Transformar el capitalismo: una necesidad para el buen vivir
Transformar el capitalismo: una necesidad para el buen vivir
Josep manel Busqueta
En el capitalismo siempre están en crisis las personas, los pueblos y la naturaleza.
La lógica de funcionamiento del capitalismo es la obtención del máximo beneficio en el mínimo período de tiempo posible. Tanto la satisfacción de las necesidades de las personas como el respeto por la naturaleza y las culturas de los pueblos, no son cuestiones que el sistema deba respetar para garantizar su funcionamiento y hegemonía como sistema rector de la sociedad. Al contrario, la explotación y el expolio han estado y están en la base de la obtención de beneficios. Capitalismo con rostro humano... son términos contradictorios.
En esencia, que el capitalismo esté en crisis no es algo negativo para su propio funcionamiento. La crisis actúa como unas tijeras de podar: elimina de la sociedad aquellos procesos que sobran, los menos eficientes, y sólo deja que sobrevivan los procesos productivos más sólidos. Para el capitalismo, la crisis representa la necesidad de reformarse y adecuarse para poder explotar más y mejor.
Refundar el capitalismo: ni posible ni deseable
A lo largo de su proceso de evolución histórica, el capitalismo ha ido atravesando momentos de crisis en los que se han producido importantes cambios sociales y económicos que han permitido asegurar de nuevo un funcionamiento saludable y vigoroso del sistema. La globalización capitalista fue la fórmula que permitió al capitalismo superar la crisis de la década de los años 60 y 70 del siglo pasado. La globalización consiste en una expansión horizontal y vertical del capitalismo que tiene en la estrategia neoliberal el mecanismo de gestión adecuado que asegura tal expansión. A nivel horizontal, bajo el mando de las grandes corporaciones transnacionales, se produce una división internacional del trabajo basada en que las distintas partes del proceso productivo se ubican allá donde se pueden producir con el menor coste posible. El mundo se convierte en una gran fábrica. Combinada con ésta se produce también una expansión vertical del capitalismo. A partir de la década de los 70, el capitalismo va a extender sus tentáculos hasta el último rincón de la sociedad susceptible de generar beneficios. Mediante distintos procesos de privatización asistiremos a la conversión de los derechos sociales, los recursos naturales y el patrimonio público en mercancías que, paulatinamente, pasarán a engrosar los activos de los cada vez más potentes grupos transnacionales, tanto productivos como financieros.
La estrategia neoliberal asegura mediante la desregulación y la liberalización la hegemonía del mercado como asignador de recursos. Se convierte en la estrategia de política económica funcional al avance y consolidación del modelo del capitalismo global. Instituciones como la OMC, el FMI, el BM y la Unión Europea se erigirán en los buques insignia del neoliberalismo. Mediante su actuación directa o indirecta, determinarán la actuación de los distintos Estados, ejecutores últimos del plan neoliberal.
Al día de hoy, este modelo ha colapsado. En agosto de 2007, con la irrupción de la crisis financiera se hizo evidente que la fórmula para reestablecer los beneficios que se había desarrollado desde la década de los 70 ya no daba más de sí. A partir de ese momento hemos visto cómo la expansión del capitalismo se estancaba, y utilizar todos los recursos presentes y futuros de las distintas sociedades se convertía en imprescindible para intentar evitar el hundimiento del modelo. Hoy día las sociedades se encuentran presas por el poder financiero, que aparece en los medios de comunicación bajo el eufemismo de «los mercados».
La salida de la crisis que se plantea desde los centros de poder, no es ninguna buena noticia para las clases populares. Su propuesta se concreta en ahondar todavía más los procesos de expolio y de explotación de las sociedades para asegurar un dominio mayor sobre el excedente social. Su objetivo es convertir la sociedad en un hipermercado y a los ciudadanos en consumidores con tantos derechos como dinero posean.
Los líderes políticos mundiales, servidores fieles de los poderosos, se reúnen para «refundar» el capitalismo en cumbres magníficas donde diseñan las medidas que deberían volver al sistema capitalista global a su cauce de crecimiento y expansión. Recetas que a la vez deberían permitir controlar los posibles desajustes que genera su funcionamiento para que no se vuelvan a repetir episodios como los presentes. No obstante, las consecuencias sociales, ambientales y de negación de la democracia que ha supuesto, desde sus inicios, el despliegue de la globalización capitalista, se erigen como restricciones irresolubles para su refundación, y hacen que ésta sea inviable. Ni la humanidad ni el planeta resisten ya la lógica de depredación y autoritarismo que la naturaleza del capitalismo impone.
Socialismo del siglo XXI: un deseo y una necesidad
Avanzar hacia un modelo de sociedad basado en la cooperación, la democracia participativa y la solidaridad, en donde la satisfacción de las necesidades fundamentales de las personas esté sujeta a prácticas que respeten y se integren en el funcionamiento de la naturaleza y la diversidad cultural de los pueblos, hoy ya no es sólo un deseo, es una necesidad.
Realidades como la pobreza global y los procesos migratorios que se derivan de ella, el cambio climático y todos los desastres humanos y ecológicos que conlleva, la gestión de los recursos naturales escasos, etc., todas estas cuestiones no tienen soluciones individualizadas. Ningún país o grupo de países podrá afrontar por su cuenta los efectos de estos problemas sobre sus sociedades. Se abren tiempos en los que sólo la cooperación, la comunidad y la solidaridad serán efectivas para afrontar con realismo y seriedad los retos que se plantean ante nosotros. A día de hoy, la lógica del egoísmo, la competitividad y el beneficio privado resultan inservibles para afrontar con acierto los desafíos que la humanidad tiene ante sí. Continuar transitando, como único camino posible, por la senda del capitalismo sería un grave error que nos conduciría con total seguridad hacia escenarios de guerra en distintas partes del mundo, a la vez que incluso se pondría en peligro la vida futura en el planeta.
Actualmente son centenares de millones las personas, y muchos los pueblos, a nivel global, afectados por la lógica del despliegue del capitalismo. Millones de personas afectadas por el paro y la precariedad. Comunidades enteras desplazadas por los efectos del cambio climático, empobrecidas y maltratadas por la voracidad de los intereses transnacionales del agronegocio, la minería, los hidrocarburos, etc. Centenares de millones de seres humanos que ni tan sólo pueden satisfacer sus necesidades más elementales de alimentación y salud, en una economía mundial, humanamente absurda, donde el presupuesto regular de la FAO para dos años, equivale a lo que dos países industrializados utilizan en comida de perros y gatos en una semana, mientras que el presupuesto para 10 años es igual a lo que el mundo gasta en armamentos en un solo día. Todos estos seres humanos, hermanos desde las necesidades y los sentimientos de justicia y dignidad, conformamos la semilla del proceso de transformación global que ya está en marcha. Sin duda, es difícil, los mecanismos del poder y su violencia visible e invisible son muy fuertes, pero hoy se escucha ya desde los cinco continentes la voz de los que luchan por esa transformación social, único futuro humano para el planeta.
Tímidamente los pueblos de Europa empiezan a despertarse del sueño narcótico del consumo y del individualismo atroz y van tomando conciencia de la necesidad de resistirse al desmantelamiento de los derechos sociales conquistados tras siglos de luchas. Asistimos al nuevo despertar de los pueblos de África donde son, sobre todo, los jóvenes los que lideran las demandas de mayor libertad política y de mejoras sociales. Y en A.L., tras siglos de subordinación, y retomando el espíritu resistente nuestramericano, hoy los movimientos populares cuentan con distintos proyectos emancipatorios que emanan desde la base y cristalizan en procesos continentales como el ALBA.
El espíritu de lucha, de resistencia y de cooperación que brota de los distintos proyectos de los Sin tierra de Brasil; las prácticas de democracia participativa, democratización de la riqueza y proyectos de desarrollo endógeno surgidos desde los cerros venezolanos; la propuesta del Buen vivir, inspirada en la versión indígena ancestral del Sumak Kawsay, y que desde los distintos pueblos indígenas nos plantea a todos los habitantes del mundo la necesidad de construir un nuevo modelo de sociedad, en la que la justicia social y la diversidad cultural se integren de manera simbiótica con la Pachamama... todos estos elementos son un bello espejo que refleja cómo puede ser y hacia dónde debe avanzar la sociedad del futuro. Junto a los muchos que en silencio, paso a paso, van desarrollándose en distintos barrios, pueblos y comunidades, todo ello debe convertirse en el grito que anuncia el nacimiento de una nueva sociedad más justa, más digna y más alegre. La única posible.
Josep manel Busqueta
Bellpuig, Lleida, Cataluña, España