¿Y si el Islam fuese otra cosa?
Y SI EL ISLAM FUESE OTRA COSA?
EMILIO GALINDO
¿Y si el Islam fuera otra cosa de lo que nos han dicho y repetido, con tantos prejuicios contra lo que fue un gran regalo de Dios a la humanidad, para recordarnos algo que habíamos olvidado?.
El Islam es uno de los temas más importantes si de verdad queremos estar al corriente de lo que pasa en el mundo porque, guste o no, el Islam es una de las vigorosas raíces del futuro de la humanidad.
Los musulmanes son actualmente cerca de 1.200 millones de personas, una quinta parte de la humanidad. Frente al mundo occidental, que es un mundo de viejos, es un pueblo de jóvenes donde todos los planes de desarrollo fallan porque la demografía se impone a las planificaciones. Es además un mundo de una profunda y riquísima cultura y de una religiosidad tremenda. Y con frecuencia la religión del Islam es la más ignorada. Se puede afirmar que el Islam ha sido históricamente, al menos en nuestro mundo occidental cristiano, la religión más despreciada, calumniada y maltratada de la historia; y no digamos nada de la persona de su fundador Mahoma, considerado por Occidente muy negativamente.
Como todos los grandes y auténticos movimientos de la humanidad, los movimientos religiosos de la historia, el Islam tiene su origen en la experiencia ardiente de un místico llamado Mahoma, nacido en La Meca en el 570, y sobre el que todos eran unánimes al afirmar que era un hombre piadoso, honesto y caritativo, a cuyo buen juicio recurría frecuentemente la comunidad. Se le conocía por el sobrenombre de “el piadoso, el equitativo, el amigo del necesitado y defensor del oprimido”, y este otro piropo indecible: “el hombre plenamente de acuerdo con Dios”.
Mahoma comienza a predicar, no una doctrina, no el Corán, sino el Islam, es decir, una “postura”. Todo el Islam es una postura, un talante nuevo, es decir, un rendirse sin condiciones ni dudas a Dios; es la entrega de todo uno mismo a Dios.
Si en su origen todo el Islam es fruto de una experiencia, en su mensaje y dinámica todo él tiene como tarea el recordar. La palabra clave que mejor define al Islam como misión es “recuerdo”. Si es recuerdo quiere decir que el Islam nunca quiso ser una religión, como tampoco la de Jesús. Nadie que haya hecho la expe-rien-cia verdadera de Dios funda religiones. Eso lo harán los que vienen después, los que ven que el nombre de Dios es “útil”.
El Islam nunca quiso ser una religión. Por eso uno de sus grandes representantes, el místico Rumi diría: “el hombre de Dios, es decir, aquél que ha hecho la verdadera experiencia de Dios, está más allá de la religión”. Mahoma no quiso crear otra religión al margen del cristianismo y del judaísmo. Quizá fue la coyuntura, la no recepción, el rechazo de su valor profético, lo que hizo que poco a poco se fuera distanciando. Su distanciamiento cada vez mayor del judaísmo y del cristianismo será más un accidente coyuntural que una razón de fondo.
El fundamentalismo que atribuimos al Islam, es una palabra que no conocen los musulmanes ni el árabe. Se la hemos aplicado hasta el punto de que ya, cuando se habla de fundamentalismo, todo el mundo piensa en el Islam. Todas las religiones, todas las políticas, allí donde ponen la mano los humanos, crean fundamentalismo, exclusión. Nunca se puede ser fundamentalista en nombre de Dios.
El Dios percibido por el Islam es un Dios es infini-tamente parcial, comprometido y comprometedor; tal es el Dios de la experiencia de Mahoma, un Dios que hace descubrir el carácter sagrado, único del ser humano, sobre todo de los más pequeños, de los débiles, huérfanos, viudas, pobres... Hay que leer el Corán, no para ir buscando los puntos flacos -que también los podemos encontrar hasta en el Evangelio-, sino el mensaje, la hondura, la experiencia, la visión positiva.
El Islam fue un movimiento revolucionario, como lo fue también el cristianismo. Y le pasó lo mismo: cuando se acomoda y se extiende a escala mundial, pierde el espíritu y se convierte en una religión. A Mahoma le sigue un puñado de fieles, y este movimiento de hombres puesto en marcha por la predicación de Mahoma, que recuerda la sumisión total a Dios y la solidaridad y justicia con los más pobres, se presenta ante la sociedad clasista y materialista de La Meca y Arabia, como revolucionario.
Este movimiento revolucionario, esta lucha contra la opresión religiosa va a traer consecuencias permanentes en el Islam, la más característica el iconoclasticismo, el rechazo de los ídolos. Esto es algo visceral, el rechazo de las imágenes fabricadas sobre las que se centra la adoración de los fieles, y más generalmente la des-con-fianza respecto a toda presentación religiosa. De aquí nace el hecho de que en la mezquita no haya imágenes. Cuando Mahoma volvió triunfante de Medina y ocupó La Meca, entró en la Kaabah y quitó todos los ídolos, salvo -algo curioso- a Jesús y María.
Otra consecuencia de este origen revolucionario será la prioridad de lo ético sobre lo cultural. El Islam juzga los poderes establecidos en nombre de los valores de justicia y de pureza. El Islam no admite intermediarios, jerarquías, gente que se dedique a hurgar la conciencia de los demás, porque Dios es el absoluto y es el ser humano el que libremente se somete a él. De un manotazo termina con todo lo que es clero, jerarquías, instituciones y demás. Después, en la historia, caerá también en la tentación, y aparecerán los Ayatollah, los Ulemas...
Esta preocupación ética tiene además una dimensión social y colectiva que no limita su perspectiva a una salvación individual y sólo en el más allá; la primera comunidad será perseguida y los musulmanes serán perseguidos como lo fueron los cristianos, porque pervertían el orden establecido. Tienen que huir y lo hacen a Etiopía precisamente porque el Negus era cristiano; finalmente tiene que hacer la gran Hégira con todo su pueblo, como otro Moisés. Decía Mahoma que la búsqueda de Dios es una expatriación; Abraham también había recibido la misma orden: sal de tu tierra y vete. Buscar a Dios es expatriarse; estar seguro de haber encontrado a Dios es estar siempre en camino.
En Medina, Mahoma se siente responsable de la comunidad que le ha seguido y llamado a organizarla; anuncia, convoca, crea la comunidad, pero lo hace sin protagonismo de ninguna clase; por eso los musulmanes se sentirán ofendidos en su más honda entraña si se les llama mahometanos y a su movimiento religioso mahometismo. Esto hay que decirlo, porque podemos hacer daño sin darnos cuenta; es como prostituir lo más auténtico de su mensaje que recibe, sola y exclusivamente, en la sumisión radical a Dios; no siguen a Mahoma, no son seguidores suyos como lo son los budistas de Buda o los cristianos de Cristo. Siguen única y exclusivamente a Dios.
El Islam se siente instintivamente abierto al reclutamiento universal. El Islam quiso ser -también el cristianismo “quiso ser”-, no una religión nueva, sino el recuerdo de lo de siempre; no una doctrina, sino una actitud nueva, un talante nuevo de rendición incondicional a Dios, como lo hizo Abraham, la gran obsesión del Islam. El Dios del Islam no es algo que se explica sino alguien que implica. No es un sistema religioso de poder, sino una comunidad de hermanos iguales, plenamente laicos o seglares, regidos por la voluntad de Dios. No es un grupo de puros, sectario y fanático.
Lo importante en la vida, es que todos, musulmanes, budistas, judíos y cristianos nos convirtamos de verdad, de una vez por todas, a Dios. Porque una cosa es “convertirnos a Dios” y otra “cambiar de religión”. Los caminos importan menos, porque llevan todos al mismo sitio. El misionero que sólo se preocupa de convertir a la gente cambiándola de religión no es nada más que un funcionario de la religión, lo mismo que puedo serlo de un partido. Si estamos convertidos a Dios ya no nos entretendremos en hacernos guerras, en maldecirnos, en ir buscando lo negativo del otro...
Termino con un texto de ese gran español, murciano, universal, lbn Arabi del siglo XIII (1165-1241), que también sufrió la persecución de los sabios. Lo que dice creo que vale como programa, como bandera de lo que tenemos que hacer todos, y yo lo pondría en todas las facultades y aulas de Teología, en el Santo Oficio ...
“Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo si su religión no era como la mía. Ahora, mi corazón se ha convertido en el receptáculo de todas las formas religiosas, es pradera de las gacelas y claustro de monjes cristianos, templo de ídolos y Kaabah de peregrinos, tablas de la ley y pliegos del Corán, porque profeso la religión del amor y voy a donde quiera que vaya su cabalgadura, pues el amor es mi credo y mi fe“.
Son las dos etapas que creo que tenemos que recorrer todos. ¡Ojalá lo hagamos!
EMILIO GALINDO
Antiguo misionero en Africa