Ser mujer negra en Brasil

Ser mujer negra en Brasil

Benedita da Silva


Cuando fui invitada por la Agenda Latinoamericana a exponer la aportación de la mujer afrobrasileña a la identidad de nuestro Continente, me sentí honrada y, al mismo tiempo, sentí una responsabilidad muy grande en transmitir la forma de pensar de este pueblo, porque tengo una forma particular de pensar esa identidad.

No es fácil hablar de mi gente sufrida. Una suscita incomprensiones, interpretaciones distorsionadas, pues por ser mujer negra en el Brasil de hoy te hacen ocupar espacios en los medios de comunicación, en todos los sentidos, incluso a nivel internacional. Pero no porque te reconozcan un mérito, ni por contribuir a rescatar nuestra dignidad, nuestra ciudadanía...

Ser mujer negra en mi país es ser la madre de hijos asesinados por grupos de exterminio. Es ser madre de niños que, en edad todavía muy temprana, se ven obligados a ir a la calle a trabajar para conseguir algo que comer.

Ser mujer negra es ser víctima de varias formas de violencia, incluida la violencia sexual -que afecta principalmente a las mujeres pobres- y la violencia del racismo introyectado en la propuesta de esterilización en masa de mujeres brasileñas, que se dirige principalmente a las mujeres negras, como una forma de genocidio de las poblaciones pobres, mayoritariamente compuestas por personas de raza negra.

La forma de ser del pueblo de nuestro Continente latinoamericano refleja bien los prejuicios del racismo y el sexismo con que se rigen nuestras relaciones sociales, que, por otra parte, nos negamos a admitir.

Necesitamos sacudir de una vez por todas esa falsa democracia racial brasileña que a los ojos del mundo nos hace aparecer falsamente como un país en el que no hubiera prejuicios raciales. En Brasil se dan estos prejuicios y se manifiestan en estadísticas que señalan la población negra (mayoría en nuestro país) como la que ocupa de los primeros puestos en la fila de los más explotados, tanto por el mayor número de desempleados y subempleados, como por la discriminación que sufre por el color, el sexo, los bajos salarios...

La mujer negra, particularmente, es víctima de una triple discriminación: porque es mujer, porque es negra y porque es pobre.

Ser mujer negra trabajadora en mi país es vivenciar historias de discriminación y explotación. Es tener nuestros cuerpos invadidos, irrespetados por la visión machista y racista de la mulata como símbolo sexual, símbolo que tan bien reproduce la historia oficial de los tiempos de la "senzala", de la mujer esclavizada sin resistencia, y que niega todo un pasado de lucha contra la esclavitud del pueblo negro.

Pero el rescate de la ciudadanía y de la dignidad de nuestra gente no va a tardar en llegar. Se consigue día a día en la resistencia contra la marginación que nos es impuesta, en el combate contra la pobreza y el racismo, irguiendo la cabeza y siguiendo de frente, adquiriendo conciencia a través de la militancia organizada en los movimientos sociales...

Una poesía que hice en diciembre de 1991, a la que di el título de Niña', retrata la realidad dramática de las niñas-mujeres que viven en las calle, víctimas en potencia de la violencia de lo cotidiano. La presencia de esas niñas en las calles responde a una de las mayores violencias practicadas contra la juventud y las mujeres de este país, que es la prostitución infantil.

Una poesía que hice en diciembre de 1991, retrata la realidad dramática de las niñas-mujeres que viven en las calle, víctimas en potencia de la violencia de lo cotidiano. La presencia de esas niñas en las calles responde a una de las mayores violencias practicadas contra la juventud y las mujeres de este país, que es la prostitución infantil.

 
Niña

Niña, cuídate...
Si no, te vas a morir.
Tu cuerpo quemado por el sol de la raza, de la lid de la lucha de la opresión
no aguanta eso, no.
De madrugada fría te acuestas en el suelo helado.
Tu cuerpo pelado se encoge. Tiritas.
Un gesto.
Alguien te cubre con periódicos.
Pero el violento viento de la inhumanidad arriesga el fósforo.
Gritas.
El calor atraviesa la pared frágil de su piel. Una luz humana asusta á los transeúntes Comentarios.
Es una loca, suicida, de la calle. Una vagabunda.
¡Tan joven...! Qué pena. Una menos. ¿Quién lo hizo? No sé. No lo vi. Sólo sé que es fregado vivir por ahí.¨Duerme, descansa, sueña con el porvenir la puerta del futuro de ir y venir
Niña, cuídate...
Si no, te vas á morir.
Tu cuerpo quemado por el sol de la raza, de la lid de la lucha de la opresión
no aguanta eso, no.


BENEDITA DA SILVA, Bené do Chapeu Mangueara, nació el 11.3.42 en Praia do Pinto, antigua favela de Río de Janeiro. Convivió desde su nacimiento con las dificultades para sobrevivir que tienen las personas y comunidades pobres. Percibiendo que la lucha y la fuerza de la clase trabajadora sólo existe a partir de su unión, organizó a su gente. Fue profesora de la escuela comunitaria de su favela, adoptando el método de Pablo Freire de alfabetización. Organizó a las mujeres del «morro» (barrio de favelas) en el Departamento Femenino de la Asociación de Vecinos, de la que fue fundadora y presidente.

Auxiliar de enfermería, formada en servicio social y licenciada en estudios Sociales, Bené fundó también el Departamento Femenino de la actual FAFERJ (Federación de las Asociaciones de Favela del Estado de Río de Janeiro), además de participar en la fundación del CEMUF (Centro de Mujeres de Favelas y Periferia).

En 1982 fue presentada como candidata a Concejal por el Partido de los Trabajadores. Mujer, negra y vecina de las favelas, fue elegida.

Asumiendo el liderazgo del partido en la Cámara Municipal, ejerció su mandato de cara a la atención de las reivindicaciones de los movimientos sociales. Como Concejal organizó el 1° y 2° encuentros de Mujeres de Favelas y Periferia, que dio origen al CEMUF. Fue miembro de la Comisión de Seguridad Pública del Estado de Río de Janeiro, consejera del Consejo Nacional de los Derechos de la Mujer e integrante de la Comisión de Defensa de los Derechos de la Mujer, en el Estado de Río de Janeiro.

El 15 de noviembre de 1986, afrontando una triple discriminación (mujer, negra y pobre), además de toda clase de obstáculos que van desde los prejuicios a la carencia de recursos financieros característicos de las campañas populares, fue elegida Diputada Federal Constituyente y trabajó activamente como titular de la Subcomisión de los Negros, Poblaciones Indígenas y Minorías. Posteriormente formó parte de la Comisión del Orden Social y de la Comisión de los Derechos y Garantías del Hombre y de la Mujer.

En la Constituyente presentó vanas propuestas contra las injusticias y discriminaciones, para asegurar los derechos y libertades individuales, la igualdad de oportunidades y la ampliación de las conquistas de los trabajadores. Toda esta tarea estuvo basada en sugerencias enviadas desde todo el país por los sectores a los que se propuso representar: negros, mujeres, comunidades indígenas y clase trabajadora en general.

Fue aprobado en Plenario la enmienda de su autoría que reglamentaba los derechos laborales de las empleadas domésticas, lo que causó mucha polémica y suscitó debates entre los sectores de la clase medía refractarios a los avances sociales.