Repensar la sociedad desde el paradigma ecológico

Repensar la sociedad desde el paradigma ecológico

Ivo Lesbaupin


Por el camino de la insostenibilidad

La humanidad va hoy por un camino insostenible, que va a hacer que la Tierra resulte enseguida inhabitable: estamos deforestando a una velocidad increíble, utilizamos mucha más agua dulce de la que está disponible, y la estamos contaminando por la falta de saneamiento, los herbicidas y pesticidas, y por la minería. Por otro lado, el calentamiento planetario está derritiendo las fuentes de agua dulce, lo que son las nieves, los glaciares y los casquetes polares, lo que hará muy difícil la vida en muchos lugares del mundo. Nuestros alimentos resultan cada vez más envenenados por los agrotóxicos (de los que Brasil es desde 2008 el mayor consumidor mundial, por delante de EEUU); ingeridos en cantidad pequeña pero día a día, continuamente, estos venenos producen enfermedades.

La principal fuente de energía utilizada por los seres humanos es, hace más de doscientos años, los combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas). Son altamente contaminantes, y perjudiciales para la salud humana, y causan el calentamiento planetario. A medida que el automóvil se ha convertido en el principal criterio del desarrollo económico, las ciudades han pasado a ser construidas en función de ese vehículo individual. El Papa Francisco, en la encíclica que publicó en 2015 sobre El cuidado de nuestra Casa Común, ha llamado la atención sobre la gravedad de la situación:

Hay un consenso científico muy consistente que indica que estamos ante un preocupante calentamiento climático. (...) La humanidad tiene que tomar conciencia de la necesidad de cambiar estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan. (...) Numerosos estudios científicos indican que la mayor parte del calentamiento de las últimas décadas es debido a la alta concentración de gases de efecto invernadero (...) emitidos sobretodo por la actividad humana. (...) Esto se agrava particularmente con el modelo de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, que está en el centro del sistema energético mundial.

Para generar lucro, nuestro sistema económico, necesita producir y vender sin parar: nuestras sociedades son sociedades de consumo, porque es necesario que las personas consuman sin cesar. Los productos no están hechos para durar sino para que se queden rápidamente viejos («obsolescencia programada»), de modo que sea necesario comprar otros nuevos. Ello exige un consumo inmenso de recursos naturales, además de generar una enorme cantidad de basura, mayor que la que puede absorber el medio ambiente.

En consecuencia, los bienes naturales del planeta se están acabando. Algunos no son renovables y, en algún momento, van a dejar de existir. Otros son renovables, pero la velocidad con que están siendo utilizados y la no-sostenibilidad de su uso hacen que no dé tiempo a que se regeneren. El capitalismo es suicida, porque no consigue mantenerse sin destruir las condiciones que la humanidad necesita para sobrevivir: clima equilibrado, bienes naturales disponibles a largo plazo y seguridad alimentaria.

Más que nunca es el momento de pensar un modelo de desarrollo centrado en las necesidades humanas, que garantice la reproducción de la naturaleza, evite el desperdicio y no agote los bienes que necesitamos para vivir. Un desarrollo que esté centrado en la vida y no en la maximización del lucro.

Necesitamos otra concepción de desarrollo, centrado en la satisfacción de esas necesidades. Desarrollo no es sinónimo de crecimiento económico, como afirma la teoría económica dominante, difundida por los medios. Desarrollo no es sinónimo de «productivismo-consumismo». Desarrollo es desplegar las potencialidades existentes en las personas y en la sociedad para que tengan vida y puedan vivir bien.

«Esencialmente, éstos son los desafíos conceptuales que lanza un paradigma tan diferente de aquel que predomina hoy: redefinir el desarrollo como el proceso de desplegar conscientemente los potenciales inherentes a cada uno y a todos los seres humanos –individuo, familia, comunidad, nación–, así como la especie humana como un todo. Desarrollo humano «integral», y no sólo desarrollo material. Convertir el desarrollo económico en un medio –no en un fin– al servicio del desarrollo humano y social, para que éste resulte realmente posible y sostenible. Distinguir desarrollo de crecimiento, rechazando la fiebre consumista y productivista, y «tomar el poder» de definir nuestras propias necesidades y deseos. Limitar conscientemente la demanda y el consumo de bienes materiales. Restablecer una relación armónica y amorosa con los bosques, los mares y ríos, los suelos, la atmósfera, la madre Tierra... pues es de ella de quien tomamos nuestro sustento, el alimento y la vida» (Marcos Arruda, Tornar real o possível, Petrópolis, Vozes, 2006: 216).

Esa es la preocupación del economista Joan Martínez Allier (1998). Según él –cuyo punto de partida es el pensamiento de Georgescu Roegen–, una economía ecológica «es la que usa los recursos renovables (...) con un ritmo que no exceda su tasa de renovación, y usa los recursos agotables (...) con un ritmo no superior al de su renovación (...)» (Da economia ecológica ao ecologismo popular, Blumenau, Ed. da FURB, 1998: 268).

Otro autor, Lester Brown, publicó en 2001 Eco-economia: construindo uma economia para a Terra y, en 2009, Plano B 4.0 – Mobilização para Salvar a Civilização, libro que él actualiza cada año. Son obras en las que propone otro tipo de economía: desde el cambio de modelo energético hasta el tipo de industria que deberíamos tener, de agricultura, de transporte, etc. En este último libro, expone tanto los elementos que comprueban la degradación de los bienes naturales cuanto las experiencias sostenibles que existen por todas partes y que permitirían evitar el desastre si se convirtiesen en políticas públicas.

Cómo superar el modelo productivista-consumista

¿Qué hace falta para conseguirlo? ¿Cómo obtener aquello que necesitamos sin destruir las condiciones que nos permiten vivir en la Tierra, sin acabar con el agua, los peces, los animales, la tierra cultivable, los bosques, y la diversidad biológica?

Necesitamos cambiar el modelo energético: necesitamos pasar de la energía basada en combustibles fósiles, y de la nuclear, a energías renovables. Tenemos estudios que muestran la viabilidad técnica de la obtención de toda la energía que necesitamos, vía energía solar, eólica, oceánica, geotérmica y otras. En Brasil no necesitamos más centrales hidroeléctricas; tenemos un nivel de irradiación solar mucho mayor que la mayoría de los países: la energía solar sería suficiente. Y, contrariamente a lo que se dice, no sería más cara: Jeremy Rifkin muestra que, entre 2002 y 2008, los subsidios de EEUU para su industria de combustibles fósiles totalizaron más de 72 mil millones de dólares, mientras que para las energías renovables fueron menos de 27 mil. Para él, tenemos que pasar a la energía eléctrica producida de modo descentralizado, de fuentes locales. Rifkin muestra que todas las edificaciones residenciales, comerciales y públicas pueden transformarse en microfábricas generadoras de energía, a partir de fuentes renovables (solar, eólica y hasta geotérmica).

Internet puede ser utilizada para transformar la red eléctrica de todo un continente en una red para compartir energía: cuando millones de edificios generan una pequeña cantidad de energía local, pueden pasar el excedente a la red y compartir electricidad con sus vecinos de todo el Continente.

Además de resolver el problema de oferta de energía, esas redes darían lugar a una nueva forma de poder, no ya jerárquico, sino distributivo, colaborativo, en red. Ya no se trata sólo de substituir los combustibles fósiles, la energía nuclear y las grandes hidroeléctricas por gigantescas unidades solares o eólicas; ahora lo más importante es promover la oferta descentralizada y compartida de energía (Ricardo Abramovay, “O poder é partilhado na revolução do século XXI”. Jornal Valor Econômico, 23/01/2012).

Si continuamos con el modelo actual de desarrollo –supuestamente inevitable, inexorable, irreversible–, destruiremos las condiciones que nos permiten vivir: las florestas, las lluvias, los ríos, las aguas...

Es posible cambiar; es posible construir otra sociedad, otra economía, y, si actuamos con urgencia, conseguiremos revertir el proceso.