Saber pedir perdón por las deudas históricas. CNBB
SABER PEDIR PERDÓN POR LAS DEUDAS HISTÓRICAS
Pedir o no perdón a los pueblos indígenas y negros del Continente dividió profundamente la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo en 1992. El cardenal Primado de la isla prohibió el uso de su Catedral para una liturgia penitencial pedida por un numeroso grupo de obispos. La celebración acabó teniendo lugar, por iniciativa de comunidades populares de Santo Domingo, en un lugar de profunda evocación histórica: la Plaza Bartolomé de las Casas.
Recientemente, el episcopado brasileño, ha pensando en los 500 años de Brasil, presentado una petición de perdón de la Iglesia, junto con el propósito de seguir luchando por un país más justo e igualitario, más fraterno y solidario. La reflexión que motivó esta petición estaba basada en las sugerencias de la CNBB llevadas a Santo Domingo en 1992:
«La iglesia confiesa haber cometido errores en la primera evangelización de América Latina. Muchos de ellos surgieron en un contexto en el que había escasa conciencia del pluralismo cultural. En actitud penitencial, como pastores:
-pedimos perdón a los pueblos indígenas y a los negros americanos por las veces que no supi-mos reconocer la presencia de Dios en sus culturas;
-pedimos perdón por las veces que confundi-mos evangelización con imposición de la cultura occidental;
-pedimos perdón por la tolerancia o participa-ción en la destrucción de las culturas indígenas y africanas;
-pedimos perdón a los negros americanos por las veces que nos servimos del Evangelio para justificar su esclavitud;
-pedimos perdón por las veces que nos benefi-ciamos de esta esclavitud en los conventos, parro-quias, curias.
Al pedir perdón a los pueblos indígenas y a los negros por la omisión y complicidad abierta o velada con sus conquistadores y opresores, confesamos que los errores del pasado persisten en muchas circunstancias hasta los días de hoy. Los pueblos indígenas y los negros de América Latina continúan amenazados por el sistema de dominación y por el racismo vigentes, y continúan viviendo al margen de la Iglesia institucional y de la Sociedad.
Sabemos que el perdón es un proceso largo. Consideramos nuestra solidaridad incondicional y nuestro compromiso con la causa de los pueblos indígenas y de los negros en las Américas como parte integrante de la Nueva Evangelización.
Conscientes de que el Espíritu Santo ya actúa en los pueblos indígenas y afroamericanos mucho antes de la llegada del misionero, la Iglesia quiere, en un nuevo esfuerzo de evangelización, retomar la práctica de la era apostólica, que valora el pasado de los pueblos y su diversidad religiosa, convidándolos a volverse al Dios verdadero y a Jesús, a quien Dios envió (Cfr RMi 25). Por eso es necesaria una pastoral específica y diferenciada.
Para que la Iglesia pueda hoy presentar el Evangelio a los pueblos indígenas y negros de nuestro Continente, es necesario que, juntamente con el primer anuncio, procure explicitar todo lo que hay de valor humano y de “simientes del Verbo” en ese pueblo. Al mismo tiempo, la Iglesia procura profundizar su fidelidad al Evangelio en el diálogo con los valores de las culturas indígenas y afroamericanas. Es la inculturación que, de nuestra parte, exige: renuncia a todo lo que es etnocentrismo y colonialismo pastoral; respeto a las personas y aprecio por sus culturas; actitud de escucha con amor y docilidad; conocimiento de la lengua, de los valores históricos y culturales, y de las aspiraciones vitales de estos pueblos; especial atención y respeto a los símbolos y ritos, a la mística indígena y afroamericana y a la punción de la mujer en la religión y en la sociedad tribal.