Una militancia para el otro mundo posible

Una militancia para el otro mundo posible

José María VIGIL


Un mundo en el que se escucha por todas partes que «otro mundo es posible», no es exactamente el mundo de los años 90, ni mucho menos… Es un mundo diferente. Algo ha cambiado desde aquella terrible década de los 90, cuando todas las esperanzas parecían haber desaparecido y las fuerzas populares no eran capaces de convocar ni siquiera de convocarse. Cuando en el ya tercer Foro Social Mundial de Porto Alegre de 2003 se han reunido más de 100.000 personas, de entre las cuales 20.700 eran delegadas de 5.717 organizaciones pertenecientes a 156 países, con 4100 periodistas acreditados provinientes de 51 países, con 1700 actividades programadas (tantas que de hecho no pudieron realizarse más que 1200), y con un campamento juvenil de 25.000 jóvenes, algo nos está diciendo que estamos en otra época distinta de aquellos «terribles años 90».

La época del desfallecimiento utópico y de la parálisis de la militancia, hay que darla por superada. Es necesario despertar a una nueva militancia, a una militancia para ese ‘otro mundo’ que decimos que es posible. No se trata en realidad de otra militancia, sino de la de siempre, la de la utopía y del compromiso, la de la entrega y la esperanza, la de los buenos militantes de siempre, pero una militancia retomada, renovada, reencarnada en estos tiempos nuevos del tercer milenio que se inicia reclamando el ‘otro mundo posible’. ¿Cómo debería ser esta nueva militancia? Señalemos sólo algunos elementos.

I. Memoria y utopía

-Una militancia que se mantiene arraigada en la memoria de los patriarcas indígenas, los mártires latinoamericanos, las luchas de los movimientos populares, los próceres de las independencias de nuestros países, las luchas revolucionarias de liberación… Y la diaria resistencia laboral, de barrio, de comunidad eclesial, de humilde servicio sindical, de terca pequeña asociación...

-Con una memoria que no se avergüenza de esta sangre ni de estas luchas, una memoria que, al contrario, se siente orgullosa de ese inmenso caudal de heroísmo y generosidad de esa nube inmensa de testigos, que nos rodea con su ejemplo y nos arrastra con su energía;

-Una memoria viva, no arqueológica: que no nos hace ser centinelas de los mausoleos de los mártires, ni repetidores de un pasado que no puede volver, sino continuadores de una tradición viva, de una herencia que exige tanta fidelidad cuanta creatividad.

-Con una personalidad curada de la depresión que se abatió sobre la militancia en «los terribles años 90», consciente de que «aunque siga siendo de noche», «ya es madrugada». En una generación de militantes nuevos, sin traumas por el «fracaso» infligido a la izquierda en los años 80, que saben identificar ese «fracaso» en su justa realidad y en sus verdaderas causas. Militantes que se confiesan «soldados derrotados de una Causa invencible», firmes y fieles a prueba de todo, «como si vieran al Invisible».

II. Identidad-opciones y Causas

-Las Grandes Causas de la Patria Grande siguen estando ahí, eternas y siempre nuevas: la Causa Indígena, la Causa Negra, la Causa Popular, la Causa de la Mujer y la Causa ecológica.

-La Opción por los Pobres seguirá norteando para siempre la espiritualidad de los militantes de «espíritu latinoamericano» de todos los rincones del planeta. No una opción «preferencial», que degrada la radicalidad dialéctica de la opción («optar por los pobres y contra los que están contra los pobres») a una simple cuestión de preferencia cronológica («a los pobres primero, pero a todos igual»).

-La Liberación seguirá siendo la perspectiva, la hermenéutica en la que enmarcarlo todo: análisis de la realidad, filosofía, estrategias… Si hace treinta años la liberación, en un mundo todavía fragmentado era concebida como un asunto y una tarea fundamentalmente locales (emancipación de cada país respecto al sistema mundial capitalista) que se articulaban concatenadamente («si Nicaragua venció, El Salvador vencerá», la teoría del dominó), hoy la liberación es una aventura fundamentalmente global, mundial. Somos un solo mundo y padecemos la misma opresión global. La liberación es la liberación única del mundo, emancipación respecto al sistema único mundializado que nos atenaza, reacción conjugada de todos los pueblos contra cualquier tipo de neoimperialismo.

-Actitud permanentemente revolucionaria, en el sentido fuerte y profundo de la palabra. No se trata –lógicamente- de una actitud bélica, sino radical y clarividente, sustancialmente alternativa al sistema, sin componendas, pactos o reformismos. Una revolución que ya no se producirá por la toma del poder por la vía de las armas, sino por la vía de la conciencia de la sociedad. El valor de la información y de la comunicación, como momento ideológico del proceso social de liberación, como práxis y práctica teórica, es y será cada vez mayor.

-El método latinoamericano (intelectual, ideológico, teológico, pedagógico…) sigue y seguirá siendo el de «Ver-Juzgar-Actuar». Tener siempre la pasión de partir siempre de la realidad, y de volver siempre a ella.

-La Patria Grande latinoamericana no puede disolverse en la Patria Mundial, sino incorporarse activamente a ella. Debe hacer su aportación propia a la Patria Mundial, que es responsabilidad de toda la Humanidad. II. Nuevas actitudes

-Mundialidad: Estamos en ese otro mundo que se sabe unificado y que camina hacia una unificación cada día mayor. Un solo mundo. Ya no cabe seguir viviendo en «nuestro pequeño mundo», con una preocupación por «lo internacional». Ya no es posible considerar nuestra región, nuestro país, nuestro Continente, como «nuestro mundo». Nuestro mundo es y debe ser, cada vez más, el mundo global.

-Ya no se puede afirmar aquella dicotomía de «piensa globalmente y actúa localmente»; estamos en un mundo nuevo donde por primera vez es posible un compromiso en la globalidad. Somos la primera generación en la que a la mayor parte de sus miembros les es posible asumir un compromiso en la mundialidad. La nueva consigna es: «piensa globalmente y piensa localmente, actúa localmente y actúa globalmente».

-Renovación de nuestras coordenadas y referencias. Por una parte debemos ser encarnados, pero por otra debemos sentirnos ciudadanos del mundo, con una cierta «desterritorialización» y una asumida universalidad: nos deben doler las injusticias de cualquier parte de la tierra, como decía el Che. La solución de cualquier problema, por muy local que éste sea, ha de ser pensada y buscada «en clave de mundo».

-En una época de la revolución de las comunicaciones, la militancia ha de estar hecha muy prodominantemente de comunicación. El militante ha de ser una persona «en-redada», comunicada por la red (internet), que es la comunicación al alcance de los pobres. Ha de ser una persona enredada y enredadora, que enreda a los demás en la red.

-No se justifica ya que en este tiempo de comunicación un militante de estos tiempos (un individuo, un colectivo, un sindicato obrero, una comunidad juvenil…) no tenga relaciones de intercambio y de solidaridad con militantes (individuos, colectivos, sindicatos, comunidades juveniles…) de la misma inspiración pero de otros países y hasta de otros Continentes. Hoy ello ya es posible fáctica y económicamente (nunca lo había sido), sin más frontera que la lengua ni más dificultad que la falta de costumbre y de iniciativa.

-El militante estándar necesita contar cada día con un tiempo de «militancia telemática»: intercambiar y compartir con otros militantes -lejanos en el planeta, cercanos en el mismo espíritu en la lucha- informes, análisis, reflexiones, datos, interpretaciones, campañas, convocatorias… la formación permanente va a pasar principalmente por los materiales compartidos por la red. La agilidad del movimiento popular va a pasar por la fidelidad a la comunicación diaria de los militantes. El buen militante ha de ser una persona fiel a la conexión frecuente y a la comunicación tan intensa como la situación lo requiera.

III. Grandes estrategias transversales

En las grandes y en las pequeñas cosas, en las difíciles y en las sencillas, en la extraordinarias y en las diarias, hemos de tener presentes siempre las «grandes estrategias transversales»:

-La «Internacional humana» por la altermundialidad, por la globalización integral, contra la globalización neoliberal sesgada y excluyente (cfr Casaldáliga, pág. ).

-La actitud ecológica del cuidado del planeta, la ampliación del concepto de prójimo hacia los humanos futuros y hacia la naturaleza toda (cfr Víctor Viñuales, pág. ).

-El consumo responsable, hecho de austeridad y de comercio justo (cfr. Jesús Moreno, pág. ).

-El derecho internacional, la recuperación de la legalidad mundial destruida principalmente por el unilateralismo estadounidense, y la construcción de un nuevo pacto social mundial (cfr Mayor Zaragoza, pág. ).

-El convencimiento de la importancia de lo simbólico, el sentido, la utopía, los valores, la información, la interpretación, la comunicación telemática… La el ciclo de las revoluciones armadas concluyó hace tiempo, y estamos en el nuevo ciclo de la transformación del mundo por la vía de la conciencia. Las dimensiones económica y política son tan necesarias como siempre, pero ahora estamos más conscientes que antes de la necesidad de la lucha por transformación de la conciencia, tanto desde la praxis como desde la práctica teórica (Vigil, pág. ).

-La «glocalidad», la globalidad como nueva localidad en la que comprometerse, y a la vez como contexto universal ineludible de toda localidad local.

-El antiimperialismo (o antiunilateralismo), como la forma más actual del compromiso liberador.