La brecha digital

 

Otro mundo digital es posible

Sergio Ferrari Argentina-Suiza

 

Sociedad 4.0, industria 4.0 en camino a la revolución industrial, o revolución industrial 4.0. Era de saltos significativos a nivel productivo, enraizada en el uso, ya casi generalizado, de la «inteligencia artificial». Continuidad de las tres etapas históricas anteriores marcadas por las máquinas en un primer momento; por la generalización del uso de la electricidad, la segunda; y por la computadora, la tercera.

La sociedad 4.0 tiene también su expresión en el paisaje informativo mundial, con comunicaciones multiplicadas e internet como motor de las mismas.

Un espacio mediático mundial que vive la tensa disputa entre la concentración creciente de los grandes medios –como tendencia dominante– y la «dispersión» informativa en múltiples medios «alternativos» y redes sociales.

Pulso de civilización que se manifiesta entre el control monopólico –al ritmo de la Red Globo, en Brasil, el grupo Clarín en Argentina, El Comercio en Perú, los grupos Tamedia y Edipress en Suiza, o Prisa, Planeta, Mediaset y Vocento en España– y el auge de las redes sociales. Éstas en gran parte controladas por grupos no menos monopólicos como Facebook, que con más de 2.200 millones de usuarios y propietario de Instagram y Whatsapp, domina el panorama.

Realidad mundial

El acceso a internet explotó en la última década. Sin embargo, las desigualdades en su uso siguen estando presentes. En enero de 2019 contaba con casi 4 mil 400 millones de usuarios. Es decir, una media mundial del 57% de los habitantes del planeta. Al mismo tiempo, casi 4 mil millones de personas usaban internet a través de un teléfono móvil, lo que representa un 52% de los ciudadanos. El 67% poseía un teléfono móvil y el 45% usaba activamente una red social.

El informe «Digital in 2019», editado por We are social y Hootsuite, presenta un detalle de la distribución y las formas de acceso a la WEB en el mundo.

En la pirámide menos desarrollada, los datos indican que tanto en el norte de África como en África meridional hay un 50% de usuarios; en el oeste del continente llegan a 41%; en el este a 32%, mientras en el centro apenas alcanzan un 12%.

El mismo informe en su versión de enero de 2019, señala que en Norte América el 95% de la gente está conectada a Internet. Porcentaje similar en el norte de Europa, mientras Europa del oeste ronda el 94% de usuarios, y Europa del sur, el 88%. América Latina varía entre el 63% en Centroamérica y el 73% en Sudamérica.

Entre los niveles promedios de América Latina y de África, Asia supera el 50% de usuarios de internet con cifras que van desde el 63% en el sudeste al 42% en el sur, más de 60% en el este y en el oeste de dicho continente, y un 50% en Asia Central.

Velocidad, idiomas, redes sociales

En este escenario planetario marcado por disparidades evidentes, dos elementos complementarios aportan a un análisis más fino: la velocidad de las conexiones, y el idioma más utilizado en la red, tal como enfatiza la revista helvética Global.

Suiza cuenta con una velocidad de conexión media sobre la red fija de 78,9 Mbps (megabits por segundo), Francia de 40,26, y España alcanza 34,12. Mientras Argelia apenas llega a 3,5, países como Venezuela y Bolivia, al igual que Líbano, Libia y Egipto, se encuentran bajo los 6 Mbps. Esto tiene una repercusión directa en el tipo de contenidos, ya que los más pesados, como los videos, son casi de acceso imposible en dichos países.

El 51,2% de los contenidos publicados –según análisis de la misma publicación– están en inglés. El ruso viene muy por detrás, con el 6,8%, seguido de cerca por el alemán, el japonés y el español, mientras el chino mandarín y el francés, apenas llegan al 2% de los contenidos. Las lenguas regionales, especialmente de África y Asia, están muy limitadas.

El número de usuarios de los medios sociales en todo el mundo ha crecido hasta casi los 3.500 millones a inicios del 2019, según el informe de enero 2019 de We are social, con un aumento de 288 millones nuevos en los últimos 12 meses, lo que eleva la cifra de penetración mundial al 45%.

Las seis principales plataformas –redes y medios de comunicación– son: Facebook (2.271 millones de usuarios); Youtube (1.900 millones), Whatsapp (1.500 millones); FB Messenger (1.300 millones); Wbxin/Wechat, servicio de mensajería chino de texto corto (1.083 millones), e Instagram (1.000 millones). Twitter, de gran impacto en algunos países y principal instrumento masivo de ciertos gobiernos, con 326 millones de seguidores, se encuentra en el puesto 12 de las 20 principales plataformas, pero en retroceso cuantitativo; ocupa, sin embargo, el 5º lugar tanto en Estados Unidos como en España.

El uso de los medios de comunicación aún está lejos de una distribución uniforme en todo el mundo, y las tasas de penetración en algunas partes de África siguen siendo, todavía, de un solo dígito.

Nuevo paradigma de digitalización social democrática

Desequilibrios regionales en cuanto al acceso a internet. Medios tecnológicos disímiles –la lentitud de la transmisión, por ejemplo– aparecen como algunos de los fenómenos visibles de esta brecha digital ya instalada a nivel planetario, y que separa a las naciones o regiones de mayor poder económico con aquellas más empobrecidas y por detrás en los gráficos comparativos tanto económicos como educativos, sanitarios y sociales.

Pero esa desigualdad no es la única. En el interior de las sociedades, incluso del «norte desarrollado», se perciben otros fenómenos ligados a la digitalización, que no sólo transforman la economía, sino que modifican la sociedad entera, o sea: los modelos de trabajo, las costumbres de consumo, las formas de intercambiar, de viajar, de desplazarse...

La globalización de la digitalización confronta al ser humano con una cuestión esencial de la civilización: ¿cómo se quiere vivir y trabajar en el futuro? Pregunta que confronta, por ejemplo, a movimientos sociales europeos, entre ellos SYNDICOM, sindicato de comunicación de Suiza, uno de los actores helvéticos más dinámicos en la reflexión sobre el tema.

Si bien no se puede aceptar una «digitalización guiada por el lucro» –considerada por dicho sindicato como barbarie–, es imposible oponerse a toda digitalización, proceso ya en marcha e imparable.

Las ganancias en productividad, las nuevas posibilidades de conocimiento, las transformaciones del trabajo… nos hacen percibir que existen posibilidades para el progreso de la civilización: tiempo de trabajo reducido, mejor trabajo, seguridad social más elevada, nuevas formas de actividades, mayor igualdad entre los sexos, formación permanente, utilización ecológica de los recursos y del medio ambiente, transparencia social y política gracias a las redes inteligentes... enfatiza SYNDICOM.

Este nuevo modelo de sociedad digital en construcción debe ser entendido como un «debate social… no debe ser dictado únicamente por las decisiones de inversión de los accionistas y banqueros», insiste el sindicato de las comunicaciones, que elaboró, discutió y aprobó en su Congreso nacional en 2018, el «Manifiesto: trabajo 4.0. El mundo del trabajo digital», que incluye afirmaciones, definiciones y pistas de acción para definir ese nuevo paradigma.

Explotar y enmarcar la digitalización; definir el derecho al trabajo por encima del beneficio patronal; la necesidad de priorizar el servicio público digital; el rol de los medios de información en el marco de un periodismo de calidad; la protección de los datos; la reducción del tiempo de trabajo; el derecho a una formación continua; la lucha contra la uberización de la sociedad; un sistema impositivo a máquinas y robots, etc., aparecen como propuestas de futuro.

El manifiesto promueve un «acceso digital libre», insistiendo en que la mayor cantidad de sectores de actividad permanezcan como fuentes abiertas. Por ejemplo: los programas y sistemas informáticos, los conocimientos, las bases de datos... deben permanecer abiertos al acceso. Además, las técnicas digitales pueden y deben ser utilizadas para la transformación ecológica (gestión inteligente de las materias y la energía). «El ser humano no debe sólo cuidar al medio ambiente, sino a sí mismo», subraya.

En síntesis, la tendencia-realidad de la brecha y polarización digitales exige un paradigma alternativo, democrático y social, instaurando una política social digna de una sociedad digital, concluye.

Una suerte de Otro mundo digital posible, necesario, en disputa, imprescindible, donde el bien común se imponga a la lógica digital del lucro.