los colonizadores, que querían acumular rápidamente una gran riqueza por la explotación del trabajo esclavo. Todo eso en medio del «triunfo de la religión» en las ciudades coloniales.

La situación actual todavía no ha superado esa esquizofrenia de 450 años. Todavía hay un abandono enorme de los indígenas y de los negros, aunque haya lugares aislados en los que algunos obispos, sacerdotes y religiosas luchan por liberar a los herederos de esos esclavos. Persiste una inmensa pobreza y, sobre todo, una exclusión social. ¿Cuántos obispos negros o indios? ¿Cuántos negros o indígenas en las parroquias?

Por otro lado, hay en las clases superiores y una gran parte de los obispos y del clero, una conciencia de triunfo: ¡América Latina, continente católico! ¡Brasil nación católica! ¡Perú, país católico! ¡Argentina, país católico!... No miran a aquellos que están abajo y fueron los esclavos. ¿Cuántos negros en las avenidas y los barrios ricos de las ciudades? ¿Cuántos indios o negros en los centros comerciales? Los blancos no asumen ninguna responsabilidad en la opresión de los indios o los negros. ¡La mayor desigualdad del mundo en un continente católico! Ésa es la religión.

¿Y dónde está el evangelio? Desde los años 50 del siglo pasado, está en algunas minorías del clero y de los religiosos que se instalaron en medio de esos descendientes de esclavos. Pero la pastoral de la Iglesia les reserva una parte mínima de sus cuidados. Mucho amor en el culto, en los cantos, en los grupos de blancos... ¡pero poco servicio! Un amor desligado de la realidad que no quiere ver. La opción preferencial por los pobres en puras palabras. Para entender lo que está pasando todavía hoy en día, basta ver la situación de los mapuches de Chile, en pleno conflicto, porque los blancos quieren quitarles lo poco que todavía conservan, para dedicarlo al desarrollo económico de los blancos. Con la complicidad de la Iglesia, que se contenta con buenas palabras y buenas intenciones, como en Aparecida, sin consecuencias prácticas.

Más que nunca, debemos volver al evangelio de Jesús. Necesitamos salir del recinto cerrado de la cristiandad.

José COMBLIN

João Pessoa PB, Brasil