Renuncio, no quiero ser cómplice

Renuncio, no quiero ser cómplice

Pierre Galand


A los co-Presidente del Banco Mundial, Mazide N’Dieye y James Adams:

Estimados señores:

En vísperas del 50º aniversario del nacimiento de la Organización de Naciones Unidas y de las instituciones creadas por el acuerdo de Bretton Woods, deseo presentar mi renuncia al Grupo de Trabajo de Organismos no Gubernamentales del Banco Mundial y de su Comité de Iniciativas. Tomo esta decisión por honestidad intelectual y por la honestidad que debo a muchos amigos con los que trabajo en el Tercer Mundo .

Después de haber tenido la oportunidad, durante los últimos tres años, de observar la conducta del Banco Mundial, me uno a algunos de mis colegas de los ONGs que creen que la única via a la justicia y a la coexistencia entre los pueblos del planeta es la disidencia.

Yo tuve la esperanza de que colaborando tan estrechamente con el Grupo de Trabajo de los ONGs en el Banco Mundial, daríamos pasos en la dirección de desarrollar una responsabilidad conjunta por el destino de los pueblos menos afortunados de la tierra. Pero no ha sido así. La pobreza se incrementa, el hambre mata - seguramente más que las guerras - y el número de los que carecen de atención médica, de los jóvenes analfabetos y de los sin hogar se incrementa a diario, alcanzando cifras sin precedentes. Los remedios que receta el Banco Mundial para el desarrollo son medicinas envenenadas que agudizan los problemas.

En mi alma y en mi conciencia siento la obligación de decir: ¡basta! Ustedes se han apropiado de los discursos de los ONGs sobre el desarrollo, sobre el eco-desarrollo, sobre la pobreza y sobre la participación popular. A la par, promueven una política de ajuste estructural que acelera el “dumping social” en los países del Sur, dejándolos completamente solos e indefensos a merced del mercado mundial.

Las empresas transnacionales llegan al Sur porque ustedes y sus colegas del Fondo Monetario Internacional han creado las condiciones para producir al menor costo social. La intervención conjunta del Banco Mundial y del FMI significa una creciente presión sobre las economías para que sean cada vez más competitivas y cumplan cada vez mejor.

Este objetivo solamente se consigue con la incesante presión que ustedes ejercen sobre los gobiernos para que economicen y reduzcan los beneficios sociales, considerados como muy costosos. Desde el punto de vista de ustedes, los únicos gobiernos buenos son los que aceptan prostituir sus economías a los intereses de las multinacionales y de los todopoderosos grupos financieros internacionales.

El Banco Mundial es una institución internacional responsable del desarrollo en todo el mundo. Es también una institución cada vez mas arrogante. Tiene el poder, nunca visto en la historia, de intervenir en los asuntos internacionales y en los asuntos internos de las naciones. Fija las condiciones del desarrollo, pero no se responsabiliza de sus consecuencias. El Banco Mundial ha aprendido a elaborar excelentes analisis y es capaz de hablar de temas trascendentes: la participación popular -particularmente la de la mujer-, la lucha de los pueblos contra la pobreza; y la necesidad de proteger el medio ambiente.

Va más allá: defiende los derechos humanos y los de las minorías y presiona a los gobiernos para que los respeten. Es capaz incluso de hacer más atractivos estos ideales señalando lo importante que es para el desarrollo que tal o cual nación cumpla con ellos.

Ante todo esto, surge una sola pregunta: ¿por qué tan bellos discursos van acompanados de tan escandalosas prácticas? Porque en la práctica, el Banco Mundial condiciona su apoyo a la aplicación de las socialmente criminales políticas de ajuste estructural.

El Banco Mundial está muy bien informado sobre la pobreza y sobre el empobrecimiento y exclusión de enormes sectores de población en nuestro planeta. Entonces, se trata de puro cinismo, de mentiras políticas Por mi parte, creo que hay un profundo malentendido, sobre todo entre nosotros mismos, porque, al margen de sus discursos, el Banco Mundial no es más que un instrumento al servicio de un modelo ortodoxo de crecimiento basado en la competencia y no en la cooperación.

Es un deber del Banco Mundial el asegurar que todos - pequeños y grandes-puedan participar en el mercado mundial. Muy raramente, pero ciertamente NO en la actualidad, crecimiento economico es sinónimo de desarrollo.

A finales de este siglo, el crecimiento y la competencia han llegado a significar únicamente medios para el acelerado y desproporcionado enriquecimiento de una minoría, sin que ello tenga efectos de desarrollo ni de cooperación ni de redistribución de las riquezas. Las desigualdades son cada vez más profundas. Y el hambre mata a diario a miles, sin que esto provoque ni rebeldía ni indignación. Mientras el Banco Mundial mantenga su insensible política de ajuste estructural, estamos en el deber de movilizarnos y de movilizar con nosotros al mayor número posible de víctimas de ese ajuste para luchar contra este tipo de intervención.

Despues de haber participado durante tres años y medio en un diálogo con el Banco Mundial, como miembro de su Grupo de Trabajo, presento mi renuncia porque ya estoy claro de que no existe ningún camino para humanizar al Banco Mundial.

Africa se muere y el Banco Mundial se enriquece. Asia y Europa Oriental ven cómo sus riquezas son saqueadas y el Banco Mundial apoya las iniciativas del Fondo Monetario y del GATT que autorizan este saqueo de riquezas materiales e intelectuales. América Latina -al igual que estos otros dos continentes- contempla con horror cómo sus niños son usados como fuerza de trabajo o, más terrible aun, como donantes forzados de órganos para el próspero mercado de trasplantes de Norteamérica.

En sus discursos, el Banco Mundial habla de los inevitables sacrificios que exige la estabilización estructural para que las naciones se inserten en el mercado mundial globalizado, como si se tratara del arduo desierto que hay que atravesar para llegar a la Tierra Prometida del desarrollo.

Rechazo ser cómplice de esta inexorable fatalidad predicada por el Banco. Y prefiero participar en la tarea de reforzar las organizaciones de los campesinos sin tierra, de los niños de la calle, de las mujeres que en las ciudades asiáticas no quieren vender sus cuerpos, de los trabajadores y sindicatos que luchan contra el saqueo de sus recursos y contra el desmantelamiento de su capacidad productiva.

Después de una larga experiencia, sé que existen muchos amigos en los ONGs que piensan que un diálogo con el Banco Mundial es útil para ir cambiando sus conductas institucionales y orientándolas a una mejor comprensión de las demandas de colaboración y desarrollo. Respeto esta posición y respeto la actitud de quienes en el Banco Mundial esperan que un diálogo con los ONGs aportará cambios en los análisis y en las iniciativas del Banco. Pero después de mi larga experiencia en el Grupo de Trabajo, prefiero abandonarlo antes de haber cumplido el plazo fijado, porque no quiero seguir siendo cómplice.

Mis deseos para el Banco en este fin de año son simples: ya basta con 50 años. Ustedes son uno de los principales enemigos de los pobres y de los derechos que ellos defienden en el marco de las Naciones Unidas.

Ustedes son hoy la maquinaria más extraordinaria y sofisticada de relaciones públicas que existe hoy en el mundo para imponer a todos un angustioso sentimiento de fatalidad que les resigne a aceptar que el desarrollo esta reservado a unos pocos y a todos los demás, a los que no son considerados ni suficientemente competitivos ni domesticables, sólo les espera una inevitable pobreza.

El relanzamiento de una economía de desarrollo, que promueva la justicia social a través del acceso del mayor número de personas a un salario justo, nos fuerza a buscar con urgencia otra institución. Una institución que reemplace al Banco Mundial debe permitir a los seres humanos participar y beneficiarse de acciones que les devuelvan su dignidad, que les permitan alimentarse y que les garanticen el derecho a la diversidad en un marco de desarrollo compartido.

Al renunciar al Grupo de Trabajo, saludo a los colegas a los que aún respeto y expreso mi aprecio a los numerosos empleados de esa institucion.

Solamente con una reorganizacion y una nueva lucha por la transformación de las Naciones Unidas y de las instituciones nacidas del acuerdo de Bretton Woods seremos capaces de crear nuevas condiciones para emprender la guerra contra el hambre y a favor de la solidaridad del desarrollo compartido entre todos los seres humanos.

Sinceramente, Pierre Galand,

Secretario General de OXFAM-Bélgica