Visión ecológica de la política

Visión ecológica de la política

Manuel Gonzalo


Hacia el futuroToma de conciencia

Se encontraban saliendo de la cara oculta de la Luna y el astronauta William Anders consiguió algo histórico: por primera vez la Tierra fue fotografiada en colores emergiendo sobre el estéril suelo lunar. Corría diciembre de 1968 y desde la nave Apolo 8 se logró esa primicia.

“El planeta azul” –como lo llamó Frank Borman, comandante de la nave- se perdía sobre la oscuridad del fondo galáctico. Nuestro planeta aparecía cual barquichuela navegando en el océano. Su pequeñez era notoria. Una sensación de fragilidad se generó en los tres astronautas. Pero, a su vez, captaron con admiración la belleza que irradiaba.

Esa fotografía produjo una enorme influencia medioambiental. Cuestionó la comprensión de quienes pensaban que «el planeta posee recursos ilimitados».

En los 60, las corrientes desarrollistas predicaron que el progreso es ilimitado y que el modelo americano se podía implantar en cada país. La foto lo niega: para que cada persona pudiera gastar la energía que consume una persona norteamericana media se necesitarían unas 300 Tierras... Pero Tierra sólo hay una.

Creció la preocupación por el planeta. En 1972 el Club de Roma publicó Límites del Crecimiento. Le seguiría The 2000 Global Report to the President, del Consejo de Calidad Ambiental norteamericano. Después, la Evaluación del Ecosistema del Milenium insistió: formamos parte de una unidad humanidad-planeta, y dilapidar recursos tiene un alto precio.

¿En qué han quedado estos documentos? Los gobiernos no dieron respuestas coherentes, pero el conocimiento avanzó, a pesar de ellos, desde una visión antropocéntrica a otra geocéntrica, o incluso cosmocéntrica.

Los humanos unimos la autosatisfacción por los avances científicos logrados con la miopía de pensar que no existen límites para el desarrollo. Se trata de una postura prepotente, pero desmentida por datos y eventos internacionales como el del Protocolo de Kyoto, en 1990, o La Cumbre de la Tierra, realizada en Río de Janeiro en 1992, que dan base científica a una gran preocupación: cuidar el planeta no es una propuesta de locos o poetas, sino una dramática urgencia impostergable. El reciente informe Climate Change 2007, de Paris, responsabiliza al ser humano como el primer causante del desequilibrio climático.

Hacia el futuroUna visión global

El biólogo prusiano Ernst Haeckel introdujo en 1866 el término «ecología» para estudiar las relaciones que mantienen los organismos con su medio y con otras especies. Nacía una nueva visión que iba más allá del árbol concreto para analizar el bosque del cual formaba parte. Hasta entonces dominaba el análisis de la parte: generar escisiones y disecciones para llegar al músculo preciso, o al ojo compuesto del insecto. Haeckel buscaba la visión del cuadro en su conjunto. Así, la «ecología» integra meteorología, biología, geología, sociología... y hasta espiritualidad. Cada simple árbol es parte de un tejido enorme, abarcador, sintetizador: el planeta es el nuevo bosque para estudiar. Se toma conciencia de que todo está interrelacionado y que no es posible la vida aislada de ninguna especie: todas emergen en su importancia y tienen que ser respetadas. Desde entonces la ecología ha ampliado su presencia en cuatro áreas. Veamos.

La Hacia el futuroprimera ha sido la llamada «ecología ambiental», ciencia de las interrelaciones entre los organismos y sus ambientes, que nos habla de cadenas alimentarias, hábitat, nicho ecológico, calidad ambiental, ecosistemas, poblaciones, polución, biomasa... Los actores de esta película de la vida son sólo tres grandes grupos: los productores, los consumidores y los descomponedores. Un ecosistema es un conjunto de diferencias que interdependen, y para que sea estable, el recambio de materiales tiene que seguir un camino circular. Toda la Tierra es un gran ecosistema.

La Hacia el futurosegunda área ha sido la llamada «ecología social», que analiza los modelos económicos y las decisiones políticas que influyen sobre los millones de humanos que pueblan el planeta. ¿Puede ser válido un modelo económico –el capitalista- que cada vez margina a más millones de personas del ciclo de la producción y del consumo? Según Leonardo Boff: «Donde impera la práctica capitalista se envía al exilio o al limbo la preocupación ecológica». Lo que está en peligro es tanto el sistema Tierra como los pobres de la Tierra. Los problemas de producción y reparto, justicia social, marginación, beneficios, necesidades básicas, políticas buscadoras del bien común... se plantean aquí con toda su crudeza. Nada es neutro en un mundo de intereses. La conciencia ecológica emerge a duras penas en medio de fuertes críticas de grupos de poder –como el gobierno de Bush- que pagan estudios para quitar importancia a los desastres que se dan en el planeta.

LaHacia el futuro tercera es conocida como «ecología humana». Tiene que ver con las actitudes de las personas y la vida en armonía consigo mismas, con los demás y con el medio. Hay posturas prepotentes, acaparadoras, excluyentes y dilapidadoras que, lejos de gestar un ser humano, permiten que los instintos de territorialidad y acumulación sean el norte de diferentes personas y grupos. El «guerrero», acostumbrado a dominar, imponer, avasallar, a pensar sólo en sí mismo, pasa por la vida arrasando recursos y espacios de humanidad. Su efecto en los otros es el desarraigo de su medio, la marginación y la exclusión del banquete de la vida.

La Hacia el futurocuarta se podría definir como «ecología cósmica», que ubica las raíces del ser humano en la larga historia evolutiva del cosmos. La especie humana, todas las otras especies animales y todos los seres vivos, comparten un mismo origen: una primera célula aparecida posiblemente en las profundidades marinas. Para que la vida surgiera en la Tierra se tuvieron que dar muchas condiciones previas: un planeta formado hace unos 4.650 millones de años, una estrella recién estrenada, miles de millones de años transcurridos desde la aparición de la Vía Láctea y de otras galaxias, y aquellas partículas elementales que danzaban en tiempos de la Gran Explosión... Muchos motivos de descubrimiento y asombro. La especie humana resulta ser el tardío eslabón de una cadena de unos 14.000 millones de años de evolución.

La ecología cósmica nos muestra que el ser humano es la creatividad y el calor infinito de los primeros segundos de la Creación hechos pensamiento y capacidad de amar. Han sido necesarios muchos conocimientos científicos para que nuestra especie sea consciente de su origen. Ojalá tome sobre sus hombros esta bella historia. Es una llamada sugerente: el dato se convierte en insinuación al cuidado; el conocimiento se traduce en responsabilidad.

Hacia el futuro

El saber ecológico sabe mirar hacia el pasado y hacia el futuro. Algunas comunidades indígenas transmiten en su sabiduría que no se debe tomar ninguna gran decisión sin pensar en su repercusión sobre los habitantes de cuatro generaciones venideras. El saber ecológico es consciente de la complejidad de todo lo que existe.

Si no conociéramos nuestros orígenes ni la limitación del planeta, quizá se podría justificar el despilfarro y la creencia en el crecimiento sin límites. Pero la foto del Apolo 8 y la teoría de la Gran Explosión nos ayudan a conocer dónde estamos parados y de dónde venimos. Asumiendo nuestros orígenes podremos afianzar nuestro papel como humanos: llamados a cuidar este frágil planeta y a maravillarnos de la creación de la cual formamos parte.

Estamos hechos de polvo de estrellas. La construcción de los átomos que conforman nuestros cuerpos y la composición de nuestras células han llevado millones de años. En nosotros el Universo se asoma de manera consciente, y a través de nosotros piensa, ama, se interroga, se responsabiliza. A su vez, somos capaces de adorar.

La responsabilidad nos urge a impulsar, reclamar y practicar una economía que tenga en cuenta las necesidades de las mayorías, una política no excluyente, una cultura de cercanía hacia los otros, una visión holística que nos haga comulgar con todo el cosmos y vivir en armonía con el resto de criaturas. Desde esta visión -personal y política, ética y espiritual- sabemos que estamos traduciendo el deseo de Dios: seres inteligentes que viven en armonía con los demás y con el medio ambiente del cual provienen.

Urge cuidar el planeta y combatir en nuestra vida cotidiana y en nuestras opciones ideológicas las prácticas y las políticas que lo degradan. Tenemos ante nosotros un desafío espiritual: es hora de «naturalizarnos», de «volver a casa», de recuperarnos a nosotros mismos y a los demás seres de este Universo que nos vio nacer.

William Anders sólo pudo reconocer la Tierra en la que vivía cuando la contempló de lejos. Todos hemos contemplado su imagen cientos de veces. ¿Aprenderemos a mirarla y cuidarla de forma integral y responsable?

 

Manuel Gonzalo

Buenos Aires, Argentina