Utopías ayer y hoy

Utopías ayer y hoy

Un Dios que no cesa de venir

José Comblin


• En el Apocalipsis de Juan el nombre de Dios es «aquel-que-es, que-era, y que-viene» (1,4). No dice «que será», lo que sería una fórmula típica de los filósofos griegos, que indicaría que Dios sería inmutable, siempre igual, y que nunca hace nada nuevo. Juan pretende precisamente negar ese Dios y proclamar que Dios se mueve, cambia, causa novedades. Al final del libro dice: «el Espíritu y la Esposa dicen: Ven!» (22,17). «¡Sí, vengo enseguida!» (22,20).

Mientras haya cristianos o judíos en el mundo, habrá utopías, proyectos irrealizables, sueños de un mundo diferente... porque son las únicas religiones que anuncian un Dios «que viene», no tanto que será.

Juan tuvo la visión del reino de los mil años, reino de Cristo en medio de su pueblo, reino de paz y felicidad, en los cap. 7 y 20 de su apocalipsis. Ese reino vendría antes del fin del mundo. Después vendrían los grandes cataclismos del fin del mundo y la llegada de un nuevo mundo, un nuevo cielo y una nueva tierra, una nueva Jerusalén, con el reino definitivo de Dios.

Esa visión de Juan tuvo mucha importancia en los primeros tiempos del cristianismo. Dio una fuerza extraordinaria a los mártires. Éstos sabían que después de sus sufrimientos entrarían en un reino de felicidad, en la nueva tierra. Durante toda la historia del cristia-nismo la esperanza del reino de mil años ha dado a los cristianos coraje en tiempos de persecución, desastres o cataclismos.

El milenarismo, el reino de los mil años, -siempre fue condenado y combatido por las autoridades ecle-siásti-cas, que veían en esa esperanza un rechazo a la institución eclesiástica. Esperar un reino de Jesús en esta tierra era despreciar la institución eclesiástica, como si no tuviese que ver con el reino de Cristo. La doctrina oficial dice que antes del juicio final no habrá nada más que la Iglesia que conocemos ahora.

• El milenarismo cristiano tiene raíces en el Antiguo Testamento, por ejemplo en Ez 37. Jesús parece haber dado pie, a veces, a esperanzas semejantes. Los discípulos esperan gobernar el mundo con Jesús, en su reino. En Mc 10,30 Jesús promete a los perseguidos una recompensa ahora y en la vida eterna, como si antes del fin del mundo ya hubiese una compensación para ellos. Los fieles que aclamaban a Jesús en su entrada en Jerusalén esperaban que llegase para instalar su reino...; cuando comenzó a hablar de su muerte, las esperanzas milenaristas se cayeron.

Las persecuciones de los primeros siglos dieron lugar a la renovación de las esperanzas milenaristas. Algunos historiadores piensan que ese anuncio de la llegada del reino de los mil años en esta tierra fue uno de los motivos de conversión de muchos habitantes del Imperio romano, especialmente de las víctimas que más estaban sufriendo en el Imperio.

Cuando Constantino decretó la libertad de la Iglesia y decidió convertirla en la religión oficial de Imperio, hubo obispos y cristianos de la base que pensaron que estaba comenzando el reino de Cristo en la tierra.

Ese milenarismo sirvió sobre todo a los gobernantes, porque para las víctimas del imperio las señales del reino de mil años no estaban tan claras. Pero cayó el Imperio en Occidente y la Iglesia romana asumió la pretensión de que la cristiandad era la realización del reino de Cristo en la tierra. Prevaleció la idea de que aquélla era la última época de la historia del mundo antes del final anunciado. No se podía esperar ningún otro reino de Cristo en la tierra que no fuera el reino de la Iglesia en la cristiandad.

Pero, ante la corrupción de la Iglesia romana y de amplios sectores del mundo episcopal o monástico, apareció un profeta, Joaquín de Fiori, un abad del fin del siglo XII, que anunció el advenimiento de un reino del Espíritu Santo. Tuvo mucho éxito entre los hermanos de san Francisco en los siglos XIII y XIV. Ese reino del Espíritu sería un reino sin poder, animado por los monjes, cristianos sin poder. Ese reino del Espíritu Santo era una nueva versión del milenarismo.

La corrupción de la Iglesia romana aumentó mucho con los Papas de Aviñón en el siglo XIV. Las quejas que denunciaban la avaricia y la ambición de riqueza de los papas llegaron a ser un clamor que pedía una reforma general en la Iglesia. Y la Reforma vino. Lutero creía que su Reforma era como una nueva fase de preparación del fin del mundo. En el mundo reformado esa idea de un nuevo milenio tuvo partidarios. Pero pronto se dio la gran insurrección de los campesinos y artesanos en Alemania (1525) y todos los príncipes, protestantes y católicos, reprimieron la insurrección.

Thomas Münzer fue el teólogo de la insurrección conocida como Guerra de los campesinos. Sostuvo que los campesinos rebeldes instalarían el reino de los mil años. En Münster, en 1534, los anabaptistas que tomaron la ciudad tuvieron la misma esperanza: estaban comenzando el reino de los mil años. Como era de esperar, esas insurrecciones fueron reprimidas con una crueldad abominable.

El milenarismo inspiró muchos movimientos de revuelta popular. Esos movimientos no tenían poder militar, contaban sólo con el poder de Dios. La certeza de estar realizando la llegada del reino de Cristo les daba la energía y la confianza necesarias.

• Hubo también un milenarismo político en el que el poder gobernante consideraba su gobierno como la realización del reino de Cristo en este mundo.

A partir de Teodosio, al final del siglo IV, la Iglesia se identificó con el Imperio bizantino que duró hasta 1453, cuando la capital fue conquistada por los turcos. Ese imperio era el reino de Cristo.

La ideología milenarista de Bizancio pasó al Sacro Imperio Germánico a partir del siglo X. También en Occidente la Iglesia se transformó en un servicio del Imperio. La Iglesia era la función político-religiosa del clero. Quien buscaba realmente el evangelio se refugiaba en la vida monástica, donde se formaban las únicas verdaderas comunidades cristianas.

Cuando cayó Constantinopla y con ella el Imperio bizantino, el reino del milenio pasó a Rusia. El reino de Cristo pasó de Roma para Bizancio y de allí para Moscú. El zar de Rusia fue el representante de Cristo en el reino de Dios en esta tierra.

El milenarismo político tuvo otras expresiones. Después del Sacro Imperio, su nueva forma será el pueblo elegido. En el siglo XIX, cuando Inglaterra conquistó la India y la reina Victoria fue proclamada Emperatriz de la India, nació la conciencia de que Inglaterra era el pueblo elegido por Dios para gobernar el mundo. R. Kipling pudo proclamar que «El Imperio británico es la más bella realización de Dios después de la creación». Pero Inglaterra encontró la rivalidad de Alemania. Envuelta en dos guerras destructivas, tuvo que ceder el gobierno del mundo a EEUU donde el militarismo político fue y todavía es muy fuerte.

Desde el principio, o sea, desde la llegada de los Puritanos en 1629, EEUU nació con la conciencia de ser una Nación elegida. Los Puritanos estaban destinados a instalar el reino de los mil años, el reino de Cristo. Esa ideología nunca se perdió. Hasta hoy mismo EEUU considera que su nación ha sido encargada por Dios para gobernar el mundo como el pueblo elegido entre todos los demás. Todos los presidentes expresan esa convicción en sus discursos inaugurales.

• Hubo también un milenarismo eclesiástico. Los papas dieron América en posesión a los reyes de España y Portugal, con la misión de que establecieran allí el reino de Cristo. Los reyes debían extender la Iglesia. Cuando Hernán Cortés inició el asalto a Tenochtitlán, capital de los aztecas (hoy México DF), mandó escribir en las banderas de sus tropas: «¡Sigamos la señal de la cruz, con ella venceremos!».

Todavía subsisten restos de ese sistema en la Iglesia latinoamericana actual, a pesar de Medellín y de su inspiración. Subsisten en el triunfalismo católico.

Cuando las potencias europeas conquistaron la mayor parte de África y Asia, las misiones católicas y protestantes en ese continente tuvieron como finalidad la implantación de la Iglesia. No la evangelización, sino la extensión del Reino de Cristo, con la ayuda de las potencias coloniales. Fue un milenarismo que todavía tiene consecuencias. Nacieron Iglesias implantadas, no pueblos evangelizados.

• La Revolución francesa es una fecha simbólica: comienza la desintegración de la cristiandad y el nacimiento de una sociedad secularizada.

A los desafíos de la ciencia y de la tecnología la Iglesia católica, como las protestantes, no ha sabido responder. Defendió los restos de la cristiandad y continúa defendiéndose, pero ha perdido casi toda influencia en la sociedad. Los milenarismos religiosos subsisten en sectas, sin proyección en la sociedad, excepto en EEUU, que es el país más desarrollado en ciencia y técnica, pero a la vez es el país con la oposición más fuerte a la visión del mundo de las ciencias, el mayor apego al literalismo bíblico, y el país que tiene más sectas religiosas milenaristas.

En el resto del mundo las ciencias y la tecnología fueron asumidas por una nueva burguesía que acabó tomando el poder y divulgando su ideología. La burguesía nació con una expresión secularizada del milenarismo: el proyecto de formar por la ciencia y la tecnología una nueva humanidad en vez del reino de Dios que no fue realizado por la cristiandad. Al ver que la religión no conseguía lo que había prometido, la burguesía prometió una vida mejor, realmente humana, y tomó el lugar del clero para dirigir a la sociedad hacia la felicidad en la tierra, no en el cielo.

En Brasil el programa oficial de los gobiernos y de la nación es el «desarrollo», o sea, exactamente la utopía de la burguesía: la transformación de la condición material y social por medio de la ciencia y de la tecnología. Los países emergentes están convencidos de que su misión es hacer de su país una copia de EEUU. Todos los países del mundo quieren llegar a ser un día como EEUU.

En la práctica esa versión secularizada del reino de Dios consiste en la promoción extraordinaria de una minoría de la humanidad, de aquellos que concentran en su poder los recursos de la ciencia y de la tecnología, que les permiten reservar para sí los recursos de la naturaleza. Las masas, o ponen los trabajadores, o quedan fuera del sistema. La burguesía misma hoy ya no se atreve a propagar su ideología milenarista: se contenta con decir que ella representa la única posibilidad, que no hay alternativa a su sistema.

La sociedad burguesa suscitó la reacción de las masas de los trabajadores dominados y explotados. El siglo XX fue el siglo de las esperanzas milenaristas secularizadas de las víctimas de la burguesía, revoluciones en parte exitosas y en parte frustradas.

Primero se dio la reacción de las masas de los trabajadores de la industria, y después la de los del campo. En ese contexto nació el socialismo, proyecto de sociedad en el que la propiedad es colectiva. En el mundo burgués la propiedad está en manos de pocos, tanto la propiedad de la tierra como la de las máquinas. El propietario explota porque el trabajador, para comer, tiene que aceptar lo que le ofrecen. El siglo XX fue el siglo del socialismo, el sueño de una sociedad socialista en el que la propiedad sería social. En la práctica, la unión de los trabajadores pudo conseguir algunos derechos y alguna participación en la propiedad. Pero las revoluciones socialistas acabaron cediendo ante la ofensiva de los propietarios. La burguesía acabó venciendo, aunque tuviese que hacer algunas concesiones. El socialismo radical que suprimía toda propiedad particular, en la práctica concentró la propiedad en las manos del Estado y no realizó el sueño. La estructura comunista subsiste hoy en Cuba y en Corea del Norte.

Hubo utopías políticas en las colonias. Los pueblos colonizados soñaban con la independencia política. Las revoluciones de independencia consiguieron salvarlos de la dominación económica. Pero las empresas extranjeras someten a las antiguas colonias.

El feminismo fue otra utopía del siglo XX. La revolución de las mujeres consiguió conquistas importantes, pero, sobre todo en el mundo popular, la dependencia de las mujeres todavía es muy dura por causa de las condiciones de trabajo y la acumulación de las tareas domésticas.

La utopía de la igualdad racial tuvo algunos resultados más o menos sensibles en diferentes países. Las luchas contra la discriminación no suprimieron la posición de inferioridad social de los negros.

Ambas asociaciones todavía son actuales y urgentes. Mucho se puede conseguir con una organización fuerte en la sociedad.

• ¿Cuales serían las posibles futuras utopías? Lo que actualmente se ofrece es muchas veces la repetición de utopías antiguas. Todavía se habla de socialismo. Un problema es que, en la situación económica actual, la industria perdió mucha de su importancia. Ya no existen clases obreras homogéneas y numerosas. Los empleos van a crecer pero en el sector terciario. Pero todavía no ha aparecido un movimiento de los trabajadores del sector terciario, aunque esos trabajadores estén muchas veces agotados y explotados por el exceso de tensión en el trabajo. Otro problema está en la concentración de las empresas: los países no consiguen controlar las megaempresas de alcance mundial, las multinacionales. Para eso, un movimiento nacional no basta, es preciso un movimiento mundial. Aparte de eso, las potencias mundiales tendrían capacidad para resistir a los movimientos en los países pequeños. EEUU nunca acepta decisiones tomadas por la ONU, la OCM, la FAO u otras organizaciones mundiales. China, ¿estará dispuesta aceptar cuando sea la primera potencia?

• Pero he aquí que ahora aparecen dos peligros que amenazan a la humanidad entera. Ya no se trata de utopías o de sueños, sino pura y simplemente de supervivencia.

El primer peligro son las armas atómicas. Más de 20 países ya tienen bombas atómicas, y el número va a crecer, inevitablemente. Ya hay bombas para aniquilar toda la humanidad varias veces, en pocas horas. Hasta ahora no hay voluntad política de usar armas atómicas, pero los estados mayores de los ejércitos de varios países tienen ya estudios sobre bombas atómicas de baja intensidad. Un escenario de guerra atómica no es difícil de imaginar.

El segundo peligro es la destrucción de la naturaleza. Ha aparecido un movimiento ecológico de propuesta de un modo de vivir que respete la naturaleza. Nació como utopía en el siglo pasado. Ya se manifestaban los males provocados por la destrucción de la naturaleza, por causa de las industrias, la basura, la contaminación del agua, del aire, de la tierra... Ese sueño generó movimientos políticos para controlar la destrucción de la naturaleza y sustituir el consumismo por la vida natural. Luchan contra las industrias contaminantes, contra la multiplicación de los desechos, que provocan dolencias y amenazan la supervivencia de la vida en el planeta. El calentamiento de la tierra parece estar provocando ya perturbaciones en el clima. La ecología dejó de ser una utopía: es un problema de vida o muerte. Ya no se trata de soñar, sino de impedir la muerte de la naturaleza. En lugar de la utopía soñada, ha sobrevenido la angustia.

Con esa situación, el proyecto de «desarrollo sin fin» de la producción, pretendido por la burguesía, queda descalificado. Lo que no quiere decir que sea abandonado. Hace tiempo que la ideología capitalista ha sido abandonada... Pero no se sabe cómo hacer para controlar el poder de las 500 corporaciones, que pronto serán 400, después 300, hasta la concentración final en un super-héroe, que al final caerá, como siempre. ¿Qué vendrá después?

Después del clero vino la burguesía. Después de la burguesía... ¿qué? ¿Vendrá otra clase, otro grupo humano, animado por otra utopía?

• Todavía no está clara la situación en América Latina. Todavía no sabemos si los actuales gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y otros países, son los precursores de esa clase nueva que tendría la posibilidad de recibir el apoyo de las grandes mayorías, o si serán las próximas víctimas de la represión del Imperio norteamericano.

El bolivarianismo asimila fragmentos de los movimientos socialistas del siglo pasado. Pero no parece haber formado una conciencia popular. Lo que mantiene a Chávez en el poder es el carisma del mismo Chávez, mucho más que su ideología. Consiguió mejorar mucho la condición de las clases bajas de la sociedad, y eso le vale el apego del pueblo. En Bolivia lo que mantiene el poder de Evo Morales es la cohesión del pueblo indígena, sobre todo aymara, cohesión que no procede de una ideología, sino de una historia. En Ecuador tampoco existe una ideología que logre garantizar a Correa un poder popular. Lo que sucede en los gobiernos de Argentina y de Uruguay difícilmente puede considerarse una ideología política. Todavía no conseguimos ver si lo que está sucediendo en las izquierdas latinoamericanas se basa en una ideología firme o está a la búsqueda una ideología.

¿Todavía hay utopías religiosas? En el Vaticano predomina la utopía de una resurrección de la cristiandad. Es la utopía de Benedicto XVI y de los movimientos Opus Dei, Legionarios, Comunión y Liberación, y otros. Aceptan como hecho inevitable la disminución del número de los católicos. Debemos prever que los católicos serán una pequeña minoría. Pero será una minoría de fuertes, firmes, irreductibles, un núcleo de diamante. Gracias a ellos la Iglesia podrá acumular un poder político y económico que hará de ella la élite de la humanidad, la élite indispensable para dirigir el mundo y rehacer una cristiandad. Ésa es la utopía dominante, la que dirige la política vaticana.

Hay grupos en la Iglesia que sueñan con un retorno a los años de Medellín. Son grupos de laicos, con algunos pocos sacerdotes y religiosos, sin apoyo de la jerarquía. Su sueño es una Iglesia realmente evangélica. Era la utopía del Vaticano II, hoy en día muy minoritaria, por lo menos en Europa y en América.

Por otro lado, el crecimiento de las iglesias pentecostales procedentes de EEUU puede hacer que se extiendan utopías de tipo conservador fundamentalista.

Pero las utopías, de una manera u otra, continúan, y continuarán, y nos toca ahora a nosotros ser sus testigos y luchar por su realización.

José Comblin

João Pessoa, PE, Brasil