Vendrá, que lo he visto
Vendrá, que lo he visto
Contornos de un proyecto en construcción
Pablo Suess
«Y aquello que en ese momento se revelará a los pueblos sorprenderá a todos, no por ser exótico, sino por el hecho de haber estado siempre oculto, cuando habrá sido lo obvio» (Caetano Veloso).
Sumak Kawsay como proyecto
En el imaginario de la humanidad, en los rostros sufridos de los pobres y en los muros de los sistemas existen grietas, a veces incluso roturas, por las cuales pasan rayos de luz e instantes de felicidad. Son espacios en los que se articulan utopías con esperanzas de un mundo con vida plena, sin hambre ni desprecio. De algunas de esas grietas sistémicas han irrumpido las discusiones constitucionales en Bolivia y en Ecuador en torno al paradigma planetario de origen quechua: el sumak kawsay, que significa buen vivir. En este momento histórico en que asistimos al agotamiento de un círculo civilizatorio, las discusiones sobre la real posibilidad del buen vivir continúan también en otros países.
El sumak kawsay, como horizonte utópico, es un paradigma crítico y autocrítico en construcción que apunta a una plataforma pluricultural y multisectorial. Apunta hacia el éxodo de una situación esclavizante y propone un camino transformador. No todos quieren un nuevo camino, que será arduo. Unos privilegian la situación esclavizante y otros se acomodan a la esclavitud, reconciliándose con la precarización de la vida por medidas de mitigación. Cuando los programas de erradicación de la pobreza de gobiernos progresistas son financiados por la plusvalía de la explotación del trabajo y por la exportación de recursos naturales no renovables, esos programas perpetúan la miseria que dicen pretender eliminar.
El paradigma del buen vivir, con su horizonte utópico, no es un recetario ni puede ser la descripción de un programa de gobierno en sus detalles. Sumak kawsay es la visión de otro mundo posible. En ese mundo, la humanidad forma parte de su naturaleza, pero no se diluye en ella. Por las conquistas culturales, la hu-ma-nidad no se emancipó de la naturaleza, sino que añadió elementos esenciales a esa naturaleza, como libertad e igualdad, dignidad y autonomía, solidaridad y esperanza, valores y sentido.
Pero en la historia de su evolución cultural añadió también una pulsión destructiva frente a la naturale-za y frente a la propia especie humana. Esa pulsión sobrepasa la mera destructividad natural, porque, también en cuanto barbarie, es cultura. Por tanto, los añadidos culturales de la humanidad pueden ser utilizados para progreso y dominación, para civilización y barbarie. Con ese saber crucial, el paradigma planetario del sumak kawsay procura trazar pistas de un nuevo equilibrio, que podríamos llamar reconciliación entre humanidad y naturaleza, o alianza de las víctimas de la barbarie humana.
Por su naturaleza reparadora y su horizonte utópico, la propuesta del sumak kawsay no fue impulsada por superpotencias del mundo globalizado. Ir-rum-pió de la memoria histórica y cultural de países pequeños y sectores explotados marcadamente indígenas de Boli-via y de Ecuador. En la historia humana, lo radicalmente nuevo, revolucionario y mesiánico es siempre gestado en la periferia y en las fronteras de los imperios.
Discernimiento, transformación, límite
¿Cuáles son los ejes del horizonte utópico incorporados al paradigma constitutivo y fundacional del sumak kawsay, que procura no simplemente reproducir una tradición quechua milenaria, sino exponer esa tradición a las potencialidades del mundo moderno?
El buen vivir debe ser visto como aprendizaje histórico, como alternativa para el desarrollo humano y económico de hoy y como nueva síntesis consensual entre el saber tradicional, la historia republicana, la sociedad democrática y el sueño de una vida que permita amalgamar finitud y dignidad, materialidad y espiritualidad. El horizonte utópico del sumak kawsay cumple dos tareas, una tarea crítica -el discernimiento vuelto al pasado y aclarado por las potencialidades patológicas y destructivas que bloquean el futuro de la humanidad-, y una tarea transformadora, que se inspira en las potencialidades productivas y humanizadoras de hoy. La primera, la crítica, es de advertencia; la segunda, la transformadora, va a describir la belleza de un nuevo amanecer y la moldura de un cuadro del cual consigue mostrar apenas las primeras pinceladas. Donde el sumak kawsay del año 2012 sobrepasa ese límite de las «primeras pinceladas», donde comienza a presentar un cuadro de futuro ya dibujado en muchos detalles más allá de principios y valores, ahí va a decepcionar, no solamente a hijos y nietos, sino también a todos los contemporáneos, porque habrá incorporado creatividad y esperanza en un cuadro previsible, mensurable y pragmático. La construcción del buen vivir para todos no es un proceso lineal planeado en oficinas. «Sorprenderá a todos no por ser exótico, sino por el hecho de haber estado siempre oculto cuando habrá sido lo obvio».
Crítica sucinta del modelo en curso
El sumak kawsay hace una crítica radical al modelo de desarrollo basado en el crecimiento, en la aceleración de la producción, en la acumulación de los lucros y en la aportación de recursos naturales. Comunidades indígenas, cuyos territorios son atravesados por las nuevas fronteras demarcadas por empresas mineras y por el agronegocio (soya, caña de azúcar) sufren hoy el impacto mortal del extractivismo.
El buen vivir no debe ser confundido con el bienestar en la expectativa de crecimiento y consumo ilimitados, sino más bien como freno de emergencia y búsqueda de un nuevo modelo post-extractivista. Por crear dependencia en los sectores de la energía, minerías, pesca y agropecuaria, el extractivismo impide la autonomía de los Estados y la libertad de las naciones. El extractivismo, en cualquiera de sus expresiones, es incompatible con el paradigma del buen vivir. En el campo energético, quien piensa el futuro de la humanidad necesita sustituir el gasto de fuentes no renovables, estigmatizar el deterioro ambiental y pensar en la innovación de una economía post-petrolera.
La destrucción ambiental está basada en la lucha de los humanos contra la naturaleza. Los pueblos indígenas, que desde la colonización fueron considerados «los naturales», han sido incorporados a esa destrucción de la naturaleza.
Vendrá, que yo lo he visto
La naturaleza no es enemiga, sino aliada. El Derecho Natural apunta no sólo a la dignidad humana, sino también a la dignidad de la naturaleza como aliada del buen vivir de la humanidad. El sumak kawsay reconoce la naturaleza como sujeto de derechos.
Los seres humanos forman parte de la naturaleza. Por tanto, el buen vivir supera las dicotomías cartesianas entre res cogitans y res extensa, entre naturaleza y humanidad, y entrelaza el tiempo lineal con el tiempo circular, el mito con la historia y la objetividad de la producción con la subjetividad de la madre tierra, que es matriz, matrix y máter. Sumak kawsay o buen vivir es posible cuando las personas viven en comunidad entre sí y con la naturaleza. Al considerar la naturaleza como sujeto y no como objeto, al tratarla como aliada y no como sierva, el sumak kawsay propone su incorporación a la historia, no como fuerza productiva, sino como relación recíproca entre aliados que son seres sociales y naturales al mismo tiempo.
En el buen vivir, el valor de uso de la mercancía está encima del valor de cambio, defraudado por la plusvalía, expropiada por el capital. La revalorización de la persona humana y de la naturaleza forma parte de aquella sabiduría divina que la humanidad ha recibido por muchos caminos.
Reino, resistencia, rebeldía
La construcción del sumak kawsay se hace mediante la práctica de una ciudadanía radical, que se preocupa por las condiciones materiales y espirituales de los ciudadanos. La pluriculturalidad de ese proyecto va más allá de la cultura quechua y apunta a las múltiples aportaciones de una alianza amplia por la vida.
El cristianismo como proyecto de vida tiene una contribución importante -aunque no hegemónica- que hacer al buen vivir. Interpreta la sabiduría presente en los diferentes caminos de resistencia y rebeldía del Reino en las grietas del sistema opresor y de la sociedad alienada. Esa sabiduría atraviesa la historia y hace, siempre de nuevo, que nazca la vida y conviva la humanidad. La sabiduría del Reino, como sabiduría del bien convivir de todos, exige despojamiento que desestabiliza el sistema por el desapego consentido de privilegios de la sociedad de clase. El desapego, como ejercicio de librarse de lo innecesario para que todos puedan usufructuar lo necesario, sobrepasa la esfera de lo privado y de lo individual. El desprendimiento, en su forma individual, puede ser comprendido como conversión, ascesis, en su forma comunitaria o sociopolítica, como ruptura y solidaridad.
Los horizontes utópicos del Reino y del sumak kaway pueden sumar sus energías críticas y creativas ante aquello que todavía no es. Los nuevos espacios de buen vivir y de convivir no serán estructurados por la prosperidad del «más y mejor», sino por un horizonte de felicidad y dignidad, de sentido y esperanza.
Pablo Suess
São Paulo, SP, Brasil