TODOS CABEMOS EN EL MUNDO
MAURO PASSOS
A TRAVÉS DEL SUEÑO VAMOS. (SEBASTIÃO DA GAMA)
Las transformaciones del mundo contemporáneo son grandes. Todo cambia, pero no siempre para mejor. Estas transformaciones abarcan, además de la técnica, la ciencia y la informática, las esferas política, cultural, social y económica. Las concepciones del tiempo y espacio también son alteradas con el proceso de globalización. La globalización es un factor de división y no de unificación. Como consecuencia el ser social se debilita y es difícil articularse en busca de solidaridad y humanidades que alivien el sujeto de la soledad. En este contexto, ganó cuerpo el uso irracional de los recursos naturales, la explotación de materias primas y la destrucción del medio ambiente.
Llegamos a un nuevo periodo de tiempo. ¿Qué futuro se está construyendo con el actual déficit de humanidad? Al mismo tiempo, la globalización de la violencia, el comercio de armas y la militarización del planeta han acarreado consecuencias desastrosas a nivel mundial, contribuyendo así a que el hambre sea protagonista de ese desastre humanitario. La civilización está siendo destruida por los mecanismos que ella misma creó. ¿Aún hay tiempo para el futuro?, o "Estamos entrando en el futuro de espaldas", como escribió el poeta Paul Valéry.
Esta sociedad inmediata no enseña a desear más allá de lo inmediatamente accesible. Ignora lo “trascendente”, lo que va más allá de la experiencia concreta. ¿Cómo conjugar otros sentidos que no sea el mecanismo de la autoperpetuación del mercado y sus cómplices? Sin embargo, lo importante es que adoptemos una postura crítica y, al mismo tiempo, propositiva ante estos desafíos. Considerando el tema de esta reflexión, es necesario admitir que los enfrentamientos y perspectivas indican, históricamente, los caminos para la construcción de otro mundo (un mundo diferente es posible), como pensó Rigoberta Menchú Tum de Guatemala. Su lucha por la justicia social y por los derechos de los pueblos originarios ha puesto en escena proyectos, sueños y desafíos. Para una mujer indígena, ganadora del premio Nobel de la Paz, en 1994, su país debería ser pensado como una ausencia a ser recuperada, un futuro utópico en el que las personas pudieran vivir con dignidad. Después de todo, el desafío es concentrar caminos de diálogo, noviolencia y justicia entre los pueblos.
Algunas cuestiones importan para el desasosiego que nos atormenta. Son innumerables las trayectorias de la violencia, como tampoco existe un solo lote de su producción, lo que demuestra su capacidad de multiplicarse a través de la ciencia, la tecnología, política y economía. Esto propone al humanismo grandes desafios y una pregunta más grande se vuelve crucial: "¿Dejar atrás toda esperanza", como escribió Dante? ¿Ni siquiera Dios puede con la estupidez del ser humano? En efecto, no hay que inclinarse ante el reinado de la fuerza. En cada época, personas y grupos se levantan, toman la palabra y luchan por la justicia social. En la galería de los constructores de la humanidad, Ghandi probó la fuerza de la noviolencia, liberando sin armas al pueblo indiano. En el mismo camino, Víctor Jara, artista y activista chileno, luchó por los valores universales –libertad, justicia, razón y verdad–. Estos líderes buscaron reunir lo que estaba disperso provocando una verdadera revolución no violenta. Para ellos, el sueño era la clave que todos caben en el mundo –una idea que tiene brillo y alas–.
Parodiando a Descartes, la máxima en un mundo contemporáneo puede ser: “Lucho, luego existo.” El esfuerzo para la construcción de un mundo humano y solidario es continuo en la historia. Los grandes hechos nacen de una semilla de mostaza. Mezclan creatividad, coraje y acción para renovar la dureza de la vida. Así nacieron el antirracismo, los derechos de los pueblos originarios, las respuestas contra la violencia racial, de género y tantas otras. Con la creación de las redes, diferentes tipos de organización, articulaciones con grupos internacionales, hay un enriquecimiento en coalición y construcción de alianzas, a partir de diferentes lugares, como viene haciendo Greenpeace, por ejemplo. Así, a través de una lucha colectiva, se están desarrollando acciones pacíficas y creativas en defensa de los ecosistemas y de un futuro verde para el planeta. Con esto, un juego de relaciones redefine posiciones, genera nuevos efectos de sentido y promueve una práctica participativa. A su vez, este proceso no está exento de problemas, conflictos y divergencias.
Nuestro mundo necesita una agenda que humanice las relaciones. Un mundo en el que solo cuentan la ley del valor y la lógica del conocimiento no es un mundo humano. ¿Es posible la humanidad sin espacio para el ocio, la solidaridad, la amistad y el sueño? El sentido de la vida está en la construcción de la historia personal y social con derecho al acceso a los bienes esenciales –salud, educación, vivienda, trabajo, cultura y ocio–. El amor compartido nos despierta, envuelve y estimula. Es posible ver el cuidado con el otro en la forma de decir ‘buen día’, misterio en un abrazo, invitación en un movimiento social, encantamiento en un amanecer y un renacer en el aterrizaje de una abeja. Ideas maestras, fecundas y regeneradoras, provocan y transforman la historia. Llegamos a un momento en que reconocemos importante el entender/reconocer el discurso del otro. Más aún: no ver al otro como más pequeño que nosotros mismos.
¿Proyectos para el futuro? Vamos a cambiar los dueños del mundo por aquellos que siembran vida y esperanza y reemplazar todas las franjas de Gaza por la Rosa de los vientos. Hacer otro camino y crear archipiélagos para aproximar las personas, a la escucha de distintas voces, tradiciones y experimentaciones. Transitar en diferentes tipos de conocimientos para acoger a todos. ¿Cómo emprender nuevos vuelos para las nuevas generaciones? Repensar la vida cotidiana, la formación y la educación, teniendo en cuenta las modulaciones y articulaciones que componen las juventudes. Un dato que considerar es el hecho de que la juventud actual nació en un mundo globalizado, mediático y tecnológico. En este mundo de incertidumbres y violencias, la educación debe apuntar caminos hacia la comunión universal del ser humano y provocar una praxis liberadora. La vida nos llama con voces diferentes que son, en el fondo, una sola voz – solidaridad y libertad.
Concluyo con el pensamiento de Eduardo Galeano, escritor y poeta uruguayo: “La utopía está ahí en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte corre diez pasos. Por más que camine, jamás la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para que yo no deje de caminar.”
No importa lo duro que sea el presente, necesitamos evocar otros escenarios. Escenarios inaugurales de comunión, respeto a las diferencias sociales, culturales, religiosas, sexuales y étnicas, fin de la violencia e intolerancia. Espacio para nuevas síntesis.