Réquiem por el libre mercado. Hacia la Utopía postcapitalista
Réquiem por el libre mercado
Hacia la Utopía postcapitalista
Wim DIERCKXSENS
Ante la crisis económica mundial, que se compara con la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado, surge la pregunta de si el libre juego de mercado llevó al mundo a una crisis terminal del sistema capitalista, o si incluso se vislumbra una nueva civilización. Cada crisis es una oportunidad, y uno u otro la explotarán. La gran crisis puede ser la oportunidad para enmarcar la economía en un complejo de otras relaciones sociales, que se basan en principios de solidaridad, democracia, justicia social y podemos agregar hoy en día, con sostenibilidad ecológica. La cuestión es la siguiente: ¿Saldrá el capitalismo una vez más con la suya? ¿O más bien, será este último fracaso de los mercados no reglamentados el catalizador necesario para que el mundo reivindique otra civilización?
Con ello resurge la utopía de un postcapitalismo. Nos encontramos contradictoriamente ante una época de mucha esperanza en un entorno de mucha inseguridad. A partir de la crisis financiera e internacional, los bancos centrales y los gobiernos han intervenido con miles y miles de millones de dólares para que el propio sistema capitalista no colapse. Se intenta intervenir a toda costa para que ningún banco grande se hunda, a fin de evitar el colapso del propio sistema financiero internacional. En esencia esto significa que las ganancias del sistema bancario son privatizadas, mientras que la sociedad ha de asumir los costos de sus pérdidas astronómicas. Bancos pequeños o medianos pueden colapsar para ser absorbidos por los más grandes, para así fomentar aún más la concentración de la riqueza. Sin embargo, la extrema concentración de riqueza en un mundo que se tambalea, funciona a la vez como dinamita política para reivindicar otra civilización.
Es muy grande el contraste en el comportamiento ante la Deuda Externa de los países pobres, y ante la deuda millonaria de la élite financiera internacional. Cuando la deuda externa de los países periféricos llegaba a los límites de lo impagable, no había perdón alguno: se aplicaba toda clase de políticas de ajuste, que fomentaban la concentración cada vez más grave del ingreso tanto dentro de los países como entre los mismos. Hasta el padrenuestro se cambió para lograrlo: las deudas de los pobres no se perdonan, y han de ser pagadas, aunque ello implique un genocidio lento. Ante la deuda de los pobres, el credo neoliberal es la no intervención. Sin embargo, cuando la élite financiera corre peligro de arruinarse por juegos especulativos multimillonarios irresponsables, los mismos poderosos demandan una intervención inmediata del Estado, y a gran escala.
La crisis financiera ha puesto en peligro el sistema financiero internacional y lleva a una crisis en la economía real a nivel internacional, es decir, desemboca en una larga recesión a escala mundial. Esta amenaza de otra depresión mundial reanima mucho la discusión en torno a la necesidad de una regulación económica. La actual crisis económica va acompaña hoy por una crisis ecológica y de recursos naturales. El siglo XXI es un período de agotamiento de las reservas de las materias primas, y esta realidad configura una nueva situación y un dilema grave para la economía. La regulación económica demanda entonces a la vez una regulación ecológica.
Los recursos naturales no son suficientes para atender el actual estilo occidental de vida; hoy día el 20% de la población mundial, concentrada en el Norte, consume el 80% de los recursos naturales. Con el libre juego de mercado, la clase consumista responsable del desequilibrio ecológico y del calentamiento planetario, se ha puesto más rica a costa de las grandes mayorías. Su estilo de vida causó la sobre-explotación de los recursos naturales, en particular de los recursos fósiles, concentrados en el Sur. Ello afectó a todas las regiones del mundo, pero se siente más intensamente en las zonas periféricas. Los precios ascendentes de los minerales conducen a una deformación de la estructura económica de los países poseedores de esos recursos. La tasa de inflación de los productos agrícolas, a partir del fomento de los bio-combustibles, pone en peligro a las mayorías de dichos países.
Como las mayores reservas de recursos naturales se encuentran en el Sur, son ferozmente disputadas por los países dominantes. Ello ya generó guerras que tienden a ampliarse a otras regiones del planeta. La guerra ha sido históricamente el instrumento que el sistema capitalista no dudó en utilizar para apropiarse de los recursos naturales en particular energéticos, ni descartan actualmente para ello el uso del arma nuclear. La región latinoamericana no está al margen de esta estrategia geopolítica. La guerra genera crisis política a nivel internacional. Hay crisis del Estado al haber crisis económica sin respuesta adecuada para el capital. Hay un cuestionamiento ciudadano de los gobiernos ineptos para solucionar sus problemas, etc.
Con las crisis anteriores se fomenta el debate de hacer prevalecer el interés general por encima de los intereses particulares. Lo anterior demanda intervención y regulación incluso a nivel planetario. La búsqueda de una alternativa al neoliberalismo fomenta la posibilidad y necesidad de otra racionalidad económica que conlleva el debate a nuevas formas de socialismo. La globalización no sólo gestó esta posibilidad en abstracto, sino que las crecientes contradicciones la harán a la vez posible y necesaria.
La mediación entre el mercado y la planificación, por sí sola, sin embargo, no garantiza un postcapitalismo. Es posible imaginarse un nuevo orden económico a nivel internacional con una economía planificada que reoriente las inversiones hacia el ámbito productivo a fin de garantizar el crecimiento económico sostenido y por ende la acumulación en la economía real. Ello implica una asignación global de los recursos naturales finitos, la diversificación industrial planificada a escala mundial, asignando no sólo recursos naturales, sino también el uso más efectivo de capital y mano de obra. Tal regulación mundial se transformaría en un aparato burocrático centralizador para formular y llevar a cabo el plan para perpetuar la acumulación de capital, sin interpelación estructural de la ciudadanía. La voz del libre mercado se sustituye por la de una regulación mundial en nombre aparente de la ciudadanía, aunque en esencia es para una élite transnacional que en última instancia diseña y ejecuta el plan, sin real participación o interpelación de la propia ciudadanía.
Cabe, sin embargo, la pregunta de si la acción política puede adquirir todavía la forma de una intervención en la economía, a partir de la conciliación entre el interés privado y el de la ciudadanía, respetando la ganancia privada como la última palabra. Actualmente hay una crisis de los recursos naturales y del medio ambiente, con el consumismo de sólo 20% de la población mundial. No es posible el crecimiento sin límite a escala mundial. Un modelo que parte del crecimiento sostenido no es viable. Con ello el capitalismo llega a sus límites. No hay capitalismo sin crecimiento y el crecimiento no sólo se hace cada vez más incompatible con el bienestar social, sino que topa con los límites de los recursos naturales finitos.
Dar vida a las cosas que hacemos significa dar vida a la naturaleza, y libera recursos naturales para que los excluidos de hoy puedan salir de sus privaciones. Definir las necesidades no puede hacerse a nivel de mega-empresas para un consumidor abstracto. Es necesaria una regulación económica alternativa, que parta precisamente de la vida concreta de gente con necesidades concretas, y no de un homo oeconomicus o consumidor abstracto. En términos de Polanyi (La Gran Transición), la regulación e intervención alternativa tiene como tarea de enmarcar las relaciones económicas en un complejo de otras relaciones sociales, que se basan en principios de solidaridad, democracia, justicia social y -podemos agregar hoy en día- con sostenibilidad ecológica.
Con esta racionalidad de la vida, tiene derecho a la vida todo ser vivo (humano o no) de nuestro planeta, y no sólo por ser o no ser útil para el mercado.
Wim DIERCKXSENS
San José de Costa Rica